Al promediar el día, la palabra se había sentado en un banco del parque, inmersa en sus pensamientos. Quería ser inmortal, pero la inseguridad la había llevado a ser bosque adentro en bestia negra, cuervoo blanco. Aveces, árbol frondoso de fruta madura, madre y hombre campanero. En otras, playa, arena y mar, y en muchas ocasiones amor de fuego chiquito, flor de edén donde dios pensaba. Esta incertidumbre la había llevado hasta el extremo de ser paz, pero la metralla la asustó. Cansada al final del día, reflexionó: "Las palabras son signos indelebles que marcan la existencia".