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Soledad - libertad.


A veces resulta extraño escuchar hablar de la soledad y la libertad a algunas personas que viven y conviven en constante agitación, sus rutinas cotidianas están abocadas a sus seres queridos y cercanos, pero requieren de un espacio personal, un pequeño búnker donde no tenga cabida ninguna ocupación ni persona, un espacio vital que marca su territorio personal.


Podemos estar acompañados de muchas personas, ya sea en el trabajo, en la familia, con amigos u otros seres humanos que transitan por tu vida, pero quieres estar literalmente solo, contigo mismo, en una instancia personal donde no existe el reloj, donde no hay restricciones; puedes andar desnudo, puedes dejar pasar los horarios de las comidas, es mas, hasta puede que no comas, que quieras leer un libro que hace tiempo se añeja en la repisa o simplemente contemplarlo. Es ese tiempo que quieres dedicarte a ti mismo, ese tiempo que no tiene antes ni después, es un ahora permanente.

Pocas personas tienen esa posibilidad, esa garantía de libertad que no está condicionada a nadie más que a ti mismo. Cumples con los pagos, alimentas tu cuerpo y te das el lujo de no rendirle cuentas emocionales a nadie.

Cuesta tener espacio propio, cuesta encontrar un lugar geográfico que te brinde esa opción, no pasa necesariamente por la localidad, pues la mayoría de los lugares en que te desenvuelves hay personas que te rodean; sin embargo, lograr que los demás respeten tu espacio, que no te intimiden, que no te aborden, que no te incomoden …eso es más difícil.


Pero como casi nada es imposible, se logra. Te brinda alegrías y penas, amparo y abandono, sentimientos contradictorios, pues en el fondo igual te gustaría que alguien los compartiera contigo y tal vez en la misma dimensión y con la misma intensidad que tú lo haces.

A veces te gustaría que alguien tomara decisiones por ti, que te guiaran, que te aconsejaran, que piensen contigo o hasta por ti, pero ahí radica la complicación que pone barreras a tu libertad esencial además.

Es tan difícil encontrar en otra persona esos espacios que quieren ser poblados, alguien que te contenga de tal manera que sientas que tu ser está completo, llenito, redondo, no sé si se trata exactamente de tu otra mitad, sino tal vez simplemente de tu complemento, quien te haga generar la energía para un nuevo proyecto, en quien sepas que habitas, que a la vez te habita, que está en ti, que mora en tu mente y que hasta el alma te reclame su existencia. Decir "te extraño", "te requiero" y saber que al otro lado hay alguien que siente lo mismo por ti.


La sabiduría de la vida se extiende a estar en compañía, a la proximidad de otra persona que complemente tu existencia (Gen 2, 18 Dijo luego Yahveh Dios "no es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada"). En estos términos la ayuda adecuada es la pareja, lo que armoniza y equilibra la existencia.


Nadie te enseña lo que eso significa, pueden darte sus ejemplos de vida, pueden contarte sus vivencias, hasta puede que te den consejos de cómo puedes retener y mantener a alguien a tu lado; pero en el fondo sabes que eso no sirve, uno debe aprenderlo por sí mismo, en una especie de ensayo y error.

Si yerras y no hay terceros implicados es más fácil, pues no condenas a nadie a arrastrar tu culpa o heridas, como normalmente es el caso de los hijos, tal vez lleves en tu decisión a la otra persona, a esa ayuda adecuada, que dejó de ser adecuada para ti en el momento en que una serie de circunstancias sobrepasen tu capacidad de amar y la tolerancia. Hay que vivirlo por sí mismo para darse cuenta que es algo que se instaló en ti en algún momento y por más que te esfuerces, es necesario apartarse, es insano mantener una relación que te ahoga, que te coarta y hasta puede que te hastíe.


La separación de una pareja no es un acto de cobardía o falta de carácter, la ley de la oferta y la demanda implica necesariamente la libertad, la capacidad de determinarse a sí mismo; si las bases de la relación no son sólidas, no están habladas ni comunicadas, no están armonizadas en una práctica del proyecto de vida en común, el fracaso es inevitable.

Hay verdades que se instalan en tu alma, en tu mente y en tu cuerpo, no puedes negarte a ti mismo que las cosas van mal, el instinto de defensa te pone en estado de alerta y es ahí cuando intentas las maneras más adecuadas para salvar lo que te hace complementarte, pero no depende de tu voluntad personal, por muchas ganas que tengas de que todo mejore, no es así. En el mejor de los casos vas a exponer tus puntos de vista donde el perdón y la reconciliación lograrán salvar la situación límite. En el peor de los casos vas a necesitar tiempo para evaluar estando alejado de las circunstancias y tomar una perspectiva, no quieres causar daño, no quieres herir a tu ser amado, una distancia prudente que no necesariamente implica el trasladarte del espacio común, sino adentrarte en esa Soledad Existencial en donde puedes optar, recapacitar, discernir, evaluar, tomarte tu tiempo, hacer crisis, agudizar la enfermedad que se ha instalado en ti y buscar los remedios posibles.

Con la distancia se ve mejor, en la ausencia se valora y pondera lo vivido, si estás dispuesto a transar de seguro volverás a la relación más crecido y con madurez para enfrentar la cotidianeidad, pero si no transas, estás condenado; nuevamente a la soledad que aparece en un contexto de determinarte a ti mismo y romper el vínculo que te unió al compromiso.


La separación es desgarradora en términos generales, implica un corte transversal que divide tu vida en un antes y un después. Especialmente si el otro aún permanece amándote, indica que eres tú quien abandona, eres tú quien se separa, eres tú quien deja el proyecto de vida en común y comienzas a hacerte cargo de ti mismo nuevamente. La separación se convierte así en un acto da valentía, de empezar a vivir de nuevo, de replantearte futuras relaciones, de preguntarte en qué erraste, en qué fallaste, por qué te viste involucrado a una tercera persona.


Y tienes que re- hacerte, volver al punto de partida y comenzar todo de nuevo, aunque tienes ya un bagaje que te permite saber lo que sí quieres para ti, qué vas a ser capaz de ofrecer, cuánto estás dispuesto a transar y qué podrás aportar a un nuevo proyecto de vida. Eso te toma un tiempo, debes considerar tus planes, proyectos, intereses, cómo manejar tu economía, hasta en amoblar nuevamente un espacio y además cumplir con los compromisos que heredaste de la relación anterior en el caso que haya un hijo o que el que tu ex demande algo que merece.


Te encuentras de pronto frente a ti mismo, tienes tiempo para todo y para nada; ahí es donde aparece esa soledad existencial.


(La soledad existencial es un concepto que abarca tanto la vida externa como la interna, esa que nos lleva a ponderar la vida con una dimensión distinta).

Esta soledad existencial es mucho más común de lo que uno piensa, nada ni nadie te asegura el éxito por casarte, formar una familia, seguir una tendencia religiosa o política, una o varias profesiones; si habita en ti estás condenado a tenerla per secula seculorum, te va a encontrar mal parado y te va a tirar de bruces al suelo y serás su esclavo. Esa soledad existencial es la antesala de la libertad.


Estás condenado por tu propia libertad, desde la creación del mundo el ser humano está expuesto a esa condición (Gen 2, 14-17"De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y el mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio") Dios nos creó con Libre Albedrío, con la capacidad de optar y elegir en forma permanente, pero a su vez impuso límites, una suerte de libertad condicionada, de manera que la libertad está a su vez unida a la voluntad, a la capacidad de que se haga mi voluntad, lo que mi naturaleza me pide sin rebasar los límites de lo absoluto.


Imposible que seamos plenamente libres, estamos condicionados por el bien y el mal, con las reglas que rayan la cancha mostrándonos de esa manera que debemos culto a los demás, a las normativas sociales, a tener respeto por los demás, a la sociedad en que vives y a tu entorno.


De ahí que el abandono de sí mismo implique el riesgo de no caer en tierra firme, en manos que te ofrezcan ese descanso interior, que se preocupan, es más, que se ocupan de ti, para quien debes cuidarte, para quien debes estar alerta, para quien quieras entregarle tu más preciado tesoro y que sepas que lo guardará y cuidará con el mismo recelo que tú le brindas.

Estar en buenas manos implica una confianza a toda prueba, en la unión y comunión.

Los separados estamos en una condición difícil, primeramente por el hecho de haber roto un compromiso social, donde si había terceros implicados, te critican, te imponen tu condición y extrañan a la otra persona que te complementaba, especialmente si ha existido un arraigo familiar, te demanda mucho esfuerzo, porque pueden entenderte, pueden comprender y ser empáticos, algunos dirán que fuiste valiente en dejar a la bruja de tu mujer o al ogro de tu esposo, ahí te das cuenta que tu relación era aceptada, pero también descubres que muchos de tus cercanos admitían a tu pareja por convención y no por aceptación, los defectos que tu descubriste, ya estaban en la retina de ellos, algo así cómo que el esposo es el último en enterarse, era un marido engañado, o viceversa, que es común en la separación.

Ahí comienzan a venir otras personas que llegan a tu vida, que tienen la misma necesidad, que han errado, pero ya bordeas los 40 años y hay toda una vida detrás de la otra persona: hijos, engaños, infidelidades, rupturas, penas. Al acoger a otra persona en tu vida, recibes su carga emocional, su pre-historia, lo vivido antes de ti. Puedes tener una serie de concesiones que antes no tenías: aventuras, affaires, relaciones ocasionales, amante furtivas, una lista larga de personas que pueden ofrecerte algo interesante sin que haya un compromiso, hacer el rayado de cancha y limitarte a dejar la relación cuando quieres, elegir si te ves de nuevo con una o muchas de la lista, inventar excusas cuando quieres arrancar pues temes herir ( y hieres igual, porque la mentira tiene un olor conocido y se percibe de una manera muy sutil). Tu sexualidad cobra otra dimensión porque desconoces los hábitos sexuales de la otra persona y el pánico del SIDA te ronda. Antes no era tu preocupación, pues tenías una sexualidad constante y con la misma persona, conocías su vida, sus hábitos, su rutina, pero ahora te enfrentas a muchos seres desconocidos y aunque te ofrezcan sello de garantías, no estás dispuesto a transar todavía.


Hay una enorme cantidad de filtros que sortear: Puedes entregar el cuerpo, compartirse en deleites y placeres, disfrutar de un buen encuentro; pero una vez terminado ese momento te queda una sensación peor de soledad si no está complementada con un después. Y ese después adquiere la dimensión del permanecer, del estar. Peor aún cuando tu libertad es tan inmensa que sientas que ese ser te entrega sólo una parte de tus requerimientos y los filtros nuevamente se convierten en tus cárceles, sólo sabes ser fiel a ti mismo y no al otro, a ese ser que te entregue algo más. Si no te ofrece lo que tú anhelas, simplemente lo buscas en quien crees que si te lo brinda, sigues condenado a tu libertad.

¿Cuándo uno está dispuesto a perder la libertad?


Retomando el concepto de la libertad condicionada y la condena de la libertad expuestas anteriormente, plantearé algunos tópicos que implican dejar de tenerla como algo propio y que pase a manos de otros.

Cárcel: sabemos que el bien y el mal son los límites humanos y ante la idea de excederse en los aspectos negativos, los que implican romper las normas sociales, atenta en contra de otra persona, la ley delimita, procesa y condena. La cárcel implica cumplir una condena, ya sea por razones de matar a una persona, pedofilia, haber perdido el control, por robos, homicidios calificados, por actos ilícitos, tráfico de drogas, hurtos y robos, revanchas personales en una pandilla, ir en contra de las normas de buena costumbre, injuriar, en fin - ahondar en eso toma todo un tratado de Derecho procesal y penal -.

La situación concreta es que estás privado de tu libertad, eres un peligro público y un mal para la sociedad. El que existan penas por cumplir que vayan entre estar en una cárcel permanentemente durante un tiempo y que puedas acceder a salir de ella por buena conducta y un arrepentimiento que se supone lograrás en ese tiempo, implican que tu familia y cercanos tengan que ser partícipes de tu situación, pasar por todas las instancias de que te revisen el cuerpo completamente, que rompan la fruta o verdura y la comida que llevas porque pueden contener algo que está prohibido cómo droga, alimentos que fermentados puedan producir una vía de escape o que puedas atentar en contra de tu vida, que caigas en una depresión o que dentro de ella estás más expuesto a los malandrines de alta calaña, ahí debes cuidarte mucho más y - en el mejor de los casos - hay una serie de personas y especialista que vigilan tu estado: Psicólogos, Asistentes Sociales, sacerdote.

Lo que era tu entorno se convierte en cuatro paredes reducidas, compartir las actividades de comidas en la "carreta", cumplir horarios, esperar que esa persona que quieres ver y que necesitas vaya a visitarte y que esté dispuesta a pasar por los rituales penitenciarios. Tu libertad se ve coartada y cercenada por tus propios errores, porque infringiste la ley, porque no cumpliste con tus deberes. Ahí tienes mucho tiempo para pensar, para extrañar, para prometerte a ti mismo no cometer el mismo error.

Pero como es de dominio público, normalmente se recae, no alcanzas a sanarte y la revancha se hace patente en tu alma, anidas rencores, rabias, impotencias. Debiera ser el lugar más adecuado para repasar tu vida y proponerte firmemente no cometer errores. Tu libertad está condicionada por tu buena conducta y puedes optar a la reclusión nocturna, que te permite trabajar y retomar tu vida y a la vez cumplir tu deuda con la sociedad. En el mejor de los casos es así y te replanteas a tal nivel tu vida, que no cometerás más los errores sociales y sabrás que puedes seguir con tu vida y ese tiempo va a ser un mal recuerdo y el límite de tu existencia. La pasaste tan mal, que no te puedes permitir a ti mismo volver a recaer.

La libertad que perdiste y que vuelves a recuperar está sujeta sólo a tu voluntad.


Matrimonio: un compromiso que legitima tu unión con otra persona ante la sociedad y te lleva a cumplir con tu promesa ante la ley humana y la divina. En la ley humana es el contrato social de compartir, de comenzar a tener una sociedad conyugal, de que los bienes que obtengas van a ser compartidos y se delimitan las normas que debes cumplir. Por otra parte el matrimonio religioso, en cualquier religión, valga la redundancia, implica un compromiso divino de entrega al amor, hasta que la muerte nos separe, lo que Dios ha unido, que no lo rompa el hombre. Pierdes tu libertad por amor, te entregas en alma y cuerpo a la persona con la que esperas compartir el resto de tu vida, exige madurez, convencimiento, unión, amor, rituales, formación, educación, transmitir valores y principios, es entregar tu familia a Dios en un acto de amor infinito y eterno. ( Me cabe la certeza de que una relación fundamentada en la entrega espiritual puede sanjar los malos momentos, la oración en común, los principios y preceptos que te entrega la religiosidad medida, compartida, comunitaria). Abandonarse para el otro y para Dios, entregar tu voluntad a la voluntad de Dios, alimentarte de sus palabras, de sus lineamientos, de su guía, a través de los rituales que tu religión te permite y que encausa tu vida, sin caer en fanatismos implica también a tu familia.

Desde mi punto de vista el matrimonio ante la Iglesia tiene un conato muy profundo y que te hace tomar con mayor responsabilidad la relación, especialmente si ambos comparten la misma religión y guían sus vidas en un mismo cauce.



Trabajo: hay personas que se hacen esclavos de sus trabajos, caen en una enfermedad, los trabajólicos. Las motivaciones pueden ser diversas: más dinero para su familia, gusto y amor por lo que hace, necesidad de crecer en el eslabón social, reconocimiento por parte de los demás. El trabajo y el lugar donde lo desempeñan se convierte en el templo sagrado. Llevan una vida de entrega completa, se llevan el trabajo para sus casas, o pasan conversando de su trabajo, pasan fines de semana en la oficina o cumpliendo turnos y hasta se trastocan los horarios del descanso y la vida familiar, ya sea porque es necesario el dinero que depara o simplemente por el sistema que implica. La libertad está nuevamente condicionada. En la sociedad actual ambos padres trabajan, o si están separados es más fuerte aún, pues de seguro uno aporta más que el otro. Ahí es cuando se altera el sistema creado en la eventualidad de que los hijos sean menores de edad y surge algún problema en el colegio o la escuela y deben dejar su templo para asistir a sus hijos. Los trabajólicos, en su mayoría, sufren de cansancio y estrés, un agotamiento que los separa por un tiempo de su templo y al estar en estado de reposo los anula, los aniquila, pues le han separado de su templo, sienten que nadie va a hacer el trabajo que él o ella hacen, que van a trastocar todo su sistema. Pero la alerta del cuerpo no da tregua y tiene que conformarse por comprender que nadie es insustituible, que otra persona puede cubrirlo. Nadie es indispensable, todos somos útiles y necesarios. Hay que darle su justa medida a todo, tal vez en ese momento hacen su balance personal y se dan cuanta de lo que se habían perdido con sus hijos, familia y amigos. La libertad sigue condicionada por la enfermedad - que es un aviso de detenerse y hacer una pausa - pero se dan espacios de poder expandir la libertad.

Religión: Proporciona una base espiritual maravillosa en su justa medida, no se trata de tener que ser un consagrado a ella, los sacerdotes y las monjas entregan su vida a Dios, se abandonan en su máxima expresión a su misión y vocación de servicio, en la Religión Católica, especialmente la entrega involucra hacer votos de castidad, obediencia y castidad, fundamentados en la entrega al servicio de la obra de Dios. En otras religiones se puede compartir la práctica de la religión con la vida marital, especialmente en las religiones evangélicas y protestantes, su misión es distinta e involucra a los hermanos a una transmisión de la palabra de Dios de manera acuciosa, los cónyuges, los hijos, los familiares comparten compromisos y roles.

En todas las religiones, la libertad está condicionada a su práctica y consecuencia moral, en cumplir con los preceptos y principios, en la entrega a Dios, en la unión familiar, en seguir las orientaciones que nos brindan.

Karl Marx señalaba que "la Religión es el opio del pueblo", la droga que alimenta, reclama su existencia y adicción. Claramente su hay principios y preceptos, nuestra vida está circunscrita a lo que nos entrega. Sin embargo quien carece de una religión, carece de una base fundamental del ser humano, está expuesto a la libertad ilimitada, el enajenamiento y en un materialismo dialéctico que el pueblo no necesariamente puede acceder en bases culturales sólidas.


Un ateo puede amar, trabajar, existir, disfrutar de la vida cómo cualquier mortal, no está exento de la felicidad, ser agnóstico no implica ser infeliz ni desgraciado, implica crear nuevas bases de existencia, argumentar su lenguaje personal a una forma de vida más racional, no necesariamente son científicos, filósofos o ignorantes, argumentar el no creer en Dios es mucho más complejo de lo que uno puede pensar, implica un proceso de negación y ausencia ante lo que a los ojos de un creyente son naturales. Creer en la fuerza de la oración es impensable para ellos, que en un estado de una enfermedad de alto riesgo la Misa o las cadenas de oración le vayan a brindar sanar su Leucemia, o su cáncer linfático o va a hacer que la biopsia salga negativa, es metabólico y orgánico.


Me sorprende que la mayoría de los médicos y especialistas señalen que ya hicieron todo lo humanamente posible y lo demás lo dejan en manos de Dios. La vida y la muerte no son propiedad exclusiva de cada persona, quienes se han suicidado ejercen su pleno derecho al dominio absoluto de su cuerpo, muchos hemos querido morir en algún momento de nuestra vida, hasta la eutanasia cabe dentro del ámbito de querer terminar con el dolor y el sufrimiento de una persona amada o querida. Sin embargo el poder de la fe y el abandono a las manos de Dios produce un bálsamo para el alma y el gozo. Quien lo probó lo sabe.


En los momentos de angustia, de abandono, de esa soledad existencial, la presencia de Dios se impone por sí misma, se tiene un diálogo interno y una voz responde, las respuestas ante todas las interrogantes están en nosotros mismo, pues él se manifiesta siempre, haya una religiosidad rigurosa o no la haya, para el pobre y para el rico, para el bueno y el malo, para el que ama y el que odia, para el creyente y el no creyente.


Ambas condiciones: religiosos o ateos implican un abandono de sí, el primero a Dios y el segundo a la razón. Igualmente la libertad está condicionada.

Sociedad: como señalaba en el párrafo referido a la libertad que Dios le entrega al hombre, está también la particularidad de que le entrega el paraíso condicionado a no comer del árbol del bien y el mal, pues hay una condena, el no-cumplimiento de su ley y haber aceptado la tentación, es lo que nos otorga nuestra condición de mortales, el pecado original de la tentación no radica especialmente en haber comido del fruto prohibido, sino la soberbia a la que fueron tentados Adán y Eva "De ninguna manera moriréis. Dios sabe muy bien que el día en comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis cómo dioses, conocedores del bien y el mal (Gen 3, 4 - 5).Despertar el hambre del poder, ceder a la tentación de la serpiente, ir más allá de la única restricción que Dios impuso al hombre y la mujer.


La sociedad actual presenta una serie de alternativas y posibilidades, el consumo, la anhelada casa propia, los bienes, el auto, la facilidad de créditos y las tarjetas de crédito no tenían ninguna posibilidad de existir en localidades alejadas del progreso y donde aún se puede vivir del trueque, de fiar o simplemente hacer certero lo que los amigos son más poderosos que el mismo dinero. Pero nadie puede estar exento del progreso y por eso la enorme cantidad de Códigos Legales que existen en las leyes de tránsito vehicular, laboral, familiar, impuestos, salud y un sin fin de temas relativos a la legalidad. De esta manera la Ley se impone como un reglamento que estipula las normas para una mejor convivencia. Muchos crímenes del pasado han quedado impunes porque no existía un respaldo para los ciudadanos, en los campos, las localidades muy australes, la esclavitud, etcétera, pasan desapercibidas en la actualidad, considerando que no existían Registros Civiles, muchas personas pasaron por la vida anónimas, de hecho hay muchos que aún no conocen su verdadero origen ni data de nacimiento.

El progreso implica formar parte del sistema, estar en el escalafón de las clases sociales según el nivel de ingresos, bienes materiales e inversiones. A su vez impone reglamentaciones en la distribución de los mismos.

La sociedad, siendo un concepto abstracto, conlleva una carga adicional a cada ser humano pensante e inserto en ella. A su vez nos impone límites para una sana convivencia, para reglamentar lo que podemos o no podemos hacer y las consecuencias que tienen nuestros actos. Vivir conforme a la sociedad, no ofrece una carga adicional, la naturaleza nos invita a formar parte de ella y sus restricciones no coartan completamente nuestra libertad. Especialmente si la formación de cada persona está abocada y fundamentada en lo que se puede y lo que no se puede hacer. Hilando más fino; si tenemos claro los conceptos de bien y mal y actuamos en forma consecuente, nada hay que nos pueda impedir manejar nuestra libertad; sin embargo cuando traspasamos los límites somos marginados.


Todos pecamos, todos hemos sido infieles, todos hemos pecado, hasta puede que hayamos fumado marihuana en un lugar público, no nos ponen una marca en la cara que nos identifique ni nos tatúan en el brazo ser más o menos pecadores.


Educación, cultura, arte, filantropía, antropología y un sin fin de disciplinas abordan el tema y muchos especialistas aún buscan respuestas a los temas iniciales: soledad y libertad.

Estas reflexiones nacieron una tarde de febrero del 2004 mientras escribía un mensaje… sentí que debía profundizar y esto fue lo que salió. Ahora es tiempo de compartirlo.


Verónica Cerda Preller.

Texto agregado el 25-01-2008, y leído por 168 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
31-01-2008 Vero, realmente me sorprendió este escrito pero me lo leí toditito, coincido con algunas de tus opiniones y con otras no, pero de eso se trata, evidentemente es un texto par la polémica y el escritor (vos) hace un balance de situaciones desde su punto de vista y desde un concepto cristiano arraigado. Me ha gustado mucho y te felicito por ser capaz de escribirlo. Un beso y mis estrellas. Magda gmmagdalena
25-01-2008 Honestamente no me ha gustado. Primero me resulta una amalgama de ideas esparcidas sin orden, luego una prosa de libro de auto ayuda. Yo no tengo ningún título, pero aqui van mis notas: "La sabiduría de la vida se extiende..." eso me parece un dogma insostenible, un puñal autoritario. ""Sin embargo quien carece de una religión, carece de..." La religión es inherente al hombre y negarlas todas es sin duda una religión. Aprecio que seas tan fervorosa creyente, pero eso conduce muchas veces a la dogmatización. Creo que la tésis de Feurbach resume mi pensamiento al respecto. Por último: La sociedad no nos impone límites explícitos. El estado, como un leviathan, se encarga de aquello. La sociedad se encarga de juzgar nuestros delitos que no corresponden al marco jurídico. Saludos, espero no haber sido muy vehemente. hammill
25-01-2008 Verónica, lo leí atentamente, pasusada y tiene tanto de mucho lo que has puesto. El pliego que escribiste es una apología social y espiritual, la libertad para mí está adentro de uno, el poder estar atado y no al mismo tiempo, manejarse y acomodarse a las circunstancias, eso es inteligencia, sin embargo muchos fracasamos por el cansancio social, hay veces que resulta más fácil dejarse llevar que hacerle la lucha, sin embargo está en nosotros separar circunstancias, sobre la soledad la verdad es que como tú dices, podemos estar acompañados de miles de personas y sentirnos solos, ¿cómo poder contrarestar eso?, la diferencia grande que hay es la soledad con el individualismo, la gente tiende a confundirse, la soledad patológica, la que queremos está en la sangre y no en el deseo y sobre este término, te diré, hay un mundo de personas que la llevan como valuarte, en fin el tema es larguísimo. Me ha interesado sobremanera el que hayas colocado dos temas tan interesantes sobre el tapete, temas que por sí solos se duplican y más en otros pequeños apéndices, eres una persona que razona y con profundidad, no se encuentra fácil personas como tú y lejos de quererte dar 5 estrellas, mereces más por tu calidad espiritual, felicidades. on-line
 
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