Si miramos la opinión generalizada acerca de los políticos en la democracia moderna, resulta desalentador comprobar como un buen número de personas consideran que todos son iguales. La responsabilidad (o irresponsabilidad) de algunos de los líderes, han contribuido considerablemente a esta actitud de desconfianza por parte de la ciudadanía. Pero por otro lado, el propio ciudadano cuenta con una tendencia a creer que un solo voto no puede producir cambio alguno. Es considerado en ocasiones, más como una molestia, que como un privilegio.
Decía Schopenhauer que la auténtica libertad es la que se consigue y la que se lucha por ella. Los que hemos nacido en ella no tendemos a valorarla, porque no conocemos la privación. Sin embargo ello no debe impedirnos tener memoria histórica y ser conscientes de lo que significa. El voto no es solo un derecho. Representa una responsabilidad. Y como tal debemos afrontarla. Con la conciencia de que estamos contribuyendo a construir el mundo en el que vivimos. Y desde luego, sin olvidar –como el propio director de este periódico apuntaba en privado – que ha muerto mucha gente para que gocemos del derecho que actualmente tenemos. Por todo ello no podemos tomarlo a la ligera. El Sistema es mejorable, hay que ser crítico con él. Pero nunca desde una actitud pasiva e indiferente. Sino actuando, y contribuyendo al cambio con aportaciones. Y a la fecha, el voto es un bien necesario e ineludible que nos permite al menos rechazar o aceptar la parte que podemos alterar.
La pasividad no solo evita el cambio, sino que contribuye a la perpetuación del problema. La indiferencia es interpretada como conformidad. No hay que echar mano de citas de filósofos para saber que el que calla, otorga. Ante toda problemática, política, laboral, personal o de cualquier otra índole, es la acción lo que produce el cambio. La pasividad solo relata nuestra conformidad, nuestra indiferencia, nuestra inconsciencia, nuestro carácter de vulgo divertido de pan y circo romano en el que nos estamos convirtiendo. Hablemos. A fin de cuentas, en este sistema mejorable, tenemos una herramienta de opinión y acción como es el voto.