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Inicio / Cuenteros Locales / La_columna / En puntas de pie (de mi columna de los lunes, días difíciles si los hay) Por MCavalieri.

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Mi infancia, como la de tantos otros, fue en puntas de pie; algunas veces por no hacer ruido, otras por danzar entre sueños.
En las horas de siesta comenzaron los primeros malabares para mantener el silencio, para evitar alguna voz fastidiosa que ordenara dormir, matando de ese modo tiempos y mundos perfectos donde la heroína era una nena muy parecida a mí.
Después se trasladó al colegio ese andar en puntas de pie, para no recibir una mirada severa, un reto por no prestar atención, una burla más de alguna maestra que no entendía que aislarse no era lo mismo que indiferencia. Con mis compañeras era igual, porque no era fácil aceptar que no me gustaran las muñecas, que jugar a la familia me pareciera tonto, que prefería una tarde de sol al abrigo de árboles y barriletes y que una casa entre cañaverales era cien veces mejor a un té imaginario entre garabatos de Susanita. Con los varones era otra cosa, se estaba más a salvo entre manchas o escondidas, no hacían preguntas molestas, pero claro, los adultos no lo veían bien por esa maldita idea de ponerle etiquetas a la vida.
De nuevo en puntas de pie cuando la señorita de cuarto grado con un “Melina” me llamó al frente y me felicitó por la composición sobre un perro callejero, y continué así cuando llegaba a casa después de una tarde de lluvia empapada hasta el alma, cuando encontré aquél cachorro en los fondos de algún terreno olvidado, cuando un pichón de gorrión era mi más preciado amigo, cuando un mate en compañía de la abuela me sabía el mejor de los brebajes.
Así con un diez o un cinco, en un patio de tierra, en una vereda sucia, así se me pasó la niñez, esforzándome por no ser notada, envuelta en la timidez de no causar problemas.
Pero ocurrió un día en que, cansados ya por aguantar mi peso, los dedos cedieron y me descubrí atónita el talón.
Maravillada entendí que las hojas del otoño crujían más si las pisaba con el pie entero, que los charcos desparramaban más agua, que la escarcha de las cunetas era menos resistente, que las piedras del camino parecían más chicas, que se pateaban mejor, que volaban más lejos.
Dejé de ser silencio para convertirme en risa, en grito que no calla la belleza, en puño cerrado para golpear puertas.
Cambié mis mundos secretos por un cascabel de sueños.
Aprendí que caminar haciendo ruido molesta y que, en ocasiones, me encanta molestar.
Es cierto que caí más veces porque más veces estuve arriba, como también es cierto que es más fácil, o acaso duele menos, levantarse si uno apoya todo el pie.
Y ahora, que ya casi ni miro las baldosas para esquivar la mala suerte porque tengo la certeza de no estar pisando uniones, que he encontrado amigos que entienden de melancolías y de recuerdos con sol y luna llena, que guardo silencio porque quiero y no porque me ordenan, me he dado cuenta de que suelo perder mi sombra: aun se queda dormida entre danzas antiguas o me sigue, discreta, en puntas de pie.

Texto agregado el 05-04-2004, y leído por 3141 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
20-12-2004 Pues vaya un suelo de tréboles para tus piés descalzos danzando bajo la llluvia de puntillas o con toda la planta. Un suelo de yerba buena para quien deja pisadas en forma de palabras bellas. Morana
09-04-2004 Bueno pues, he conocido personas, mucho de ellos mis amigos, que se han esforzado lo indecible por mantenerse al margen, transparentes. Por pasar inadvertidos. ¡Y todo resulta al revés, caramba!..., cada son más imprescindibles, necesarios, una parada obligada a su alero, a su sombra y su sonrisa. Me parece que eres de aquellas que son oasis, que intentan la mímesis infructuosamente por cierto. Mala cosa aislarse sin embargo. Más aun cuando este modernismo lo aisla a uno, desfragmenta a diestra y siniestra. Tu trazo de lujo, con ese aire leve es bien balsámico, oye Melina. Tu columna se me hace esa posada necesaria para mi caminar un tanto desbocado y falto de norte. venicio
08-04-2004 Siii, con todo el pié, balanceando los brazos, a grandes zancadas. No me imagino al caminante, haciendo camino al andar... andando de puntillas. Precioso melina; monstrua estas hecha... nomecreona
06-04-2004 Tengo un poema que empieza: "Camino por la vida de puntillas..." Precioso texto en el que me siento reflejada de muchas formas. margarita-zamudio
06-04-2004 Esto mejora cualquier lunes. Muy lindo, un saludo. Sirena_viuda
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