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Inicio / Cuenteros Locales / Bruxsa / Entre el invierno y la media noche

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Un grito a la media noche me sacó de mi sueño;
era tan real, tan aterrador, tan enfermo.
Con el corazón latiendo rápidamente, me dirigí a la ventana
"¿Que pasaba? ¿que pasaba?" decía mi cuerpo inerte y se preguntaba mi alma.

Ahí, a lo lejos de mi alcance, estaba aquel hombre derrotado,
tirado en el fino césped, con la desdicha en sus manos,
abrazando los restos de la dama que fue su amor,
dejando caer sus lágrimas y vomitando de dolor.

Sus gritos se escuchaban por todo el lugar,
el viento arrastraba sus lamentos y el invierno lo cubría de soledad.
Las hojas caían, expresaban su dolor. La luna moría y con ella se moría un corazón.

Aquella imagen aterradora, sé que no podré sacarla de mi mente;
él con su dama en los brazos y ella conociendo a la muerte.
Le dijo que no sintiera miedo, que él estaria con ella,
que el tiempo no sería eterno y que pronto volvería a verla.
Aquella dama levantó su débil mano para acariciar su rostro,
le regalo una ultima sonrisa y ya no volvió a ver sus ojos.

Al paso de los días, la magia de aquella casona se fue perdiendo.
El ya no vivía, el dolor le habia penetrado el cuerpo.
Aquel bello piano, que una vez inundó con su melodia, descansaba tranquilo y se le terminaban los dias.
Los gritos, seguían ahogándose en aquella habitación, se impregnaba de lamentos, se bebía su dolor.

Todos en aquel lugar pensamos que el tiempo sería su mejor amigo,
que buscaría otros brazos y que yo sería testigo.
Albergaba la esperanza de que él volviera a sonreir,
que su alma despertara y fuera libre al fin.

Una noche fria de invierno, el viento azotaba los ventanales,
la luna no dormía y el miedo se sentía en el aire.
Caminé despacio hasta aquella habitación, llamé a la puerta, pero nadie respondió,
pense que dormía y me decidí a entrar; cuál fue mi agonía...aquel hombre descansaba ya.

Ahí estaba, sentado sobre aquel sillón, abrazando aquel retrato de su más sincero amor.
Corría sangre de sus manos, eran ríos de esperanza;
volverían a estar juntos o se perderían sus almas.

Desde ese entonces, el invierno me trae recuerdos;
cuando llega la media noche, se me paraliza el cuerpo.
Siento el amor de aquel hombre inundar los pasillos,
navegando por el tiempo, silencioso y muy tranquilo.

Texto agregado el 08-01-2008, y leído por 117 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
19-01-2008 Describes con acierto la belleza del amor. Más de las veces no es felicidad sino algo incierto. Pero la fidelidad en el amor esta más alla de la muerte. Buen relato nomade
 
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