Destiempo

Siempre estuvo allí, lo recuerdo por el deseo que nos unía a una cuerda floja. Del mismo modo que los recuerdos terminan siendo más auténticos que nuestras experiencias. Era un motel barato con sudor a sexo. Se había tomado unos tragos de ‘Tía Maria’ y sonreía como un poseído. Me dijo que no me amaba, pero mentía. Siempre me amó. Lloraba como un chiquillo, quería acariciarlo, pero algo me lo impedía. Lloraba por su padre. Ahora era demasiado tarde para definirlo: había quedado solo. Cuando intenté llegar a él, también fue tarde para mí. Busco esa imagen del hombre-niño que llora. Por su padre, por el niño que era y por el que no dejó nacer. Luego vinieron las discusiones, el tema que se repetía. Su sinrazón envolvente; mi rabia contenida. Su postura insólita, mi inventiva por llegar. Otros moteles, otros llantos. Nada que decir, nada que hacer. La ruptura. El corte interminable. La espera en la estación por un nuevo tren que parte. El regreso y la huida. Sentados de frente. El problema es que ‘vos ves las imágenes que vienen y yo las que pasan’. Es cuestión de tiempo: estamos jodidos, marchamos a ritmo distinto. Nada que hacer, otro tren, otro tiempo. Un motel en la carretera. Un adiós y para siempre. Otro no te vayas. El hecho de lo ocurrido nos hacia más egoístas y más mezquinos. Quien cae de una caída de cinco pisos abajo teme volver a reincidir. Eran malos indicios, malos tiempos. Échale la culpa a la lluvia de que no encontramos un nombre a lo que nos pasa. Sintomático cuando sale el sol. No tenía nombre fijo, a veces parecía apego y otras se mezclaba con la sensación de un amargo veneno.Todas las caricias en la cama. No fue al final la desaparición de su padre ni el tren ni las imágenes que no encajaban. Nada que decir, nada que hacer. La estacion vacia, el motel en penumbras, un paraguas descalabrado y un vaso bebido solo a la mitad. Creo que fue lo que se dice un jodido amor a destiempo.