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La Más Bella Piedra De Moler.

Con mis padres aprendí tanto.

Ayudando a mi papá a recolectar piedras, hojas, animales muertos, agua sucia y clara, tierra de tantos colores; aprendí suavemente a observar, a querer, a disfrutar de la belleza de la vida. Conocí entre semana y semana lo que era un vals, y una vieja opera: una Zarzuela. En cualquier día Sábado nos dirigíamos en búsqueda de aventuras; en el corto, largo o mediano trayecto mi papá nos enseñaba historia, geografía, mitos y leyendas, cultura y tranquilidad; entre tantas cosas.

Los Sábados eran para nosotros (hermanos, hermanas, primos, primas, amigos, amigas) lo que hoy es para tanta gente un Domingo familiar, un día de “campo”, un encuentro con la naturaleza, un viaje de placer. Cantábamos todos al unísono las mismas canciones que mi papá cantaba en sus mozos años, después vino la época de los Boy Scout, tal vez el terremoto de la capital arruinó los sábados; o quizás los acelero.

Entre la curiosidades de mi papá en el museo de la casa, recuerdo una “piedra” de color gris con grandes brillos; con un pequeño destello de luz que se le indique, se ven colores como de oro, colores amarillos con luz amarilla, una piedra tan pequeña como la palma de mi mano, con unas 5 o 6 libras de peso; en aquel entonces creía que era una pepita de oro; hoy tantos años después, sigo con la misma idea.

Dos Vitriolas descansan en el mezanine de mi casa.
Frenos y estribos de los “conquistadores” indican que vamos al segundo piso. Fotografías de los sacerdotes Paulinos alumbran la estancia de los muebles de mimbre. Una pila bautismal en algún momento escondió el dinero que les robaba a mis padres. Máscaras u otros objetos de los sumos y miskitos tienen su predilección en el rincón del palo de aguacate (ya no existe el palo) pero el rincón sigue ahí.

Con mis padres y tíos aprendí de la Osa Mayor y por supuesto de la Menor, las siete cabritas, El arado, La Cruz Del Sur, Luna y Venus, de todo eso mi tío Jaime era el encargado de instruirnos en tan bella materia. Tantos años después muchas generaciones disfrutan a Bocelli, ya nosotros conocíamos esas canciones con otros intérpretes, con otras orquesta escuchadas en 45 o LP, y Neruda en el Corazón ya es parte de nuestra historia familiar, lo mismo que el Arcipreste De Hita, El Mio Cid, Alejandro El Grande, Lenin, Maquiavelo, García Márquez, y tantos más como el gran Peruano Vargas Llosa, entre tantos (no otros, sino entre tanto y tantos).

La economía dominada por mi tío Roberto, la medicina por mi papá, la ingeniería por mi tío Jorge, etc. etc. y así fuimos caminando en la vida de primos y amigos, recordando al “Tétano” un Jeep Land Rover de mi tío Tono, La Silla Del Barbero, El Salto De la Mona, etc. etc. etc. etc… Buscando lugares de las aventuras juveniles de mi padre y tíos; ahí mismo teníamos nosotros las nuestras. Con cabezas rajada, con chilotes robados, con toros tras nosotros, con alegría en el corazón.

Vino otra época: los años 80; cambiaron nuestras vidas.

Ya el dolor marcaba la separación de la familia, mi tío aquí, el otro lejos, el que sigue; ¿Dios sabe donde?, lo misma ocurría entre los primos y amigos, separados por algo que no nos gustaba, algo que teníamos que “huir”, pero en el corazón siempre juntos, siempre unidos, siempre en la tierra que nos vio nacer, desde lejos, sea cual sea la circunstancia se platicaba del pueblo que siempre amamos… Y así paso el tiempo.

Mi hermano y hermana mayor estaban en Guadalajara, México, en la universidad, mi hermana, Carmilla; decidió estudiar en USA, donde actualmente vive, mi hermana menor Ivette y yo salimos con rumbo Costa Rica… Y así de nuevo pasó el tiempo.

Para un Diciembre, ya todo cambio, Ivette en rumbo a USA, sigue ahí, después de su partida por 1983 o 1984; yo salí en mi propio rumbo: la Guerrilla; llevando conmigo todo lo que había aprendido en tantos años atrás, diversión, cultura, deleite, pintores, poetas, escritores, leyendas, mártires, héroes ….

Para un mes del año de 1988, casi a finales, recibimos una nota del Dr. Parajón, el “presidente” del Consejo Ecuménico Por La Alianza Denominacional, sepa Dios lo que todo eso significa, pero éramos solo dos “jefes” los que estábamos por ahí cerca. Un cobarde mentiroso y mi persona, yo tenia que ir, a unas pláticas “religiosas” o tal vez políticas que de una u otra forma nos ayudaran en resolver el grave problema de una guerra que ya llevaba casi 8 años. Mi presencia era necesaria, ya brincaba mi cuerpo de ansiedad por estar en el punto indicado, a la hora indicada, con la seguridad necesaria. Todo terminó mas rápido de lo que suponía, el Dr. envió un emisario para su representación, lleno de ilusiones y leyendas escondidas en los bolsillos, partió hacia la ciudad; yo me recosté en un viejo y noble árbol, sin hamaca que colgar, sin deseo de dormir “tranquilo”, solo quería dormir, eran horas de madrugada, quizás las 10, quizás las 2, quizás las 4, quizás las 12, eso de madrugada dependía del lugar, la situación, la información, el estado del ánimo y moral del combatiente que te acompaña. Todo se tiene que ver con un punto de vista en donde uno se encuentra.

Mis movimientos fueron bruscos y erróneos, al azar todos ellos, ya cuando el sol quería dar en nuestras caras; nuestras cantimploras estaban llenas de agua fresca.

Antes de la partida, los emisarios católicos estaban lejos de la vista de las aves vecinas, y un mugido alimentó nuestra hambre, cansado de dormir inquieto; quise iniciar mi marcha. Ahí, muy cerca de mi talón de bota militar surgió una piedra, socavada a lo contrario por mi presencia, tome la bayoneta, con el mismo cuidado cuando era miembro de “Arqueólogos” del Museo Arturo Javier Suárez Miranda, escarbé la tierra alrededor, como si fuera un mina saltarina la que quería sacar, suavemente introduje mi memoria, buscando cuentos y aventuras de mis tíos, de mis padres, de mis abuelos. Fui sacando con tanto amor como la lucha en que me encontraba, poco a poco una bella piedra de moler. Y la pepita de oro de la casa; vino a mi mente, a mi recuerdo, a mi sangre.

Dos horas después el sol marcaba nuestros pasos, pasos de guerrilleros, buscando o quizás escondiéndonos de la vista enemiga, en sueños; una llanura nuestra sin hostigamientos, sin balas en los oídos, sin granadas por explotar. Fuimos alejándonos de un lugar que no cargo en mis recuerdos, pero si recuerdo que en el primer arroyo todos llenamos nuestras cantinas de agua una vez mas en ese día, tal vez todos enjuagamos la boca y el agua, yo me tome el tiempo para limpiar la más bella piedra de moler que para ese entonces había tocado, era pequeña, de piedra, pero suave, tierna y amorosa, el padre “indio”, “indígena”, no conquistado se tomo el tiempo para hacerla con amor; para su pequeña hija como regalo, como juguete, como ofrenda de amor. La lavé; más que mi cuerpo sucio y aspetoso, la lavé, cuidé que cada parte de ella estuviese limpia; para ponerla junto a la pepita si algún día regresara a la casa paterna.

Tres días después el enfrentamiento fue inevitable, los roces del fuego carcomían hasta al más valiente. No mas de dos horas desde el inicio al final; pero como siempre eran eternos como la nieve del Kilimanjaro. Nos estaban ganando. Orden de retirada. Orden de Partida. Orden de Replegada. Era de muy de madrugada, de la mía, y mi cintura cargaba tanto peso que mi propio cuerpo dormía en la sombra, mis botas llenas de lodo; un fango interminable, no podían con mi peso, sin mas munición para frenarme y morir para la vida; saque el regalo del indio para su hija, un beso imaginario lance en sus tres patas, seguidos de mis ultimas balas para el “piri”, llorando por la batalla perdida, llorando por dos hermanos recuperados, íbamos en desbandada; me deshice de la piedra de moler, tomando en cuenta que ese era “nuestro” territorio y que mas temprano que tarde llegaría e esos lugares por la piedra que pesaba mas de 80 libras para mi en ese instante. Ya han pasado casi 20 años y me encuentro en país lejano. Nunca mas he regresado a esas montañas, bella gente que me amó y le ame, donde perdimos tanto y ganamos mucho. Bañarme en los ríos, subir los cerros y disfrutar la brisa mañanera. Ganamos militarmente, perdimos la política y yo perdí esa piedra, bellamente esculpida, llevo mi ideal, mi sangre, mi recuerdo, y hoy escribo recordando esa piedra que tanto añoro y eso que sólo la cargue por pocos días. Era bella la piedra de moler. Tan bella que la recuerdo de la misma manera que el indio padre la fabricó para su india hija. Y “Ganso” me recuerda, y “Nave” también pero no me reclaman por la piedra ni por el cobarde que acompañé.



Enero 11, 2008\
1:31 pm

Texto agregado el 18-01-2008, y leído por 290 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
19-01-2008 Hermoso tu relato, me agrada que lo hayas sacado del arcon de los recuerdos para compartirlo***** alejandrocasals
19-01-2008 Me sumo al comentario de almalen, con esa secuencia que comienza en la vida familiar, con tantas vivencias que podemos reconocer como propias, comunes a tantas y tantas familias cuya cultura se nutría de tan variados aportes, hasta llegar a esos destinos aciagos, en los que, no obstante, se experimenta un aprendizaje de otra índole. Y esa costumbre que tenemos de aferrarnos a los más diversos objetos en los momentos en que necesitamos estar acompañados: fotografías, anillos, collares, libros, cuadernos, cartas ... y también la más bella piedra de moler. Gracias por compartir esa parte de la historia de tu tierra con nosotros, que de diferentes maneras, tiene muchos puntos en común con el resto. Felicitaciones, 5* sara_eliana
18-01-2008 ¡¡Cuántas vivencias,cuánta emoción,cuantos recuerdos ,cuántas frustaciones,cuantas alegrìas,cuanta tristeza.........Tan hermosamente narrado,con detalles precisos.Mis estrellas y esté o no de acuerdo con todo aplaudo la celebración de tus ideales.***** almalen2005
 
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