Así; de entrelíneas, buscando espacio en el espacio
Dejó de haberlo o no hay,
Entre ese, tu sitio de estrella agria
Y éste, el mío, mujer;
Teatro sangriento de mi comedia,
Así,
Como una puñalada, nos acostamos en el filo
De la estocada trivial,
Y te digo; todo espacio es tuyo,
Menos aquel par de piedras,
Recuerdo de alguna libertad celeste.

Y entras, como un espectro mezquino,
En el puño, en la palma y en el humo de boca
que suele parecerse a ti,
Y sales soplada,
Rajando parte de tu anatomía en el piedrerío
Que queda de las ruinas de aquel sitio
En el que alguna vez fuiste reina.

Mirabas con ojos de tiempo ya adormecido o
Fuiste no más que una gran puta
en el reino de las que no lo son,
-¿y no hay espacio? Te pregunto otra vez
¿o todo y cada parte del tic-tac
Que suena hondo aquí adentro
Te pertenece?

Altiva,
Tejes tu corona por encima de perros concientes
De su falta de aullido,
Te mueves, culebra caucásica,
Derecha y firme
Por cada esquina de esta tarde húmeda
Que no acaba nunca.


Calabozo de frío,
Mi actriz de novena categoría
de pupilas solidificadas
con tanta sal, llanto y música desparramada,
Te has quedado dormida en el trono de otra;

La imagen, lo racional que puede ser una imagen,
Te espera, me espera allá afuera,
Y entonces tú, mi bella doliente,
Durmiéndolo todo con tus ojos de marzo marcial,
Abres una ventana en el rincón infinito de la palabra miedo
Hecho corte,
Y todo es tan igual,
Es su mimesis tradicional.