MI amigo casanova siempre se sentaba a la misma hora, en la misma mesa, en el mismo café del centro de la ciudad. Era un buen amigo y digo era, por que mi amigo casanova murió de una forma extraña. Murió escribiendo versos en un espejo con un pincel. murió cuando su corazón paro de golpe y lo dejo tendido con el óleo escurriéndole por la barriga y las piernas.

Él me decia que se aprende mucho escuchando y viendo, nada mas escuchando, nada mas viendo. Me decía, y en ese momento abría los ojos de una manera tan dulce e inocente, que cada persona es realmente genuina en sus pequeños gestos, en sus pequeñas palabras, esas que se escurren casi sin querer; esas que casi no se notan, lo demás son solo apariencias. Es decir para mi amigo casanova todos, somos vanas apariencias, todos somos objetos prefabricados y la única expresión de nuestra verdadera y genuina originalidad es un acto no presente para nuestra consciencia.

Lo envidie, lo odie, a veces lo odie con fuerza y con garras; otras veces lo ame como a un hermano, como a la única persona parecida a mi; pero esto no fue suficiente, nadie puede evitar el fusilamiento repentino de un fantasma agresivo, me pregunto que imagen se le abra cruzado por la cabeza cuando su corazón dejo de latir….

El era un gran escritor. Poemas, poesía, ensayos, textos sin sentido, todo lo hacia con una prosodia impetuosa, una prosa memorable y no lo digo por aclamarlo, como en un tipo de epitafio, pero me recordaba, me llenaba de un aleteo terrible, ese mismo aleteo que produce la buena literatura, me recordaba a Hugo, a Rimbaud, a Ruben y a muchos otros. Pero usted me dirá por que diablos empiezo yo contándole sobre una persona que usted no conoce. Su gesto me lo dice y es verdad, se que no tiene tiempo, se que justo en este momento por su mente pasan miles de cosas mejores que hacer, se que en este momento siente que su vida se escurre sin saberlo, pero amigo también se que usted escribe; también se que usted se llena de esa entonación, lo veo en sus ojos, en sus minúsculos gestos, como decía mi amigo casanova: usted nació para escribir y ser olvidado.

Una vez lo espié, lo reconozco. Entré al café, me hice en la mesa del fondo. Lo recuerdo muy bien, era de noche y llovía agradablemente. Llegue quince minutos antes, le pedí un café a la adorable camarera, ella me lo trajo en un diminuto posillo junto con 2 terrones de azúcar. Prepare mis elementos de espionaje: un periódico, unos lentes de sol ( quien usa lentes de sol dentro de un café en la noche? Eso mismo me pregunto yo ahora pero en ese momento no lo note, unos guantes y un sombrero de esos de copa antiguos. Me sentía realmente bien, me sentía como dentro de un libro policial, como si espiara a un culpable en busca de argumentos para acusarlo.

Mientras llegaba mire la atmósfera agradable, el olor del café revoloteaba por las mesas, sillas y manteles. La gente charlaba feliz, amigable, charlaban de muchas cosas, de temas tan metafísicos como la existencia de una suprarealidad solo accesible para unos pocos, hasta temas tan vanos como la fricción de un balón de fútbol con el césped muy alto de una cancha; todo interesante, en ese momento pensé, la soledad no duele por que no se nota, ahora entiendo la manía de mi amigo, así era como disimulaba su melancolía: alegrándose con las vidas de los demás.

Él entró, sonriente, con su abrigo en el brazo derecho, saludo a la camarera y se sentó en una mesa donde podía observar a todos sin levantar muchas sospechas. YO me apresure, me puse la indumentaria, me sentí realmente ridículo, como un tipo de dandi espantapájaros con ese sombrero viejo, las gafas de sol, los guantes y el periódico abierto.

Sus ojos, oh amigo, si ud pudiera haber visto sus ojos, eran hermosos, de verdad lo eran, miraban sin juzgar, miraban con un deseo de conocer tan inocente, tan bello, un deseo de apropiarse de las alegrías ajenas y volverlas suyas por segundos sin que nadie se diera cuenta. En ese momento sonreí, lo confieso, sonreí por que me sentía feliz, así vestido como un figurín, como detective florido y poco sutil sintiendo el ya inmortal repicar de las gotas de lluvia en las piedras y las calles.

No quiero molestarlo mas , ni tampoco quiero hacerle perder el tiempo, se que no lo he dejado hablar, se que este ha sido mi monologo en espera de ninguna respuesta pero por favor tenga paciencia, llegara el turno en el que usted podrá abrir su boca y comentar; por ahora le contare los puntos importantes, que de verdad son muchos o son pocos no lo se, solo quiero que saque algo de esta historia, de esta narración, por que siento que cuando murió mi amigo casanova murió también una parte de mi.

Solo le diré que esa noche casanova miró como siempre, inocentemente, miro a todos, agradablemente, se tomo mas de 5 tazas de café mientras el humo se disipaba y se alimentaba de los recuerdos ajenos y las voces de desconocidos. A veces sacaba una libretita y apuntaba algo, luego lo fui a saber, apuntaba los rasgos que le habían llamado la atención. Usted puede buscarla, en otra ocasión con mas tiempo le dejare ver aquella diminuta agenda, muy divertida e interesante pero por ahora solo le diré que cuando ya todos se marchaban mi amigo casanova se puso de pie preparándose para irse también. Pago la cuenta y salio del café. Yo, yo rápido, sin quitarme el disfraz también pague, me olvide del periódico y Salí tras el. Allí, iba caminando, por la séptima, las luces de los buces embestían su espalda. Yo lo seguí a una distancia prudente. Note desde mi posición como giraba su cabeza, como miraba en torno suyo, como si nunca hubiera visto los anuncios brillantes de las tiendas, como si fuera la primera vez que viera esa maquina de algodón de azúcar, o aquel semáforo plantado hace años.

El cruzaba una calle, lo hacia viendo en ambas direcciones, yo, yo no, yo solo lo seguía. Seguimos por toda la séptima hasta llegar al museo de arte moderno donde tomo un desvió y salio por un pequeño puente de piedra hacia un parque, en él se sentó en un quiosco, luego se acostó mirando los árboles y finalmente fue a la calle y tomo un coche para, supongo yo, terminar en su casa.

Yo me devolví al pequeño quiosco, nunca me había fijado detalladamente en el. En la parte superior estaba tallado en piedra la figura de varios Dioses, si no me equivoco, Baco, Demeter, Venus y Hefesto, eso creo. Descubrí que mi amigo era un pagano solitario y melancólico amante de las hojas que bailan en el cielo de la noche cuando se desprenden de las ramas.

Bien, no lo niegue, usted también esta empezando a sentir un poco de afecto por el, pero es hora de terminar, mi amigo, terminare y usted me vera cada vez que quiera y le contare de nuevo esta historia cada vez que me lo pida, terminare diciéndole que me siento solo y triste, que siento como si me hubieran cercenado las manos o partido el cuello. No lo entiende sin casanova, solo soy yo, soy yo solo, el yo que se da cuenta que es el mismo que se murió escribiendo versos en un espejo, el yo que le rezo a los dioses para que todo termine y vuelva a empezar, soy yo, es el, tal vez soy usted, no lo se, solo le diré algo, los versos que escribió casanova en el espejo, lo ultimo que sintió, pensó y dictó.

Me perdonara la insondable noche
Que jamás la vuelva a escuchar
Tenue
Azul, se que naufragara en otros corazones y ojos
Pero yo, yo como le he dicho antes
Con mis labios llenos de tristeza
Yo dicto mi sentencia,
Escribo, para otros, escribo para otros que nunca sabrán mi nombre, escribo para otros que nunca me recordaran ni sabrán de mi
Escribo para el olvido y soy olvidado.

Y bien, recuerda lo que le dije antes, usted también nació para escribir y ser olvidado, ahora si, puede hablar.