La vida se cuenta por años,
unos la viven deprisa,
otros, en ella se eternizan.
A mi me ha cabido la suerte
de vivirla muy despacio
acaparando años y años
que, ¡ya los ves!, estoy casi
a punto de cumplir los cien.

Y en tan larga singladura
he aprendido muchas cosas,
unas buenas, otras malas.
Pero la principal de todas:
que para gozar de la vida
existe un hecho trascendental
aunque sencillo en apariencia,
en él reside el mayor placer,
y no precisa de dispendios,
concursos u oposiciones,
que es muy fácil de obtener,
basta con ser honrado,
constante en el sentimiento
con un fondo muy humano
dispuesto siempre a atender
a quién sus cuitas te cuenta,
aquél que tu compañía ansía.

Ese hecho tan maravilloso
no es otro que la AMISTAD.

A quién Dios le dio un amigo,
si el amigo es de verdad,
le concedió el mayor don
se encierra en la humanidad.