Empiezo la facultad. Me mudo a Capital. Estoy tocando el bajo. Pienso en trabajar. Pienso en el ciclo superior. Pienso en tutores, amigos, conocidos, personas que no se si considerarlas enemigas o ni siquiera considerarlas…
Pienso en salidas, en escapadas, en fiestas. En disfrutar, en aprovechar, en reflexionar. En llorar, en reír. En la felicidad y en la tristeza. En lo ajeno y lo propio. Lo lejano y lo inmediato. Lo mío, lo tuyo y lo nuestro.
Mi vida personal sufrió una revolución. Ni hablar de mi cabeza o de mis sentimientos. A veces vuelo tan alto que la caída nunca termina… y otras veces pareciera que intento levitar y me elevo sólo unos pocos centímetros, sobretodo cuando estoy cansada.
Hoy es uno de esos días. De esos días donde el cansancio sobrepasa a mi fuerza, donde el desgano corroe al esfuerzo. Quisiera tener el ímpetu de llorar y quebrar un poco este silencio que rodea mi habitación pero no puedo.
Me miré al espejo; deformé mi figura y mi rostro, encontrándome hacia el final asquerosamente ajena. Y ahora simplemente sueño con clavar mis ojos en un río azul (azul y lejano como yo).
Debería volver a estudiar, debería volver a todo eso que con tanta altivez enuncié allá en el principio de este discurso absurdo, mas notarán con astucia que toda esta especie de catarsis no es otra cosa que un lindo chapuzón en los más oscuros rincones de mis preocupaciones. Y ahora estoy acá, frente a la máquina, un poco hastiada y otro tanto enojada. Porque me molestan las falsedades. Me desquician las personas que no son sinceras ni para consigo ni para con otros. Hablando mal y pronto, odio que la gente no tenga los huevos de decir las cosas como son y meterse las apariencias por el trasero cuando de dar su punto de vista se trata. ¿Acaso no somos todos un poco hipócritas cuando sabiendo lo que sucede miramos hacia otro lado y continuamos sin hacer nada para que la situación se aclare? Canto pri porque lo he hecho, por suerte aprendo de mis errores y planeo vivir con ellos. No los hago una pancarta en mi vida, claro está, pero los tengo bien presentes cuando el tiempo lo apremia.
Me molestan las muecas irresponsables, las fachadas bien pintadas y cuidadas que de pronto se caen, porque los cimientos nunca fueron reales. Me molestan los descaros de pretender ofensas que no existen, pues nunca se dieron.
Me gustaría mofarme un poco de todo esto, y a veces –con sinceridad lo digo- lo hago, pero realmente a estas alturas tan sólo me resulta patético. Que lástima tantas palabras desgastadas y tantas sonrisas en vano, que lástima malgastar sentimientos de bienestar aun cuando uno no tiene casi fuerzas para levantarse. Que lástima aspirar a ser mejor cuando lo único que nos sale de adentro es ser una reverenda perra.
Que suerte que me hago responsable de eso. Y sonrío. Ahora sí lo hago.
Soy como soy y soy fiel garante de ello.
No jodas con María. No le mientas… No.



Que lindo ser descortés y seguir agradando a aquellos que realmente me interesan.
Que bello saber que hay personas que van a comprenderme.
¡Que angustia la mía de no saber si vos lo harás! ¡Oh!




(Más perra que nunca) (Y bien orgullosa de serlo)