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Baño de estrellas.

Aún recuerdo el día en que las estrellas comenzaron a formar parte de mi vida...

Camino a Chiapas, el camión con las luces apagadas, recién pasada la media noche, mirando por la ventanilla y meditando por un dilema moralista personal. Alternaba la mirada entre lo obscuro de la selva, que se expandía con tantos secretos en la inmensa noche, y esa mujer que empezaba a formar parte de mi vida, parte del dilema en cual me encontraba.
El camión se detuvo, las luces se prendieron y entre quejidos, alboroto y bostesos, la voz del dierctor sonó desde el frente:
“A ver jovenes, vamos a bajar a cenar. Son las 12:00 am, los quiero aquí en una hora, a la 1:00 en punto, provecho.”
Unos compañeros salieron corriendo, otros lentamente se despejaban y tomaban sus cosas, mientras que otros simplemente nos quedabamos ahí, víctimas de la escases de dinero.
Ella, llamemosle dilema, bajó junto con sus amigas a tomar el aire, platicar y cenar algo; mientras que yo, acurrucado entre la ventana y el ahora espacio vacío donde ella yacía, recargada en mi hombro, y tapado con una cobija cerré los ojos para por un momento dormir sin el movimiento del camión sobre la carretera.
Ésto no duró mucho tiempo, ya que una amiga comenzó a tocar la guitarra y con 45 minutos restantes en el reloj decidí salir a fumar un cigarrillo.
Prendí el encendedor, aspiré y una alta flama calentó mi frente, solté el humo y caminé hacia unn grupo de compañeros resagados que entre risas decidían en que lugar se prepararían unos sandwiches de frijol (método al que recurrimos para no gastar en restaurantes caros). Los acompañé, platiqué y me regresé al cálido lugar que había dejado en el camión.
Tapado y acurrucado, con el sonido de la guitarra y la alegría en las voces, acompañé en su interprestación a “la Fercha”. Cuando nos dimos cuenta ya habían pasado más de 50 minutos, no se escuchaba nada afuera y ya debíamos estar en marcha.
Bajamos confundidos, todo estaba obscuro y el restaurante de paso ya había cerrado, las luces del camión estaban apagadas y el conductor no estaba. Decidimos caminar un poco entre la noche, en busca de una señal de los demás. Dicho y hecho, a lo lejos divisamos a un grupo de personas, todos acostados menos el director, antes maestro de Literatura Universal. Nos acercamos en silencio, los que venian conmigo se incormporaron acostados a escuchar, pero yo me aleje un poco de la multitud y de igual forma me recosté.
Memo, el director, contaba la leyenda de las Zihuateteo, nombre que le daban en tiempos antigüos a las estrellas (mujeres con garras y sin parpados que se llevaban a los hombres que caminaban solos por la noche). Yo ya conocía esta leyenda así que, sin prestar atención a las preguntas y suspiros de los demás, me quedé atonito mirando el cielo que por más que quisiera describir terminaría arrugando estas hojas por lo inefable de esa imagen, la cual sólo mirandola se puede concebir.
Hipnotizado, anonadado, boquiabierto y con los ojos llenos de amor a ese universo ante mi...


Ahí, en ese eterno nirvana que aún el día de hoy recuerdo. Un mar de ideas, sonrisas, dilemas, problemas, felicidad, amigos, conocidos, familiares, todo, nada... Como si cada estrella fuera uno y el universo yo.
Fue ahí cuando las estrellas y yo nos volvimos uno, cuando me di cuenta de que si Dios no existe o si cualquier ser supremo es sólo necesidad de creencia humana, si sientes soledad, compañía, felicidad, ganas de llorar o reir, si crees que ya no hay nada o que lo tienes todo. Me di cuenta de que, aunque las estrellas soles de galaxias lejanas, un baño a la luz de las estrellas es lo que más ha llenado mi ser.
Y aún ahora, aunque en la ciudad no sea lo mismo, siento la energía de ese eterno momento y anhelo repetir esa sensación, sólo que ahora espero a una persona, a una estrellita, para compartir ese inigualable sentir.
No importa cuanto espere a esa persona, no me interesa cuando ya conociendo a esa estrella, tenga que esperar para compartirlo, por que cuando eso pase estoy seguro que me sumergiré en ese espacio hipnótico y esta vez, no estaré solo.

Texto agregado el 05-03-2008, y leído por 195 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
18-04-2008 Yeah... qué noche. Las estrellas compartieron su brillo y su guiño en forma fugaz, para luego dejarnos a todos reflexivos. Me alegra no haber sido el único. Salu2. axterion
05-03-2008 está muy bien narrado, coincido con sintomaen el final, pero en general muy bueno juaniramirez
05-03-2008 La idea general del cuento está muy chida, me gustó el desarrollo, pero creo que el final está medio apresurado, noto que faltan varios acentos que, hacen que por instantes, la lectura deje de tener fluidez. Sin embargo me gustó (y muchísimo) la última línea...Buen cuento. Sintoma
 
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