De tu vida octogenaria
no tengo mas recuerdo
que un recuerdo poco grato.

De nuestro parentesco
no tengo más presencia
que una palabra: “abuelo”,
la cual mencionaba por el simple echo de llamarte algo.

De tu existencia finita
no puedo decir más
que fue certera
mas solo me son rumores
pues dignarte a aparecer una vez en mi vida
no es para ponerse galardones.

De tu virilidad y galantería me queda
el regalo de tu descendencia.

Y de tu arte con la pluma
no me queda más recuerdo
que el olor y las letras borrosas de tiempos pasados,
de recortes de periódicos encuadernados.
Éso
y el placer por el verso que,
sin siquiera saberlo,
me has inculcado.


Triste es que con todo el tiempo que tuviste entre manos
nos dedicaras tan poco.

Triste es,
ante todo,
que con todo lo que intuyo que fuiste,
sepa tan poco.


Anoche,
tras años despotricando,
conseguiste dejarnos.


Hoy lamento la degeneración que sufrió un poeta,
no lamento ni tu perecer
ni tu huella en mí.