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Del Cambio incorrecto.
“La mayoría de los flamantes adolescentes sufren, porque ven que la naturaleza, los desaloja de su cuerpo de niños sin aviso y el mundo de los adultos está aún ajeno y lejano. Se sienten envueltos en una serie de cambios que el crecimiento les genera en lo físico, que a su vez les produce un intenso desajuste psicológico, definido por crisis de identidad y por sentimientos de ambivalencia. Se preguntan ¿quién soy? y ¿qué soy? Y sienten la dualidad de desear y temer a la vez cuestiones fundamentales para su vida”. (Silvia Nieto)
Rosa Margarita del Campo, era una hermosa adolescente. Estaba cansada de pertenecer a una larga y ancestral familia de arraigadas tradiciones. Rosa Margarita II era la tátara tátara nieta del rey Jacinto I de Zhou, quien había motivado a un Clavel a que diseñara juegos con flores y plantas para su reino.
Su abuela Violeta, le había comentado que su bisabuela Clavelina también estaba cansada de seguir la tradición (iniciada por el ancestro Jacinto I) la por la cual las pequeñas nacidas en la familia llevarían el nombre de todas las flores.
Rosa Margarita, se deshojaba de amor por Agapanto cosa que la tenía enojada porque a diferencia de sus otras hermanas, ella buscaba un novio lejos del jardín. Pero Agapanto era tan fino y elegante que la había cautivado.
Agapanto por su lado, había estado en la Oficina general del Registro de Nombres una tarde, porque quería que un juez imparcial, le pudiera cambiar su situación: Agapanto no deseaba ser flor. Adelantado Trawler, observaba atentamente al peticionante y pensaba en la tristeza del joven...
Durante días, Adelantado Trawler, pensó en un nombre bonito, para la nueva figura de Agapanto. Una noche, ya estudiados más de tres mil nombres de los cuales seleccionó tres, sabía que entre esos tres uno de ellos sería el adecuado para Agapanto.
Al día siguiente, muy temprano se decidió llamar a Agapanto y hacer el cambio.
Agapanto, recibió el llamado muy entusiasmado; incluso ése día, se peino los pistilos con gel.
- Me gusta este peinado Punk, se dijo, me hace sentir diferente. Así contento, llegó a la oficina del juez.
Adelantado Trawler, había escrito los tres nombres en unas bellas hojas de papiro y cada uno de ellos lucía inquietante, misterioso, y provocador.
- Babor, Timón y Estribor, dijo en voz alta el juez, y, con una sonrisa de satisfacción, se frotaba las manos.
- Elija Ud. Señor Juez, no conozco ningún nombre fuera de los que me han rodeado desde siempre. No conozco el mundo, más allá del jardín y tampoco conozco a otros seres más que a las flores. Ud. ha sido el primer ser diferente que conocí.
- No, no, escoge tú, este será tu nuevo nombre y un nuevo camino que trazarás, dijo mientras pensaba, serás uno de los míos.

Agapanto estaba tan nervioso y emocionado, que no podía pensar, por lo cual cerró los ojos y a suerte, eligió uno de los tres papiros.



- Timón?, preguntó con enorme asombro Rosa Margarita. No conozco a nadie con ese nombre.
- Lo sé, dijo el reciente Timón ex Agapanto y su rostro tomaba una felicidad marina.
Pasaron los días y el recién estrenado Timón, se sentía extraño, pero notaba que Rosa Margarita, estaba más enamorada; muy pronto le diría de casarse y poder vivir juntos en una magnifica jardinera que había visto en las cercanías. Por momentos el aire del vivero, se mezclaba con el del mar que no muy lejos, comenzaba a llamarlo.
Timón, (ex - Agapanto) se dejaba llevar como si las manos de las sirenas, tiraran de sus penachos. Por momentos, no sabía bien si quería seguir en el vivero o descubrir que encerraba, ese aroma salado que arqueaba su cuerpo.

Al mes, de su cambio de nombre, una tormenta terrible, desbastó el vivero.
Por horas el viento y la lluvia anduvieron a su antojo, arrasando plantas desde la raíz, ramas enteras de los enormes arboles, hojas y flores. El cuadro era aterrador, los pequeños cuerpecitos yacían esparcidos por el suelo. Todos sabían el final que les esperaba; nunca llegarían a lucir en jarrones o jardines, meta de toda flor de vivero.

La tormenta había arrojado en la orilla del mar a Timón, quien sentía nuevamente esa extraña sensación marina que comenzó a subirle por el tallo, enroscándose, hasta convertirse en un círculo tieso.


- Busquen el timón, busquen el timón, gritaba un pirata con pata de palo de naranjo. Timón, adolorido aun por las revolcadas y los golpes que recibiera en la tormenta, agobiado y cansado pensó que lo venían a rescatar. Ya no le quedaban fuerzas para seguir y se desmayo, relajando su cuerpo hasta quedar como una flor deshidratadamente liviana.

La barredora mecánica comenzaba a limpiar las calles, luego siguió en la playa en donde había muchos desperdicios. Dejaría todo completamente limpio. Con sus dientes trituradores formaría una pasta para ser usada en la usina de combustibles reciclados.

- Oye, frena, frena, dijo el ayudante del chofer de la barredora. Aquí hay unas flores que deseo llevar a mi esposa, aun están buenas, creo que solo les faltaría agua dulce para revivirlas.
Como si fueran sólo pequeños pélalos, fue recogiendo una a una las flores que la tormenta había expatriado del vivero y las depositó en un cesto, el que también fuera recogido en la limpieza de la ciudad. Al finalizar la labor chofer y ayudante volvieron a sus casas, y la barredora mecánica satisfecha de su labor, descansaba en el mundo mecánico.
- Mira que lindas flores te traje, dijo el ayudante del chofer de la barredora, a su esposa. Si las pones, en agua revivirán.

Anastasia, buscó un jarrón y lo lleno con una botella del agua mineral. Fue colocando una a una, las pequeñas flores moribundas y algunas ramitas con hojitas temblorosas. El último, fue Timón. Lo miro con extrañeza, ya que Timón, no presentaba lo que diríamos el aspecto de una flor. Si bien era una flor, más parecía esas ruedas que son la dirección para los barcos.
No teniendo donde ubicar esa flor amaderada y curva, la dejo de lado y fue a la habitación contigua por otro jarrón.
- No sé donde ponerte, dijo a Timón, sin saber que éste la entendía, pareces un timón de barco, sin embargo tienes aspecto de flor. Quizás, sería más conveniente, que te colgara en la pared, junto a los cuadros...
- Timón no sabía muy bien de que hablaba aquella mujer, pero sí entendió, que ese no era destino para él. La deshidratación y los golpes de la tormenta comenzaban cobrar otra víctima. Caía la noche como un leve susurro sobre las cortinas alegremente coloridas. El sol, como apiadándose de Timón, lo acarició tibiamente el cuerpecito que se enfriaba a cada momento.

Agapanto, Agapanto sintió que le llamaban. Reconocía esa voz, era la voz del amor, de la vida, la voz de la felicidad que había tenido tan próxima, pero ya no podía responder.
Una abeja tardía que por allí pasaba, se percató de todo, y llamo a la brisa. Juntas, comenzaron a mover las flores del jarrón, de suerte tal que lo volcaron, muy cerca de timón.
Las flores al ver aquel tallo totalmente desfallecido, reconocieron a Agapanto.
Rosa Margarita, que había sido también herida, se apagaba.
- Agapanto, que locura has hecho! dijo Rosa Margarita, con voz ajada. Polinicemos, para poder vernos en la otra vida.

Las esporas volaron por el aire, el sol, no se quería ir para cooperar en ese milagro.





Brisa y pájaros convocados por las abejas comenzaron a revolotear a llevar el polen a un lugar adecuado. De esta forma Timón supo, que podría vivir millones de veces, si era una flor, pero no así, como un timón.
Aprendió que los cambios son para mejorar, para superarse sin dejar de ser lo que somos, porque lo que somos es un montón de riquezas en el cofre sagrado de cada individuo.

Cuando creció el nieto de Agapanto y Rosa Margarita, el pequeño Agapanto II, y vieron que comenzaba a quejarse de su nombre y renegar de ser flor, le entregaron un papiro, con este cuento que les conté.
Rosa Margarita III, recibió el mismo obsequio, unos meses antes.





Texto agregado el 15-05-2008, y leído por 105 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
15-05-2008 Está bueno. ¿O sea que Rosa Margarita y Agapanto tuvieron sexo? Esa parte no la contaste... Desastroso
 
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