El Mago del Metal es mi héroe. Me puede hacer una canica con cualquier pedazo de hierro viejo que le lleve; dice que nada es imposible, mientras se ríe detrás de unos bigotes frondosos que lo hacen a uno sospechar acerca de la verdadera expresión de sus labios; El Mago es misterioso.

El Mago del Metal sabe de cocina; ha diseñado miles de adminículos incompresibles para la Santa que se las ingenia para darles uso --si es que existe alguno-- a cuanto objeto le lleva de regalo. Sólo no sabe qué hacer con una caja de colores misteriosos que se pone gris cada vez que le brota un llanto.

El Mago se sabe mago; le gusta silbar de mañanita y cantar al caer la tarde. Disfruta de un buen café a la luz de la luna, mientras saborea el dulce manjar de un pan recién horneado y un trozo gigante de queso que la Santa le ha traído. El Mago hace magias y te hace dormir de repente, sin avisar. Al día siguiente te levantas y por más que buscas no lo ves. El Mago se ha marchado y el silencio de tu casa delata que su presencia pudo haber sido tan sólo un sueño, hasta que descubres un pedazo de queso sobre tu mesa de noche y no puedes evitar el sonreír.