Logró cazarlo arrinconándolo contra la pared de piedra, y dándole con un palito lo metió en uno de los frascos de cristal con la tapa agujereada.
Al llegar a casa como estaba establecido lo bañó. Hizo lo mismo con el escarabajo pelotero y el ciempiés peludo, tan solo los grititos de desagrado del escarabajo rompieron el silencio de la ceremonia.
Los vistió de gala poniéndoles un alfiler de corbata, asegurándoles la postura. Les escribió en una tarjetita sus raros y largos nombres, y los colocó junto a la vitrina de la entrada bajo la luz amarillenta, recibiendo a las visitas.
Texto agregado el 25-04-2008, y leído por 736
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Lectores Opinan
24-07-2008
Más que la descripción de un insectario... ¿No sobrevuela una reflexión sobre la vida y la muerte?
***** nanchogalarreta
04-07-2008
Muy bien descrito, si bien yo nunca coleccionaría insectos. Noguera
22-06-2008
Narras muy bien una situacion que nos parece tan cotidiana.. a quién de nosotors no nos ha tocado hacer un insectario alguna vez? odiaba esas tareas jajaajaja... saludos. jackievidela
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