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Que es lo que piensa cada individuo que miro en la calle, que piensa el tipo obeso y bigotudo que siempre está en la esquina leyendo un pequeño librillo con imágenes caricaturizadas de sexo explícito, que ríe vulgarmente y suda tan estrepitosamente que le es necesaro secarse con su playera siempre sucia, o aquella mujer de aspecto extraño que siempre se está mordiendo las uñas y siempre parece nerviosa, ella, la que hace la limpieza en la pequeña tienda de abarrotes y cada vez que entro frunce la nariz y se moja los labios, y mi vecina del piso de arriba, que cada semana que la encuentro en los pasillos, se ve más delgada, incluso, sus costillas sobresalen, parece que se fuera a quedar en puros huesos, cada que la veo se acerca para asestarme un beso en la mejilla y que huele a vómito; que pensarán, necesito ideas para escribir,pero parece que lainspiración me hubiera abandonado, últimamente se ha vuelto tan difícil.
El chirrido de la puerta, apenas lo hizo girar la cabeza, sabía quien era, sabía lo que quería y sabía lo que le diría, así que simplemente trato de sacarle el último suspiro al encendedor y prender el cigarrillo que se reposaba sobre un plato sucio, agachó la cabeza y la recargó en la mesa como un perro viejo, fijando su mirada en el bote de leche que advertía una fecha de caducidad, sin duda ya pasada, miró a la pared que hacía de fondo y notó la sombra de la persona que se recargaba en el arco de la puerta abierta, tal vez esperando una invitación o una grosera despedida, la sombra se formaba cortada, pues la luz del pasillo era tenue, al fin de tres intentos, el encendedor suspiró y su cigarrillo obtuvo vida, dio una primera bocanada muy profunda y el papel de arroz besaba sus labios, cerró los ojos, levantó la cabeza e hizo mover su cuello hasta el claro tronido, mientras exhalaba el humo que se difuminaba con el aspecto sombrío de la estancia, volvió a contonear la cabeza de arriba hacia abajo…
-El arco de la puerta no se va a caer, así que suéltalo; y entra o lárgate, que ya conoces bien el camino.-dijo el tipo que se encontraba sentado aún sin abrir los ojos.
La silueta esperó unos cuantos segundos, tal vez meditando la respuesta o la acción, caminó tintineando sus tacones y con una especie de andar de aspirante a modelo, sacudiendo sus largas y torneadas piernas como lianas, llegó hasta la cama y se sentó, mientras cruzaba la pierna, los resortes de la cama se quejaban de su vejez crujiendo.
Miró de reojo el que se encontraba en la mesa, aspiró profundamente como para levantar la voz y se refirió.-No sé en tu casa, pero en la mía la puerta no se cierra sola.-Dijo manteniendo la misma voz tranquila.
La persona que estaba en la cama esperó otros segundos, se levantó de la cama y los resortes volvieron a respirar, caminó hasta la puerta y la cerró tranquilamente, se volteó y volvió a recargarse en la puerta.
La ventana abierta con los trozos de periódico viejo haciendo las veces de cortinas permitían que las luces del supermercado anunciando su apertura las veinticuatro horas parpadearan intermitentemente en la estancia y alumbrara por unos instantes los rostros de las dos personas que habitaban el cuarto.
-Te voy a hacer una pregunta y me vas a responder.- Esta vez se pudo percibir la voz de una mujer, era ella quien se recargaba en la puerta.
No obtuvo respuesta.
-A ti, que te encanta meterte en las mentes de los demás, ¿Qué crees que piensa una mujer que conoce a un tipo, no muy atractivo por cierto, pero le parece inteligente pues le dice que es escritor, el caso es que se frecuentan algún tiempo, no mucho, que tal un par de meses, el tipo la hace ir a su cuarto asqueroso cada que se le da la gana, revolcarse con ella en su vieja cama, y vaciarse como un animal, para después darse la vuelta, sin mencionar una sola palabra y empezar a fumar… tu qué crees que piense?, ¿tu qué crees que pienso?-inquirió la mujer.
El hombre volvió a dar otra bocanada al cigarrillo y suspiró.
-¿Tu me preguntas que pensaría esa mujer?, mmmm- vaciló sarcasticamente con una mueca parecida a una media sonrisa.-Pues seguro piensa que su vida es tan miserable que tiene que estar con alguien que le acompañe y pueda hacer su vida un poco menos miserable de lo que es.-volvió a sonreir- bueno al menos eso me imagino que piensa, pero dime, ¿Qué es lo que piensa?
La mujer guardó el silencio dentro de su cuerpo, y el silencio de sus cuerpos reinó en toda la estancia, solo a lapsos se podía percibir el desorden de las cosas en la habitación con luces color verde neón del supermercado de al lado, una ráfaga de aire entró por la ventana, proveniente de las vías que se alzaban por encima de otros edificios, amenazando la llegada del tren a su siguiente destino, e hizo que el cigarrillo se estremeciera con la caricia del viento.
Se puede ver a la mujer con su mirada inexpresiva, una luz ilumina, sombras, sombras, luz de nuevo, la mujer ha bajado ya la mirada, y se talla un ojo; el silencio no puede seguir incomunicado y clama por su libertad a través de las palabras de la mujer.
Humm-suspiró- de acuerdo ahora que mencionas ese tema, me parece un poco irónico, ¿no lo crees?, dime ¿quién es más miserable, yo que necesito compañía, o tú que te engañas creyendote ser un gran escritor?, y vive en esta pocilga, ah y además de todo, casi lo olvido eres un alcohólico.
No; estás muy equivocada, yo no soy un alcohólico,- calló un par de segundos, se levantó de la silla, estiró sus brazos y caminó lentamente hasta donde se encontraba la mujer, hasta ponerse justo al frente de ella- yo no puedo ser un alcohólico, pues… los alcohólicos son tipos que beben con clase y estilo, yo… solo soy un maldito y mediocre ebrio.
Se miraron fijamente y la luz neón parpadeaba ante sus rostros, dos rostros que se miraban fijamente sin decir una sola palabra, sin un suspiro, sin un pestañeo, pasó el tiempo y aún faltaba para que la noche se retirara a descansar, pero ya empezaba a bostezar, en ese sitio parecían congelados, y al parecer ninguno estaba dispuesto a ceder; sin embargo nadie permanece manteniendo la mirada para siempre, y la mujer lo sabía, desistió.
Parpadeó y bajó la mirada, viendo los zapatos viejos y roídos del tipo que la miraba fijamente, no sabía que hacer si llorar o reir, pues a pesar de que había momentos en que tenía unos deseos incontenibles de mirarlo a los ojos y gritarle y golpearle, incluso asesinarle, había otros en que veía en ese tipo a una persona realmente importante para ella; pero sabía que a pesar de todo, él tenía razón.
-Dime, ¿qué piensas hacer de tu vida, has pensado en el futuro, en tu futuro?-buscó una salida la mujer volviéndose a referir al hombre con lo único que creía que podía atacarlo, preguntando.
Miró a la mujer que tenía enfrente a él con la cabeza baja y observando entre ligeros parpadeos y a lo que la luz intermitente le permitía la cabellera de la mujer, volvió a sacarle vida al cigarrillo y exhaló el humo en la cabellera de la mujer.
-Bueno pues lo que haré será lo que he hecho toda mi vida, ah no perdone usted su majestad, toda mi miserable vida, voy a escribir y fumar mis cigarrillos corrientes, al menos es de lo único que estoy seguro, lo demás no sé ni me importa.- dijo sin titubear.
Supongo que estás loco o ¿qué te pasa, has perdido la razón?, hablas de puras estupideces, nadie vive de inspiración ni de palabras bonitas.- se exaltó la mujer llevándose las manos a la cabeza y retirándose del lugar en el que se encontraba.
Disculpe princesa pero el sarcasmo aquí lo hago yo, y respecto a tu pregunta, te voy a decir algo muy sencillo, para que tu pequeño, estúpido e inutil cerebro lo pueda entender; hace como unos diez años escuché a un tipo que cantaba una música que me pareció asquerosa, pues solo decía palabras rimándolas, me pareció vacio, por que limitarse a solo rimar, bueno ese no es el caso, escuché al tipo que mencionaba una frase diciendo que había dejado a la razón donde no pudiera escucharla, y me agradó, sin embargo me pareció muy decente así que yo, no la dejé, la asesiné, hace tiempo ya que lo hice, hubieras visto el placer al asesinarla con mis propias manos, y luego descuartizarla y encerrarla en mi armario,- guardó silencio unos cuantos segundos, como si estuviera reflexionando y empezó a reirse estrepitosamente con el cigarro en su mano derecha- me escuché como esos mocosos estúpidos que se visten de negro y se las dan siempre de estar tristes, como si fuese un dolor, si supieran lo rico que se siente revolcarse con ella cuando estás ebrio, ¿pero sabes qué es lo peor? Que se dicen anarquistas, sin saber ni siquiera por que lo hacen, se dicen anarquistas y aún viven de las propinas que les dan sus padres, asisten a colegios privados, y aplauden los domingos cuando se sientan con su familia bonita a ver los programas estúpidos de concursos.- volvió a sonreir, pero una tos repentina le interrumpió, parecía un perro enfermo, incluso se podría pensar que los pulmones se le saldrían por la boca, pero hacían un esfuerzo por mantenerse en su sitio.
Dio media vuelta hasta tener a la mujer nuevamente al alcance de su vista, y le preguntó.- ¿De qué te estaba hablando antes…?-silencio, nadie respondió-ah sí ya me acordé, de la razón; te estaba mencionando como la asesiné, ¿sabes?,- y se acercó al lugar donde la mujer se encontraba hasta ponerse frente a ella- Incluso creo que seguiré el mismo proceso para asesinarte a ti.
La mujer se encontraba al lado de la supuesta ventana, levantó la vista claramente atemorizada entre las luces del supermercado y tragó saliva.
Volvió a sonreir fuertemente y a toser de nuevo, esta vez fue tan fuerte que tuvo que tomarse del estómago, no podía dejar de reir y obviamente de toser.- Deberías de verte en un espejo, cada vez que te espantas, te ves tan mediocre y miserable, tu rostro se tensa y tu labio empieza a brincotear, y y y tu ojo derecho parece que va a explotar, tiembla como si tuviera frío, sin duda algún día deberías de verte en un espejo, bueno si al menos tienes el valor para hacerlo, me imagino que debe ser difícil para ti hacerlo y que el espejo se resista de no vomitarte encima.- seguía sonriendo, pero lentamente su voz iba retomando el tono sereno que le caracterizaba.
La mujer bajó la mirada-¿Alguien te había dicho que tus bromas son muy malas?
-¿Mis bromas son malas?, con razón nadie sonreía cuando me subía pintado de payaso al transporte público y hacía los mismos chistes.
-¿Por qué eres tan amargado, por qué sólo sonries cuando haces sufrir a las personas?- volvió a atacar la mujer.
-Desde que entraste, no has hecho otra cosa que hacer preguntas, ¿por qué esto, por que aquello, que vas a hacer…? , pero, está bien yo te entiendo, te gustan las preguntas, haré preguntas, es mi turno,- simuló con una de sus manos sostener una libreta, y con la otra un bolígrafo- ¿Les haces las mismas preguntas a todos los hombres, o… mujeres con las que te acuestas? ¿Lloras con las telenovelas y películas de finales felices? ¿Te huelen los pies? ¿Mientes o lloras constantemente? ¿Te dan nostalgia los niños mugrosos que duermen bajo los puentes? ¿Te gusta gemir y decir palabras sucias cuando haces el amor, o cuando tienes sexo? Espera creo que yo puedo responder esa última-sonrió ligeramente-… aún cuando hacer el amor y sexo no es lo mismo eh, sexo, es lo que todos hacen, algunos creyendo que hacen el amor; sin embargo, hacer el amor es… es… pues no lo sé yo nunca lo he hecho, yo sólo me libero como animal, de seguro tu tampoco lo conoces, pero supongo que debe requerir libertad, y pues desde ahí ya estamos jodidos, debe ser algo realmente profundo, algo que ningún humano conoce aún, a fin de cuentas, no es algo que me preocupe.-dio uno de los últimos besos a su cigarrillo, y contuvo el humo, como si quisiera que se quedara para siempre.
La guerra había terminado, y alguien había ganado la batalla.
La chica se levantó la manga y observó su reloj-Me tengo que ir, es tarde, debo trabajar.- la mujer supo que no habría nada más que hacer, por ahora, y emprendió la retirada, tal y como hizo su llegada, sin un contacto entre ellos, salió y dejó la puerta abierta.
El tipo caminó hacía la puerta unos minutos después y la cerró, al cerrarla dio media vuelta y se recargó en ella, en un lugar muy recóndito de su ser tenía unas ganas de ir tras ella y pedirle perdón por siempre portarse así, o si ella tuviera la intención de volver, él le abriera la puerta y le diera un abrazo y le mostrase que de verdad si sabía lo que era hacer el amor, pedirle que no se fuera, que volviera, pero sabía que volvería, siempre lo hacía;sin embargo, el lugar estaba tan lejano y recóndito, que no tenía la intención de hacer una expedición en su búsqueda.
Unos metros después la chica caminaba por el pasillo del edificio, con el foco dando sus últimos esfuerzos de vida, hasta fundirse y… desaparecer, daba pasos firmes con sus tacones la mujer y encontró ya a la salida a una mujer que parecía se la llevaría el viento, sus huesos se marcaban sobre su piel, y sus ojos desorbitaban, la mujer avanzó, y los huesos en el cuerpo de la mujer le mencionaron un buenas noches con una sonrisa más de esfuerzo por agradar y parecer amigable que por gusto, la mujer notó un aliento a vómito, pero solo respondió el buenas noches con un levantamiento de cejas y una media sonrisa, avanzó por la banqueta y limpió los trozos de cristal líquido que fluían de sus ojos, sacó de su bolsillo de marca similar a la original un frasquillo de manteca para los ojos y retocó su maquillaje exagerado y el azul noche de las sombras de sus ojos, másticó un chicle para disimular lo salado de las lágrimas que habían escurrido hasta su boca y una metamorfosis ocurrió; sonrió forzadamente, un auto se orilló- Hola putita,¿Cuánto?- mencionó el que manejaba el animal de acero.- la chica le miró de reojo y miró el auto, se acercó y recargó en la ventanilla-Mira papi, estás de suerte, para ti, cuatro cincuenta, tócale si quieres, para que veas lo que te vas a llevar…
El tipo dio la última acometida al cigarrillo, llevándolo a la frontera del filtro, y lo apagó en el suelo, la colilla quedó olvidada en el suelo, como las cientas más que le harían compañía en el suelo, mientras el escritor se incorporaba y caminaba trastabillando hasta la mesa, y éste mismo, empezó a hacer lo que mejor sabía, acariciar las teclas de su vieja máquina de escribir, buscó un cigarrillo entre los platos sucios, pero antes tuvo que hacer algo urgente, se llevó la mano derecha oliente a los ojos y los secó, estaban lloviendo, estaba llorando, siguió escribiendo hasta que las blancas pieles se le acabaran, la inspiración no lo había abandonado, las ideas habían vuelto…
joab

Texto agregado el 11-03-2008, y leído por 167 visitantes. (0 votos)


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