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Inicio / Cuenteros Locales / cintia-bermudez / Las manos muertas.

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Una mano (parte del cuerpo humano)
tomo un par de anteojos equis que estaban sobre la mesa; de inmediato, el anteojo fue tambien sostenido por la otra mano compañera,
que acudio en su ayuda, y juntas interactuaron sincronisadas sosteniendolo por las patas,
como aprestandose a exponer sus lentes al tibio vapor del aliento.
Cuandos los antejos por fin estuvieron colocados con el sosten en las orejas, los ojos habidos de conocimiento patentizaron letras de un hipertexto en el word de una pc.
Entonces, esas mismas extremidades ahora liberadas, comenzaron a teclear un relato que ya estaba en tramite, cuando de pronto todo se detuvo, y los dedos, burocratas,
se entrecruzaron formando como un tejido en el mimbre, pues la mente no podia requicitar palabras sin la debida inspiracion negada de ordenes;
parecian dos cuerpo haciendo el amor en un anden abandonado del ferrocaril.
La mirada desatenta no encuentra un reducto para el desconcierto, no recala en ningun sitio del ambito, porque hay, impera,
como un clima de desconcierto en el novelista,
que como nervioso se alisa las arrugas,
y ademas chasquea con los dedos como si fuesen castañuelas, pàra quiza, aunque con fastidioso, recordarse que la marcha del poeta escritor no debe de interrumpirse aunque pasen las decadas.
Pero sono un disparo en la noche de un arma de grueso calibre, entonces, esas manos inocentes, ahora victimas de un cuerpo sangrante herido de muerte, tapaban como podian el orificio de la herida mortal, estandose rojas como manzanas especiales, pero recubiertas de un ultimo manto de guantes de Dama.
Su mujer, el amor eterno de todos sus felices dias,
lavo su cuerpo con minucioso cuidado,
y respeto, mezclandose sus lagrimas con el inmortal liquido que yace en un recipiente de plata
(cedido como promocion por la funeraria que esta frente al cementerio).
Por ultimo, una de las manos muertas,
pero relucientes del poeta siempre vigente, seguramente por los asares de la fisica posmortem, anclo en el rostro, de la que fuera en vida su mas adorada fortuna; y cual parte de un efimero milagro, o de un guiño divino del cielo,
apreto con el dedo indice la nariz de la viuda,
como llamando al asensor que prontamente llevaria su alma al cielo.

Texto agregado el 27-04-2008, y leído por 283 visitantes. (0 votos)


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