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Caminaba como sus fuerzas le permitían. Estaba cansado. Caído al suelo se arrastraba para avanzar y acercarse a la grieta en el terreno del valle. Entre dos montañas la tierra había abierto su boca, tragándose sus sueños y sus más queridos recuerdos.

Buscaba a tientas las "Piedras de la Esperanza", que le había ayudado a fabricar su amado ser. No las encontraba, y su dolor y cansancio pronto se volcaron sobre la desesperación y el miedo. Sus ojos veían una densa nube, y no podía distinguir las cosas que veía.

Llegando al borde de la quebrada, intentaba sacar su voz para decir algo. Su voz estaba apagada. Su garganta seca y sus labios partidos llenos de sangre. Tragaba saliva, pero sentía que una multitud de espinas bajaban por su garganta. Lloraba desconsoladamente por no poder hablar, allí tirado en esos pastos secos del infortunio, a orillas de la hendidura.

Se quedó perplejo unos minutos, quieto, apacible, sin llorar. Sus ojos paralizados, sus manos extendidas como señalando hacia algún misterioso lugar. Por unos momentos su cara se tornaba en espanto. Hasta que una bocanada de aire entró por sus pulmones y en exterminio de la quietud rompió en un grito desgarrador. Y gritó con fuerza al cielo desde el abismo: '¡Oh tiempo! ¡No permitas que cambie!'. Y su voz volvió al silencio...

Sus ojos se quedaron mirando atentamente el vacío. Sus brazos extendidos no se daban por vencido, pretendían encontrar aquel misterioso lugar y descifrar su identidad. Su respiración se suavizaba con gráciles matices que degradaban su ritmo normal. Sus ojos, fueron cubiertos por un delicioso color celeste esmeralda. Su piel se endureció, sus cabellos se vistieron de plateados destellos, y su ropa se esfumó desintegrándose en millones de fibras volátiles que se llevó el viento.

Desde aquella tarde, todas las noches cuentan cómo la desnudez de aquel hombre se permitió petrificar para observar por siempre, vigilante, aquel lugar, en donde el amor de su vida, fue tragado por la cruel tragedia del imprevisto.

Allí permanecerá, cuentan el Toro y el León, a la espera del minuto en que regrese, libre, y en sus brazos.

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Texto agregado el 07-01-2008, y leído por 138 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
10-01-2008 Relatas todo de una forma bellísima. Muestras hasta lo más trágico de una manera hermosa, en verdad todo es como una fotografía ante mis ojos******* Besos Victoria 6236013
09-01-2008 incleíble... tratas la ficción de una manera mas bién onírica, fantasiosa... no sé como catalogarlo, pero mejor no hacerlo, acabo de ver aquella estatua en tus letras, acabo de sentir la luz del cielo delicioso, acabo de vivir tu poesía! como siempre!! saludos y mis 5* daniluna
 
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