El pan de la ternura
enjuga el río de tristeza
en los ojos de los niños.
Pero ese pan de amor
se quema en los hornos
del abandono,
y los niños hambrientos
solo recogen migajas,
que manan del cielo.
Sus labios están secos,
sedientos de besos
y las piedras del alma
lapidan su anhelo.
El pan de la ternura:
ese escaso alimento,
desterrado del mundo
de los huérfanos de afectos,
que esperan de la vida
el mendrugo que alienta.
Es pan de la ternura
esa mano extendida
hacia un niño que llora.
Y aunque el sol esté frío
ante el dolor de sus auroras,
ese pan de la ternura
ha de calentar su nido..
Los pájaros del cielo
rozan apenas el aura,
de los niños esos,
que, con tanto hambre,
de amor en sus cuerpos,
los abate la pena
sobre tumbas ajenas.
Y el pan de la ternura,
un día
sucumbirá al hastío,
de esperar amor
que nutra a esos niños,
y, en acero, mudará
su blandura.