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Muchas veces nos quejamos de lo que se observa y constatamos que produce en abundancia nuestra sociedad moderna: crímenes, atentados terroristas, corrupción, conculcación de los derechos humanos, prepotencia, brutalidad, etc. Y, aunque sabemos que la causa está en la formación humana de las personas, poco se atiende a esta realidad de la que parte y dependen nuestros comportamientos. La ignorancia provoca muchos errores, injusticias, accidentes que a veces son fatales. ¡Cómo pedirle, pues, peras al olmo! Si no hay una educación en los sentimientos, que es lo más exquisito de la persona, ahí donde se descubre al otro como digno de ser amado por el hecho de existir y ser un semejante; si los otros son competidores, rivales, estorbos, cosas, entonces se les degrada, viene la corrupción, es decir, lo que observamos, aquello de lo que nos quejamos y no nos gusta, y que en definitiva, no debe ser.

Los sentimientos, aunque muchas veces se atribuyen al solo corazón, se descubren y experimentan siempre como parte integral de uno mismo: cuerpo, ojos, corazón, pensamiento, instintos, ternura, afecto, cariño, comprensión, emotividad, etc., es decir, es la capacidad que tiene la persona humana de salir de sí misma para manifestarse a los demás (es lo que siento que soy y vivo yo mismo); con este movimiento y capacidades el ser humano acepta y se abre al trato, diálogo y la comunicación, que con otras palabras significa el impulso del amor y deseo de favorecer, de hacer el bien, de acompañar, proteger, cuidar, promover, hacer feliz al otro. Actitud que puede ser también todo lo contrario, o sea, rechazar, despreciar, no interesarse por los demás, y que va acompañada, o mejor dicho, que se sustenta en el egoísmo, la sola búsqueda de uno mismo.

Curiosamente, aunque son diametralmente opuestas, estas dos actitudes o sentimientos: Amor - Egoísmo, tienen la misma fuente, la misma base y, en el fondo se identifican. O sea, tanto el amor, que busca el bien del otro, como el odio que busca su destrucción, nacen y se desarrollan en las personas, son manifestaciones humanas, expresiones de lo que se vive y se lleva dentro, de lo que se tiene, se piensa y se es. Y se identifican, en la admirable realidad de que no hay más que un solo sentimiento, es decir, una misma fuente y origen de toda expresión humana, que es el Amor. El amor mueve todo el universo, de modo, que el hombre, que es parte del universo, gira en torno suyo, en su misma órbita.

El egoísmo, en todas sus manifestaciones, es un exagerado amor a sí mismo, un amor que se prefiere a sí mismo por encima y a veces despreciando a los demás. El egoísmo tiene diversas clases: las hay toscas y grotescas, manifiestas a todos; y las sutiles u ocultas, que se identifican con la traición, el rechazo, la destrucción (críticas), en una palabra, la incapacidad de amar. El egoísmo, con todo, es también amor, pero un amor enfermo, desorientado, fuera de su verdadera perspectiva y sin horizonte. Es un amor que gira sobre su propio centro, fuera de la verdadera órbita, y que quiere, a veces por la fuerza, la violencia u otras formas, verse en el centro de los demás: temido, admirado, respetado y servido. Es un amor que causa lástima, pues, no siendo lo que debe ser, se destruye a sí mismo y envenena a muchos otros con su influencia. Es un amor rebelde, orgulloso, no humilde, que no quiere ni sabe servir; un amor que no quiere cumplir su misión de darse ni consumirse por los demás. Es un amor enfermo que no ha conocido el perfume, la alegría, el gozo del verdadero amor, de la generosidad, del sacrificio que es el rostro humano del amor.

Por eso, es necesario buscar el verdadero rostro del amor humilde y caminar en la fidelidad a él. Pero, caminar humildemente en su compañía, para descubrir el valor que mereció no tales o cuales renuncias, sino la opción por algo mejor.

Porque el verdadero amor, manifestado y hecho vida por los nobles sentimientos, es por sí mismo difusivo, extensivo y comunicativo. Tiene su centro y gira en torno al "Amor" (con mayúscula), y desde Él, quienes aman giran en torno suyo y de los demás, ayudando, orientando, animando, sirviendo, sembrando paz y alegría.

Texto agregado el 19-04-2004, y leído por 314 visitantes. (0 votos)


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