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Inicio / Cuenteros Locales / Seiduna / Los recursos humanos durante la Segunda Guerra de Irak

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Un colega mío cambió de trabajo. Estaba hasta los cojones. Esta que sigue es su historia.

Se trataba de una empresa en la que participan varias Cajas de Ahorro y un Banco de verdad. El Banco entró el último porque las propias Cajas estaban hartas de poner dinero sin recibir nada a cambio, y sin que se viera que la gestión de su empresa participada fuera realmente buena o por lo menos mediocre, como todo lo que hacen las Cajas. En el momento de venir el Banco como salvador, La Empresa estaba en quiebra técnica, con unas pérdidas monstruosas que intentaban ocultar diciendo que lo que eran gastos eran, en realidad, “inversiones en I+D”. Puede decirse que el Banco fue estafado, aunque si les preguntas, ellos lo negarán todo.

Verdaderamente, La Empresa es el proyecto personal de su Director General, quien no es más que el clásico superviviente con contactos variados, los cuales utiliza para satisfacer sus propios apetitos económicos. Ya se sabe que, normalmente, quienes dirigen las Cajas son tarados empresariales, borderlines con apellido. Son puestazos asignados a dedo a momias políticas que en su día fracasaron en un Ayuntamiento o una Comunidad Autónoma. Y el Director General es más listo que ellos. El Director General es un zorro.

La Empresa se dedica a colaborar con Administraciones Públicas. A eso le llaman “Consultoría”. También vende software y cosas como gestión del cambio, modernización, reingeniería, etc.; como si de un supermercado se tratara. Pero el software es una mierda. No funciona ni cumple con las expectativas de los clientes. Tanto es así que la explotación de los sistemas tiene que llevarse a cabo desde la sede de La Empresa, a cientos de kilómetros de distancia, pues ninguna funcionalidad está realmente terminada ni jamás va a estarlo. De todas formas a muchos de los clientes parece darles igual, tan grande es el aburrimiento y los deseos de autodestrucción que tienen sus empleados en general. Sus vidas discurren en torno a una espiral hacia adentro que acaba, indefectiblemente, en el crematorio público.

La Empresa primero le colocó un Servicio a un Ministerio y luego a alguna Comunidad Autónoma del Sur, donde las Cajas dominaban políticamente a Consejeros débiles física y mentalmente. Después, La Empresa ha ido expandiéndose a base de mentir en las ofertas y de hacer favores o pasarles maletines a los políticos que les contratan. Nada funciona, todo está cogido por los pelos y los sueldos, como imaginaréis, son infrasueldos.

Por ejemplo, contrataron con una Comunidad Autónoma de lo más al Sur de España. Fue hace años. Y lo hicieron tan mal, cometieron tal cantidad de atrocidades y acciones desastrosas que la Comunidad Autónoma tuvo que quitarle el contrato a La Empresa y dárselo a Otra Empresa (que, por lo que viví y me cuentan, es también un pedazo de tragedia monumental).

Yo trabajaba en ese proyecto. Allí, los empleados ganaban tan poco dinero que siempre iban con la misma ropa o pseudo-harapos. Jerseys llenos de bolas de tan viejos que eran, camisas desgarradas por los sobacos y amarillentas de sudor seco. Las mujeres no usaban medias porque no se las podían permitir: vestían siempre con el mismo pantalón vaquero arrugado en la entrepierna. Los empleados, al desplazarnos de un sitio a otro de la oficina, arrastrábamos los pies y mirábamos con cara de corderos degollados a los jefes (que sólo ganaban algunos euros más que nosotros y eran mucho más desgraciados), nos lamentábamos como si nos estuvieran cociendo a fuego lento en una caldera del infierno, sólo nos faltaba rebuscar en los contenedores de basura para poder llevarles algo de comer a nuestros desnutridos hijos. Hubo divorcios por causas económicas. Alguno que otro comenzó a fantasear con la idea de quitarse de en medio “definitivamente”. Medio en broma, medio en serio, no podías escapar a la fugaz imagen de unas venas abiertas chorreantes de sangre. El cambio al euro supuso un duro trauma por la desaparición de la palabra “mil” en las nóminas. La vida desfilaba delante de los ventanales de la oficina, y nosotros viajábamos en un vagón de ganado a un ritmo cientos de veces más lento que el del resto de la Humanidad. Había compañeras que se traían a los niños a escondidas a la oficina por las tardes porque no tenían con quien dejarlos, y tampoco podían permitirse pagar una guardería. Un día, un tío muy gracioso se trajo un perro. Lo metió en el despacho del gerente (que estaba durmiendo la siesta en su apartamento) y el perro se puso nervioso y dejó la puerta llena de arañazos y hecha unos zorros. Los niños hacían pintura de dedos con el tóner sobrante de cartuchos para reciclar. Alguno de ellos, enfermo de cualquier virus, llegó a vomitar sobre un teclado. Otros se dedicaban a arrojar folios ardiendo desde las ventanas del segundo piso. Así, la tarde iba muriendo mientras esperábamos que llegara el momento de las tomas, en que las compañeras se sacaban uno u otro pecho y daban de mamar a sus bebés. Creo que más de la mitad de las visitas de Infojobs en esa época provenían de los empleados de la oficina de La Empresa en esa Comunidad Autónoma. Bastantes la teníamos como página de inicio del Internet Explorer. La Comunidad Autónoma se quejaba a lo bestia y los periódicos hablaban de nosotros día sí y día también por las barbaridades que cometían los informáticos de La Empresa con los ciudadanos autonómicos, enviándoles cartas con identidades alteradas e incluso cambiadas. Los datos personales que tratábamos fueron vendidos más de una vez a compañías de seguros y de venta de libros baratos por catálogo. Éramos famosos por la pésima gestión del Servicio contratado. El Director General venía para intentar calmar los ánimos, pero, según decían por las esquinas y en los urinarios, el Director General se pasaba el día chateando en sitios web pornográficos y buscando plan sexual para los fines de semana. Hacía entrevistas de trabajo a chicas a puerta cerrada, y los empleados se la traían floja y lo único que le interesaba era el bien “común” de sí mismo y de su cartera.

Y pasó lo que tenía que pasar y ya he dicho antes. Salió un nuevo concurso y la Comunidad Autónoma se lo adjudicó a Otra Empresa, una empresa multinacional; es decir: la hostia. Y ya fue el acabose.

Vino un tío con dientes de oro que fumaba como un carretero, con los bolsillos tintineantes de monedas, y nos dijo que las cosas iban a cambiar, que habría incentivos y mejoras salariales y todo eso. Con él vinieron más tíos después. Comían a todo plan filetones enormes con gigantescos tacos de verdadero foie mientras nosotros seguíamos escuchando nuestro propio ruido de tripas. Hubo cambio de jefes de oficina y vino una chica que había trabajado en un pueblecillo de Sevilla, de quien decían que sabía un huevo e iba a revolucionar la manera de operar de la catastrófica oficina de la Comunidad Autónoma. Es decir, de nuestra oficina.

Ahí fue cuando me despidieron. Realmente me fui yo, digamos, voluntariamente, porque, curioseando el correo electrónico de la nueva jefa (todos lo hacíamos), me enteré de que uno de los próximos en ser “tirado” era yo mismo. Buscaban gente aún más barata. Estaban trayendo becarios de la Universidad. Es decir: estaban trayendo trabajadores “gratuitos”. Llegaron incluso a anunciar cursos para formar a gente en los puestos de trabajo que después ofrecían como Becas. Pero cobrando un precio abusivo a los alumnos por la formación.

A la chica la despidieron poco después de irme yo al paro. Por manifiesta incompetencia. Creo que ha terminado aprobando una oposición a auxiliar administrativo u ordenanza en un poblacho de Murcia.

Yo, tras unos meses de consulta psicológica financiada por mis padres, encontré un puesto de trabajo en un invernadero. A los dueños no les ha importado que sea Licenciado en Derecho y tenga un Máster en Fiscalidad Internacional. Además, mis altos conocimientos de inglés y alemán suponen una gran ayuda para comunicarnos con los jubilados extranjeros que vienen a morir a esta zona. Ya no se les informa por señas de esta o aquella maceta con hierbajos. Ahora mentimos en varias lenguas pero cobramos en la moneda única. Y gano el triple que antes y, encima, más de la mitad es en negro.

Por mí, las multinacionales pueden irse a la mierda.

Texto agregado el 28-05-2008, y leído por 211 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
28-08-2008 Me recordaste un libro que se escribió hace algunos años que se llama El horror (no error) economico, en donde se habla precisamente de este problema mundial de la falta de empleos, del desplazamiento de los trabajadores por las máquinas. Esto que escribiste supongo pertenece a lo que es el género de cronica. Esta muy bien hecho y supone lo viviste, por ello el lujo de detallles. Por aca en la Ciudad de México tambien encontramos estas hostorias: licenciados en derecho o ingenieros conduciendo un taxi. Ferias del empleo en donde se forman enormes colas de aspirantes, y por supuesto empresas que se dan el lujo de pagar sueldos ínfimos porque siempre hay alguien que quiera el empleo. Saludos. dinosauro
13-06-2008 Lamento tu experiencia. Me agradó leerte. 5* ZEPOL
 
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