Un beso; ese sutil momento de la aproximación, donde la vida se vuelve todo, el ansia de poseer el espíritu del otro, el breve lapso de tiempo donde se adormece la conciencia, y lo único que se busca es eternizarlo, ir hasta el clímax de la unión espiritual, concentrándose en los minúsculos grumos de magia que existen en unos labios.

Esa brevedad de tiempo en que lo único que importa es la fusión multidimensional de las reacciones bioquímicas que provocan la más placentera sensación egoísta y paradójicamente compartida, no se desea nada mas que la eternidad instantánea.