EL NENE DE OJOS DOS Y LA HUESPED

(un festejo que alimenta el alma)



La muerte abre el horno caliente con las manoplas puestas. Hay un aroma delicioso a almendras y confituras varias que impregna al espacio y a los eclipses.
- ¡¡Que los cumpla feliz...que los cumpla...que los cumpla...que los cumpla felizzzz!!!
Cantan ambos mientras el nene arroja serpentinas y la muerte apoya la torta en la mesa. Las velitas no están prendidas porque no hay.
El papel picado en bandejas de cartón, las galletitas de queso y los restos abundantes de una opípara comida decoran la mesa.
- ¡Quién empieza?
Pregunta la muerte orgulllosa después de cocinar largas horas.
- ¡¡YO!!
responde la misma muerte orgullosa de ansiedad.
- Esta fiesta es para festejar la vida. La vida de todas las personas que nunca estuvieron en mi agenda.
La muerte sopla las velitas invisibles
- ¡Bieeennn...!!! - dice el nene y toca la bocina fea.
Luego del brindis con gotas de agua de la canilla acomodan y limpian todo.
Pero el momento más esperado para ellos sucede en el living. Sentados en el sillón chusmean sobre los aspectos más sobresalientes de la fiesta y de la vestimenta ridícula de los invitados, que la comida estaba horrible, que el cotillón parecía de una reunión de egresados reencontrados después de décadas.
Ni el humilde brindis se salva:
- Si me avisaban antes al menos traía un poco de zanja...- dice el nene sarcástico y riendo pero serio.
La muerte dice que la próxima vez que la inviten a una fiesta así va a dar parte de enferma.
Las risas se confunden con el aroma a almendras y el nene tira desodorante de ambientes.
tampoco soporta las almendras.