Tengo un par de baladas atascadas en el fondo de la garganta que se multiplican al ver un beso doblar la esquina y llegan a su fin cuando los labios cerrados me oprimen un grito triste.
Siempre hay un intérprete sordo, que me narra episodios secretos de cuentos conocidos como un karma creciente que se adormece ante la espera de soliloquios.
Siempre hay un final inconcluso que aborta el deseo de otra ocasión y un envés contrariado de imaginación.
Lo que pudo ser, está perdido en el pasado que se ha llevado gran equipaje
Todo lo que estuvo, se marchó para estar en otro sitio,
Todo lo que fui, desaparece con la mirada dura y el corazón inclinado.
Ya no hay notas dulces de encuentros labiales,
Ya no oigo la melodía sincera y traviesa de aquella balada arrítmica que cantabas cuando un respiro agitado atravesaba tu garganta...