Qué linda es la alegría cuando viene de alguien que sabe transmitirla. Qué linda, qué admirable y benevolente se vuelve la vida cuando la ves en un ser que sabe vivirla y te la muestra con una simple sonrisa y una mirada que brilla sólo para ti. Qué increíble es el cambio en tu corazón cuando sientes que alguien rompe tu rutina con simplemente existir. Qué poca verguenza sentimos cuando amamos y somos ilusos en este arte. Pues sí, a veces es linda la vida para mí y no tengo ningún miedo de vivirla, si es a los pies de este hombre que algún día tendré en mi frente. No tengo miedo ni dudas de que así será. Pueden reirse las pocas personas que conocen este mi anhelo enfermo de llegar hasta él y decirle quien soy, y recién ahí recomponer mi existencia de una vez, o para bien o para mal. Por el momento está detenida en sus ojos, por el momento la vivo para escuchar una canción y para imaginar su rostro ante mí, por el momento camino con un sueño a mi lado y el fantasma del amor resguardándome, por el momento soy esto... una mujer sin su hombre, una mujer enamorada de un recuerdo, o de una fantasía, como quieran llamarlo, una mujer sin límites y sin reproches de sí misma por amar lo que otros consideran imposible, una mujer enloquecida porque no tuvo nada más por qué vivir, y gracias a ese amor es que aún es mujer y aún está viva. Pueden millares criticar este mi modo superficial de sentirme verdadera, pero no conseguirán convencerme de que esto no me hace más humana.
Mientras tanto, continuaré vagando por las calles buscando una fotografía nueva o entrando a las tiendas de música para conocer sus nuevos discos y quedarme dos horas mirando las carátulas en donde sale él, bien posado para la foto. No me importa, sé que cada gesto en las fotografías es estudiado y calculado por especialistas de la publicidad, pero aquella esencia nadie se la inventa, ni él mismo se la puede crear, es simplemente la esencia que me transmite a mí, una esencia de humano, triste y solitario, que se refugia en la música para no dejarse morir. No me pregunten de qué un hombre famoso puede querer morirse, si lo tiene todo; no es así que me lo dice la sensación que se apodera de mí al verlo. Lo tiene todo, sí... pero algo que otros quizá consideran nada, le falta y he ahí su tristeza. Mientras tanto, me quedaré en el anonimato como las millones de fanáticas que lloran por una imagen suya, que suplican ver y saber cada día algo nuevo de él, creyendo que con eso nos adueñamos un poco más de su vida y su alma. Pobres ignorantes que nos consolamos con esta superficialidad inventada para vender, pobres víctimas de este sistema vendedor y calculista que caemos en la trampa más fácil de caer, la imagen. Mientras tanto seré una pobre de esas, y sin avergonzarme ni un poco, porque llevo el estandarte de las fanáticas con orgullo de solitaria, y lo llevaré hasta pararme en frente de él y decirle todo esto en la cara.
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