Los Graznidos

Llegamos casi al comienzo de la tarde. Nuestros anfitriones nos mostraron la casona y casi sin tiempo para descansar o asearnos nos llevaron a dar un paseo por el pueblo.

Tanto las casas nobiliarias, como las restantes, se hallaban perfectamente restauradas y el conjunto del pueblo, si bien muy bello, ofrecía una impresión excesiva de orden y limpieza.

Nos condujeron a varios cafés y allí fuimos presentados a personas encantadoras que mostraban una permanente condición risueña, hospitalaria y animada.

Enseguida se habló de la cena y en la casona,en mi opinión un poco temprano, se celebró un ágape estupendo al que asistieron gran número de comensales.Por mi parte, aunque me encontraba embarazado por ser un desconocido,gocé plenamente.Pues a las ricas viandas y vinos variados se añadía la chispeante conversación de personas inteligentes y de vivo sentido del humor.

Cuando ya mi timidez se había disipado por causa del licor y me encontraba de lleno entrando en el debate y prometiéndome una espléndida sobremesa me vi frustrado en mis esperanzas al ver como los invitados se levantaban dando por acabada la jornada.

En mi desolación pregunté si la velada continuaba en algún café del pueblo o de alguna otra manera.
La triste respuesta fue que todo se encontraba cerrado y simplemente la gente se retiraba a dormir.
Así marché con ánimo lóbrego a mi habitación que además hube, desdichadamente, de compartir y digo desdichadamente no porque sea reacio a compartir cuarto sino porque sobre mí se abatió, como una losa, una pesada noche de insomnio.

De haber dispuesto de cuarto propio hubiera ocupado la noche de distinta manera, pero el temor a molestar, a ser ruidoso, a encender la luz ,me obligó primero a un atroz duermevela y después a la contemplación de la negrura con los brazos cruzados tras la nuca.

Por fin decidí salir y puesto que deseaba fumar,con el mayor sigilo y entre tinieblas me encerré en un lavabo.Allí a oscuras, acodado sobre el alféizar de la ventana y contemplando el jardín en penumbra me empleé con el tabaco.

Aún creyendo que se trataba del graznido de una lechuza me estremecí.Oí un grito cerca y mas lejos su respuesta. Después se sumaron otros graznidos mas lejos y procedentes de distintos lugares.

Exhibían los gritos una cualidad lacerante, pues entraban por el oído dejando en mi alma un penoso poso de congoja. Sentí miedo y mis piernas flaquearon.

Cerré la ventana y allí pasé el resto de la noche,encerrado en un lavabo, a oscuras, temblando de miedo, vigilando la ventana además de la puerta pues también había oído gritos desde el interior de la casa.............................................................
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A la mañana se preparó un alegre desayuno.Había llegado la hora de la hipocresía. Me escudé en mi agotamiento para no ser descortés, pero la situación se adivinaba hueca. Las cartas estaban boca arriba.

Durante el día mis esfuerzos denodados por abandonar el pueblo fueron claramente desbaratados. Además se me advirtió de la temeridad de salir del pueblo a pie.
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Me hallo ahora solo en la casona. No he sido invitado a la ronda social de los cafés. Tampoco se ha celebrado cena ni comida. Mis pesquisas por el pueblo han certificado un completo abandono .

Pronto cerrará la noche. Entonces, presumo, habré de oír nuevamente sus gritos.
Habré de comparecer ante los vampiros y sus gritos lacerantes.

Así lo soñé.