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Cuando Sebastián abrió los ojos, se pregunto - ¿Donde diablos estoy? - Su cabeza estaba hecha nada, sentía como el sol le picaba en los ojos, sentía la garganta completamente seca, sentía un extraño dolorcito en el pecho y cada vez que movía la cabeza notaba como en la parte de atrás de su cráneo parecía haber una bolsa llena de alcohol que se movía lentamente cada vez que el lo hacia.

Miró a su alrededor y se dio cuenta que estaba sentado sobre un gran tapete verde muy mullido y suave, que después de analizar detalladamente resulto ser el pasto del parque que quedaba a varias cuadras de su casa.

Se sentó y exigió su mente al máximo hasta que recordó lo que estaba haciendo allí esa misma noche había estado celebrando su 5to aniversario con Susana la que era su novia desde que el tenia 18 años.

Cuando Susana llego a su barrio hace ya 7 años a Sebastián le pareció la nena mas hermosa del mundo, sus ojos de un miel intenso convertían su mirada en algo verdaderamente único, allí sentado sobre el pasto recordó la primera vez que había visto su hermosa sonrisa y la silueta de su cuerpo, que ya a sus escasos 16 años se perfilaba como el de una mujer despampanante, y se dibujaba sobre el brillo del sol que se reflejaba sobre la ventana del segundo piso de su casa, esa tarde de un viernes en el que Susana llego a vivir con sus padres en la misma cuadra donde Sebastián vivía.

Desde ese día había quedado completamente enamorado de ella y se había hecho el propósito de enamorarla hasta que lo consiguió. Y desde hace ya 2 años se habían prometido amarse para siempre. Desde ese entonces el pensamiento de Sebastián había cambiado completamente y deseaba un futuro junto a Susana a quien tanto amaba y con quien no se había arriesgado simplemente por que deseaba tener cierta estabilidad económica antes de hacerlo.

De repente Sebastián salio de este mar de recuerdos tan rápidamente como había entrado y casi sin darse cuenta, al mirar a su alrededor se encontró mirando con bastante cara de enamorado a un harapiento limosnero q le devolvía la mirada con desconfianza – eeehh… este yo pues soy humilde y todo pero no le jalo al otro equipo que pena- Sebastián escucho estas palabras y se sobresaltó, le pidió disculpas mientras se levantaba tratando en vano de alisar su pantalón con la mano.

En ese momento reaccionó, miró a su alrededor algo alarmado buscando a Susana esperando verla tirada en algún lugar en mal estado, tal y como estaba el, pero no la encontró, siguió mirando a su alrededor esto era muy raro, recordaba claramente como habían estado sentados en la banca que se encontraba justo delante de el, y como habían ido a comprar a la licorera de la esquina aquel litro de ron, que estaba tirado aun justo al lado del sitio donde hacía unos minutos Sebastián había estado acostado, y así cada vez que miraba hacia un punto fijo en el parque su mente se llenaba de recuerdos fugaces de la noche anterior que había pasado junto a Susana.

Aunque estaba algo asustado se tranquilizo a si mismo pensando que a lo mejor ella se había ido a su casa mas temprano que el, a pesar de que el dolor que sentía en su pecho se intensificaba y ante la mirada de varias personas q se habían congregado a su alrededor cuando lo vieron dar vueltas y señalar varios objetos del parque, salio corriendo en dirección a su casa y a su cuadra la que ya hace tantos años compartía con la familia de Susana.

Corrió y corrió hasta llegar a la cra. 52 allí doblo por la misma esquina en la que 5 años antes le había dado a Susana por primera vez un beso, mientras corría por la cuadra en la que había vivido tantos años, miro hacia el frente, a lo lejos ya se podía ver la casa de Susana, le pareció verla en la ventana sonriéndole y saludándolo con la mano, mientras corría su mente funcionaba a mil por hora entre un mar de recuerdos de sonrisas, carcajadas, y miradas fugaces en reuniones sociales, ya le parecía sentirla entre sus brazos - falta tan poco para llegar a abrazarla - se decía a si mismo.

De pronto paro en seco estaba parado frente al alto portón negro que hacia las veces de guardián de la casa de Susana timbró algo ansioso y nada sucedió espero un momento y volvió a timbrar y nuevamente nada sucedió, no entendía porque pero el dolor que sentía en su pecho repentinamente se convirtió en pequeños brotes de pánico, trato de tranquilizarse diciéndose que tal vez había salido con sus papas, o que estaban dormidos y no escuchaba el timbre, se devolvió sobre sus pasos mientras miraba al piso y se daba un sinfín de explicaciones que no lograban calmarlo del todo.

Cuando llegó a la puerta de su casa que quedaba a pocas casas de la de Susana entró corriendo y no se le hizo muy extraño no encontrar a nadie, ya que recordó que sus padres tenían un paseo con los otros padres del colegio de su hermano menor, - deben estar allí - pensó. No le presto atención y siguió corriendo hasta encontrar el teléfono de la sala y marcó el número de Susana, timbraba y timbraba y nadie respondía - será que has marcado mal - le repetía una vocecita dentro de su cabeza cada vez que marcaba nuevamente y esperaba que contestaran, cada minuto que pasaba ese extraño pánico se intensificaba y se apoderaba cada vez mas de él.

Estaba demasiado alterado al salir de la sala para ver la nota marcada con su nombre que estaba sobre la mesita de centro, así que cuando en la entrada de su casa se encontró a su madre, y esta lo abrazó tiernamente y le dijo que todo estaba bien que por favor se calmara y no fuera a hacer una locura, Sebastián no entendió una sola palabra y miro con un gesto de desconcierto a su padre y a su hermano que estaban detrás de su madre.

Por un momento se olvido completamente de Susana y pensó era verdad que se había embriagado hasta la inconciencia, pero no era la primera vez que lo hacia y que quería decir con que no cometiera una locura. Y cuando su madre lo miró con ternura y le pidió cariñosamente que entrara con ella Sebastián seguía igual de desconcertado, pero entonces en ese momento se acordó de Susana y el pánico se apodero otra vez de el, - no, no puedo, es Susana no se donde esta – pero su madre no daba ninguna seña de haberlo escuchado, había caminado hacia adentro de la casa y miraba fijamente la mesita de centro de la sala, y el sobre marcado con el nombre de Sebastián que había sobre esta, - ¿no la has leído cierto? – pregunto. - ¿que? ¿De que hablas? – Sebastián estaba mas desconcertado que nunca se acercó a su madre para tratar de explicarle, que no sabia donde estaba Susana, y que estaba extrañamente muy preocupado como que algo en el fondo le decía que debería estar preocupado, y que el no sabia por que. Pero entonces el mismo vio la carta marcada con su nombre y se extraño de no haberla visto antes, su corazón dio un brinco, corrió hacia donde estaba, destapo la carta, y leyó:

Querido Sebas:

Mira no quiero que sigas actuando de esa forma tan extraña como lo vienes haciendo la verdad es que no hay razón para que sigas deambulando por ahí, piensa un poco en ti, mira que ya pasaron casi tres semanas desde que sucedió la tragedia y ni siquiera te has aparecido por esta que es tu casa, por favor si lees esto no te vayas quédate espéranos, hemos procurado no salir de la casa, por si regresas, pero hoy salimos solo por un momento a buscar a tu hermano al colegio.


Te amamos tus padres


Entonces todo tuvo sentido el pánico que se había venido apoderando de Sebastián pareció abrirle un hueco en el pecho al explotar por completo, en su mente pasaban imágenes como las de una película vieja y olvidada, y se veía a si mismo contestando una llamada en la madrugada, escuchaba claramente como desde el auricular del teléfono salía la voz de la mama de Susana que le contaba que Susana había sufrido un accidente junto con su padre cuando venían de la finca que los padres de Susana tenían a pocas horas de la ciudad, de pronto la escena cambio y Sebastián se vio otra vez a si mismo llorando sobre un ataúd mientras su madre y la mama de Susana trataba de consolarlo en medio de sus propias lagrimas, mientras en el fondo de aquel negro salón un hombre alto y flaco con la cabeza cubierta de vendas, sentado en una silla de ruedas, lloraba en silencio mientras miraba fijamente el ataúd de su hija, luego todo se disolvió y se hizo un remolino de imágenes incomprensibles, por un momento Sebastián pensó que se iba a desmayar pero de repente todo se detuvo y una imagen llego a su mente la de Susana saludándolo desde la ventana de su casa.

Cuando reacciono Sebastián se halló arrodillado en la sala de su casa hecho un mar de lágrimas, sosteniendo la carta en sus manos, mientras su madre lo abrazaba en un intento de calmar su dolor pero entonces el se paro de un salto – ¡no! Eso no puede ser cierto yo la vi hoy en el balcón de su casa – dijo. Su madre lo miro con calma y le dijo que en la casa de Susana nadie se quedaba desde aquel fatídico día.

- pero yo estuve anoche con ella, hablamos de todo lo que habíamos vivido, nos reímos de las tontas cosas, que cuando empezamos a salir, yo hacía por darle un beso, de lo que habían pensado sus padres cuando les dijo que éramos novios – Sebastián estaba sonriendo con un gesto algo grotesco y su rostro bañado en lagrimas –hablamos de nuestros planes de todo lo que pensamos hacer en 2 años cuando nos casemos – le decía Sebastián a su madre, haciendo caso omiso a las intervenciones de su madre que le decía que eso no pudo haber sucedido, - nada de lo que me dices puede ser cierto estas mal – grito Sebastián y escucho su voz como lejana, con claros tintes de desesperación.

Aunque algo muy dentro de el le decía que lo que su madre le contaba era todo verdad el se negaba a creer, salió corriendo de su casa dejando tras de si un rastro de lagrimas, aunque si alguien se hubiera detallado ese día podría haber visto quizás tintes rojos en sus lagrimas que volaban en el viento mientras corría, cual rastro de sangre que deja quien ha sido herido de muerte pero aún no lo sabe y sigue huyendo en vano de ella.

Desde ese día por las calles de aquella ciudad aun se puede ver deambulando a Sebastián, cuya existencia murió en una carretera a las afueras de la ciudad junto con el amor de su vida, hace ya tanto tiempo que muy pocos conocen esta historia.

Si alguna vez visitan aquella ciudad, es muy fácil de reconocer es un hombre alto y desgarbado, con ropas desgastadas y curtidas por el tiempo, barba poblada, siempre lleva en su mano izquierda una botella de ron, mientras la mano derecha aprieta con firmeza una nota vieja y desgastada de la que ya casi nada se puede leer, siempre va mirando al cielo, en un completo estado de embriaguez, con los ojos vidriosos y secos de tanto llorar, y todos los días de su desgraciada existencia, en un susurro se le escucha pedirle a Dios que por favor al menos lo deje vivir una ultima noche mas con su único y verdadero amor, con su Susana, y cuenta la historia que este único anhelo, es el que lo ha mantenido vivo por tanto tiempo, tanto que nadie le conoce un familiar o un amigo por que el rastro de los suyos fue borrado por el mismo tiempo hace mucho pero mucho tiempo.

Texto agregado el 23-01-2008, y leído por 127 visitantes. (0 votos)


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