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CHIAN – CHIAN
Chian – Chian tenía siete años cuando le pidió a su padre que la enviara a la escuela de gimnasia en la ciudad. Aunque aún era muy pequeña y frágil, él ya se había dado cuenta de su habilidad para realizar los más difíciles ejercicios de gimnasia. Se levantaba muy temprano en la mañana, cuando el sol aun estaba dormido, se acostaba sobre una pequeña esterilla y empezaba sus ejercicios de elongación. Se estiraba lo más que podía, casi llegando al dolor, colgaba su pequeño cuerpo de una barra, permanecía allí por una largo tiempo, con los ojos cerrados entonaba dulces canciones infantiles, repitiendo el mismo ritmo sin cansarse ni detenerse. Luego salía al jardín, se sentaba sobre una gran piedra plana, asumía la posición de flor de loto y empezaba a emitir un sonido monótono y su respiración rítmica la llevaba a un estado avanzado de concentración. Su padre la miraba desde la ventana, a veces orgulloso de la dedicación de su hija, pero otras veces le invadía un sentimiento de preocupación, ya que sabía que Chian – Chian hablaba muy en serio cuando decía que quería ir a la escuela de gimnasia. El sabía lo duro que sería despedirse de su hija. Después de su difícil nacimiento y la muerte de su madre, él se había encargado de cuidarla y darle la ternura y los mimos que la habían convertido en una princesita de porcelana. Mientras ella se preparaba en sus ejercicios, él le preparaba una galleta de arroz y un vaso de leche tibia de cabra. El la llamaba por la ventana, cuando sabía que había terminado sus oraciones y su meditación. Chian – Chian entraba en la pequeña cocina, como un huracán y corría a besar a su padre, se colgaba de su cuello y este le hacía cosquillas haciéndola reír y doblarse hacia atrás. Con un trampolín la hacía volar por los aires y caía de pie siempre haciendo una graciosa morisqueta. Desayunaban juntos y luego la llevaba en el auto hasta la puerta de la escuela primaria donde cursaba el segundo año.
A diferencia, la escuela del circo chino, quedaba a cuatro horas de casa, además era un internado muy estricto en el que los niños y las niñas debían vivir. Solo podrían ir a casa dos veces al año y los padres podrían visitarlos una vez al mes por una hora. Las rutinas en la escuela eran muy estrictas, debían despedirse de muchas comodidades y sobre todo obedecer, seguir un riguroso plan de vida, respetar sin objetar y cumplir a cabalidad con todas las disposiciones. A Chian – Chian esto la tenía sin cuidado, su único sueño era ser una famosa acróbata y pertenecer al famoso circo chino. Para ella, obedecer y cumplir las reglas era algo tan fácil como respirar y tan divertido como poner las piernas detrás del cuello. Su perseverancia era sorprendente. Una niña de tan corta edad y con una filosofía de vida tan marcada y ganas de triunfar como muy pocas veces se ve en alguien tan joven.
Esa tarde, el papá de Chian – Chian paseaba por el centro para regresar a su oficina. Al pasar por un almacén le llamó la atención un grupo de niños y niñas muy bien formados que entraban en él. El maestro había solicitado a los chicos que hagan silencio mientras que el pedía a la dispensadora que le mostrara los diábolos y los palillos. El padre comprendió inmediatamente que los chicos eran de la escuela de gimnasia. No dudó en acercarse a saludarlo y a contarle acerca de su hija y de cuanto ella deseaba ser parte del Circo Chino.
- Mi hija es una ferviente gimnasta, cada mañana prepara su cuerpo y su espíritu.
- ¡Qué bien!, dijo el entrenador, en un tono seco.
- Ella sueña con ingresar a su escuela, el próximo mes iremos a solicitar la matrícula-
- Está bien, dijo el hombre, casi sin mirarlo, preocupado mas bien de que los chicos se mantuvieran formados y de que los diábolos fueran los mismos que el necesitaba.
- Chian – Chian, es muy buena, usted debería verla cuanto practica, es muy perseverante….
- ¿Ha dicho usted Chian – Chian?, ¿Chian – Chian Huang?, preguntó con asombro el maestro.
Mientras preguntaba acerca del nombre, su interés se volcó directamente sobre el padre de la pequeña. Inmediatamente empezó una conversación en torno a Chian – Chian. El maestro le contó al padre, como su hija se había comunicado desde hace algunos meses por medio de cartas con ellos, siempre les decía que quería ser parte de la escuela y que lo iba a lograr. El padre sorprendido por la tenacidad de su hija, decidió invitar al maestro a su casa para que se conociera con la niña y que él pudiera observar los entrenamientos empíricos de su hija, pero sucedió algo mejor. El maestro dio una cita para el día siguiente para Chian – Chian, para que se presentara en la escuela para una audición.
Al llegar a casa, le contó a su hija acerca del encuentro y sobre las cartas, Chian – Chian confesó a su padre que había tenido temor de que no la enviara a la escuela de gimnasia y se disculpó con él por haber faltado a su confianza. Se abrazaron y empezaron a hacer los planes para su audición y su muy posible ingreso en la escuela de gimnasia que la llevaría a ser parte del Circo Chino.

Hoy los diarios anunciaban: “CHIAN – CHIAN HUANG y su grupo de acrobacias del circo chino, obtuvieron la medalla de oro en la competencia anual…perseverancia, dedicación y una fuerte convicción de sus metas, es lo que ha llevado a esta joven talentosa hacia el éxito”.

Texto agregado el 26-02-2008, y leído por 222 visitantes. (0 votos)


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