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La luz colaba despacio por los espacios de la cortina, se podía deducir que eran alrededor de las 11 de la mañana. Nunca se encontraba ella despierta tan temprano, sobre todo nunca se encontraba ella frente a su espejo. Pero esa mañana 14 de Julio ella estaba ahí, dispuesta a asumir el riesgo.
En la habitación se sentía el olor a perfume femenino, con trazas de humedad. Se distinguía el cuerpo de Isabel buscando entre las revistas con esmero. Saltaban lejos las que no le servían y acomodaba las que le eran útiles. Fue sacando las páginas, de las cuales caía el glamour, la alta costura y la belleza.

Miró la hora: las 11.30. Miró su rostro: Un desastre. De las páginas recortadas tomó dos: Kate Moss y Gemma Ward. Le parecieron finas, fuertes y femeninas. Como ella quería ser. Tomó medidas, moldes, colores y sombras y por fin se dispuso a tomar el sacapuntas, meter el lápiz y girarlo, esperando que la punta quedara del tamaño correcto, primero debía ser un trazo fino, para el bosquejo de su rostro. Separó todos los colores necesarios y utensilios de medición con paciencia y cuidado, debía calcular lo que hacía fríamente, no era un juego.

Contempló el desorden de su rostro y decidió cambiarlo. Primero una toalla desmaquilladora, luego un poco de crema hidratante, había que limpiar con cuidado su rostro, borrar cualquier indicio de pasado. Y así lo hizo, con la toalla borró la sombra que había bajo su boca, la que marcaba su mentón. Borró luego las comisuras de los labios, llevaban mucho tiempo ahí. Siguió deslizando el pañuelo por su labio inferior, borrando lo rojo de su boca, los dientes que se veían y el poco de lengua que asomaba.
Borró el labio superior y todo lo que llevaba con él, solo quedó una parte lisa de piel, fuera de cualquier tipo de labio rosáceo; primera tarea completa.
Miró sus dos imágenes y decidió que necesitaba un labio abultado, “boquita de cereza”, se dijo, y si hubiera podido, habría sonreído. Necesitaba que el labio superior fuera un poco menos grueso que el labio inferior y que las comisuras dieran un aire a sonrisa.
Y así, tomó el lápiz y comenzó a dibujar, despacio, finamente, dando la forma que deseaba, luego delineó con rojo para dejarlos armados y por ultimo pintó con un pincel y tinta roja, siguiendo despacio las respectivas curvas, haciendo sombra, dividiendo los labios, asomando automáticamente sus dientes y lengua.

Miró su trabajo y quedó satisfecha, pudo sonreír, y sintió que en su boca se encontraba algo cercano a su perfección. Ahora quedaba su nariz, nunca le gustó dibujarla, y el hecho de borrarla le daba cierta satisfacción: primero las fosas nasales, luego el porrón y por último el tabique. Decidió que necesitaba una nariz respingada, mediana, acorde con su rostro alargado. Trazó la sombra, dio ases de luz y relieve para que se formara su nariz y con el pincel negro pintó sus fosas y sintió que el aire entraba húmedo, con olor a nuevo. Quedaba poco, y ya iba secando la pintura, debía poner color en sus mejillas, un poco de rosado para tener aire infantil.

Ahora venía la parte más difícil, sus ojos, esos ojos almendrados, castaño claro, que brillaban al sol, esos de largas pestañas que le daban un aire romántico a su rostro. Se limitó a mirarlos un momento, a tomar un delineador negro y repasar la curva, a pintar de verde sus párpados, a encrespar sus pestañas y a dar un toque azul bajo la ceja. Y en su ceja pasó el delineador café, le dio forma y dirección. Y así quedó lista toda la parte de su máscara.

Miró la hora: 12.30. Miró su rostro: primavera. Debía correr, ponerse la ropa y arreglarse el pelo para llegar a la cita, para que su trabajo tuviera significado y motivo. Salió corriendo, casi olvida las llaves, pero salió. Llegó a la pequeña plazoleta y esperó sentada a que llegara él. A lo lejos se divisó un hombre de chaquetón negro, que caminaba y traía consigo la lluvia, pasaba la nube de la tormenta y comenzó a mojarse la ciudad. El hombre sonreía encantado por la lluvia, y a medida que se acercaba iba transformando su mueca, a medida que caía la lluvia se podía percibir el miedo en su rostro con más fuerza hasta quedar parado y sentir que era todo un mal sueño.

Miró la hora: 13.00. Miró la marca: No resistente al agua.

Texto agregado el 01-04-2008, y leído por 142 visitantes. (0 votos)


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