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Raúl Alfonsini sabía perfectamente como sucedieron los hechos que ocurrieron aquella tarde, en que la tormenta apago el ruido de las voces, de los autos y hasta el ruido del disparo que termino con la vida de su vecina de enfrente; la señora Anabel Estrada.
La tormenta interrumpió la lectura, y Raúl tomo su paquete de cigarrillos, tomo su encendedor y se dirigió a la ventana. Observo los rayos, escucho los estruendos ensordecedores y miro de pronto la casa de su vecina. La ventana de enfrente de la casa de la señora Anabel era muy grande. Raúl la miro platicar con un hombre que no era su esposo, y permaneció en su ventana para observar que podía suceder en la casa de su vecina.

Se percato que platicaban como dos viejos amigos. Sus miradas no denunciaban ninguna chispa de pasión. La tormenta era más fuerte a cada minuto y la señora Anabel y su amigo se asomaron a la ventana para apreciar la monótona caída de la lluvia. Después de unos minutos tomaron asiento y Raúl observo angustiado, que la visita de la señora sacaba un pequeño revolver del bolsillo derecho de su gabardina. Pero Raúl se sintió tranquilo al mirar que la señora no reflejaba el más mínimo temor, porque el hombre no la apuntaba y seguían hablando como lo hacían minutos atrás. Y sobre todo se percato que la visita tampoco hizo algunos gestos que haría alguien que se dispone a asesinar.

Raúl prendió el tercer cigarrillo, y en ese momento cayo un relámpago cegador. A los segundos, el horrible estruendo casi revienta sus oídos. Cuando Raúl se dispuso a seguir observando, el hombre que estaba con la señora salía de la casa. Observo su rostro y lo reconoció. La señora seguía en la misma pose que se encontraba cuando el hombre platicaba con ella, siempre sentada, pero muy estática.

Dos días después la señora Anabel estaba siendo enterrada. Unos dicen que debía alguna deuda, otros hablaban de un amante y unos pocos culpaban a su esposo.

Solamente Raúl pudo haber servido de testigo de esa historia, pero decidió callar porque pensaba que de nada serviría hablar. Por la señora no se podía hacer nada. No podía retroceder el tiempo para salvar a la mujer que siempre amo en secreto y que los celos le obligaron a pagar un asesino que se hiciera amigo de ella, para que así le quitara a Raúl la tentación que tenia enfrente.

Texto agregado el 10-05-2008, y leído por 183 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
12-01-2009 Muy buen texto. Con una buena narrativa expones con éxito el tema de un amor obsesivo y criminal. *****Saludos. sagitarion
10-05-2008 bene bene PAN-CONLO-MISMO
10-05-2008 Buen cuento. Trágico. Saludos. Azel
 
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