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LA FUGA.

Todo lo tenía cuidadosamente planeado.

Sacó a oscuras una toalla de manos, del cajón de la ropa y, a tientas, la colocó sobre la lámpara de la mesita de noche, así podría encenderla sin que el resplandor lo denunciara fuera de la habitación. Tenía que obrar con mucha cautela. Ya encendida la luz, esperó, con el corazón latiéndole apresuradamente, hasta cerciorarse de que no se escuchaba ningún ruido en la casa. Permaneció inmóvil durante algún tiempo. Después, con movimientos cautelosos, se acercó al clóset, sacó, cuidadosamente, la pequeña maleta que ahí tenía y empezó a llenarla con los objetos que consideraba indispensables para su huida, sería un equipaje con lo estrictamente necesario para facilitarlo todo: un par de prácticos pantalones de mezclilla, dos sudaderas, ropa interior (el suéter lo llevaría puesto porque en estos días, de madrugada, hacía frío aún) unos zapatos negros de vestir (usaría sus tenis para salir caminando sin ruido) un libro de Roald Dahl, los cuentos de María Mercedes Córdoba (flop) y el último de Harry Potter, algunas fotos (entre ellas la de su padre ya fallecido), su colección de estampas, tres discos de sus artistas favoritos y la libreta donde había anotado las direcciones y teléfonos de sus amigos, por si los llegaba a necesitar.

Al terminar de preparar la maleta, se tendió sobre la cama para descansar, en espera de que llegara la luz de la aurora (de noche era peligroso salir, la oscuridad no dejaba de infundirle miedo) y, sin quitarse la ropa, apagó la lámpara y empezó a imaginar lo que sería su vida a partir de ese momento.

Al día siguiente ya no estaría al alcance del tirano; en adelante viviría libre de él; la suerte le cambiaría; lucharía, a brazo partido, por conquistar la fortuna, la buena suerte le abriría los brazos y, después de algunos años -no imaginaba si pocos o muchos- regresaría, fuerte y triunfante, en busca de su madre para vivir felices sin las crueldades del monstruo.

El cansancio hizo pesados sus párpados y ese cansancio se fue extendiéndose a todos los músculos de su cuerpo hasta convertirse en un profundo sueño. Un sueño en el que se vio dueño absoluto de su libertad, sin que nadie le impusiera órdenes injustas, humillantes y arbitrarias; sin recibir regaños, amenazas de castigos crueles, ni golpes inmerecidos. Un sueño en donde el monstruo había desaparecido.

Pasadas las horas, la luz del nuevo día, que entraba a través de la ventana, iluminó su endeble cuerpo aún vestido, tendido sobre la cama. A un lado, la maleta preparada la noche anterior.

Un poco después, afuera, los pasos apresurados de la madre, preparando el desayuno, y la voz del hombre, que ahora, después de la muerte del padre, dormía con su mamá, interrumpieron su sueño

— Niño, ya levántate m’hijo. ¿te lavaste los dientes anoche, antes de dormir? Báñate rápido y baja a desayunar; no pierdas el tiempo porque se nos hace tarde, a ti para la escuela y a mí para el trabajo; no olvides la tarea y acuérdate que hoy te toca educación física, tienes que llevar tus tenis y tu short.

Era la voz del monstruo, que se filtraba a través de la puerta cerrada, y lo sacaba de su sueño.

Ya empezaban los ataques: “¡Cepíllate los dientes!”, “¡Boléate los zapatos!”, “¡Haz la tarea!”, “¡Lávate las manos!”, “¡Péinate!”, “¡No te muerdas las uñas!”, “¡Cómete tus verduras!”, “¡Apaga la televisión!” “¡Estudia!”…..

Una última frase lo despertó totalmente.

— Hoy estrenan la nueva película de aventuras de Disney que han estado anunciando últimamente; iremos esta tarde a verla ¿De acuerdo?

En ese momento se dio cuenta de que la maleta preparada la noche anterior, estaba frente a la puerta de entrada a la recámara, expuesta a la vista de cualquiera que pudiera entrar ahí; la metió apresuradamente dentro del clóset, de donde la había sacado la noche anterior; cuando regresara de la escuela tendría que vaciarla y colocar otra vez las cosas en su lugar y habría que hacerlo rápidamente, antes de comer, porque en la tarde tenía que estar libre.

En la tarde, él iba a llevarlo al cine.

Después de todo, no era un hombre tan malo. A veces tenía detalles por los que podría pensarse que era una buena persona.

Si, podía decirse que era ¡Todo un tipazo!

“Hasta podríamos ser amigos”, pensó.



Abril, mes del niño.

Texto agregado el 07-04-2008, y leído por 570 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
13-04-2008 Claridez, creo que tu texto, encanta porque transporta a la niñez, y es importante siempre tenerla presente... muy lindo.. ***** tuga
12-04-2008 jejejejq ue tierno nuevamente!!! jejejeje me gustò como hilaste ese preparar el ambiente..jeje la inclusiòn de la compañera pues genia tambien! luzyalegria
10-04-2008 Muy hermoso con la frescura de todo niño,con su ingenuidad,sus dudas,sus permanentes cambios.¡¡Dios!!o ¡¡El diablo!!Estrellas con aroma a canciones infantiles. almalen2005
10-04-2008 Qué buen relato. Rebosa ternura y gracia. margarita-zamudio
07-04-2008 Me has sacado una sonrisa leyendo este relato. La inocencia de un niño y el mundo visto a través de sus ojos. Enhorabuena, buen trabajo.5* claraluz
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