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Inicio / Cuenteros Locales / aprendizdecuentero / LA RATITA LOLA. Cuento para peques

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Aquella mañana, la ratita Lola despertó contenta.
Después de tomar su desayuno —una pequeña ración de queso, por aquello de que había que cuidar la línea— abrió su ventana.
El día estaba hermoso, era primavera y el sol lucía resplandeciente.
Hasta sus redondas orejitas llegaron los trinos de las aves que cantaban entre las ramas de los árboles y aspiró, con deleite, el aire impregnado con el perfume de las flores del parque vecino.
Todo la invitaba a emprender un paseo y la ratita Lola no podía despreciar esa invitación; así que se dispuso a salir y, recordando al ratoncito aquel, tan galán, que la cortejaba, lavó con mucho cuidado su fina dentadura, enchinó sus pestañas, cepilló con esmero, su suave pelambre, se puso su vestidito nuevo, se colocó una linda flor detrás de la oreja, ató un gracioso moñito en la punta de su larga colita, se dio una última mirada, satisfecha, en el espejo que había junto a puerta de salida y… ¡a pasear! salió feliz de la vida hacia el parque ondulando coquetamente las caderas.
Una cuadra más adelante, cruzando la esquina más cercana, estaba el parque donde acostumbraba reunirse con sus amigas y en el que siempre se encontraba con el ratoncito aquel, tan galán, que la cortejaba y apresuró el paso.
Iba a cruzar la esquina cuando, de repente ¡Zas! Apareció el minino tirándole un zarpazo.
La ratita dio un salto, pero era tarde, la zarpa del gato atrapó su colita. Haciendo un gran esfuerzo se zafó de un tirón y corrió veloz de regreso a su casita; imaginar los pasos del malvado felino detrás de ella, la impulsaban a apresurar la carrera para llegar y sentirse en la tranquilidad de su hogar; hasta que por fin ¡fiú! respiró con alivio al estar a salvo dentro de su hogar.
Ya estando adentro, se miró al espejo y no le gustó la imagen que vio ahí, había perdido la linda flor de su oreja, su vestidito nuevo estaba rasgado y ¡Jesús de Veracruz! Lo peor ¡Ya no tenía colita! El perverso gato se la había arrancado.
Pudo haberse puesto a llorar, pero la ratita Lola era muy valiente y decidió que no iba a resignarse a ser una ratita sin cola; si se quedaba así, rabona, sería, en adelante, como una triste bolita de algodón gris rodando por los rincones, soportando la burla de toda la colonia ratonil y eso no lo iba a tolerar, por lo que, haciendo de tripas corazón, se decidió a regresar y enfrentarse al gato para exigirle que le regresara su colita. De modo que, con pasos firmes y, dominando el miedo, salió, caminó con determinación hacia el gato, se detuvo frente a él, levantó la cabeza para mirarlo de frente, se estiró paradita sobre sus patas traseras, y, procurando que no le temblara la voz, le dijo, en tono seguro:
—Óigame Don Gato, —se limpió la garganta y, en un tono más bajo siguió hablando— Gato… señor Gato… Gatito, —había que ser diplomática para poder recuperar lo perdido— regrésame mi colita.
El gato la miró sorprendido y pensó: “Ah, caray. Nunca ningún ratón se me ha enfrentado con tanta audacia, esta es, sin lugar a dudas, una ratita muy valiente; tal vez debiera regresarle su colita, sin embargo, razonó, hay que cuidar la imagen, ¿Qué van a pensar el resto de los gatos de la vecindad si le regreso, así, sin más ni más, su colita a esta ratita insolente? Conviene hacerse del rogar, en otras palabras, tengo que negociar”.
—Lo siento ratita —le dijo— pero no te la puedo regresar; por lo menos no así, tan fácil; alguna condición tienes que cumplir para convencerme. Hmmm vamos a ver ¿Cuál podría ser?
—No lo sé, dímelo tú —concedió ella— ¿Qué quieres que haga para que me regreses mi colita?
El gato levantó una pata, se rascó la oreja, se atusó los bigotes y ladeando un poco la cabeza.
—¿Qué te parece —dijo— si, para que te regrese tu colita, me traes una jarra de leche? —y repitió relamiéndose los bigotes y con un brillo de gula en la mirada— Una rica jarra de leche recién ordeñada.
—Claro que sí —contestó la ratita— te la traeré en seguida. No te muevas de aquí, voy por ella.
No tenía una idea muy clara de cómo iba a conseguir esa leche, pero se echó a correr decidida hacia el pesebre donde vivía la señora Vaca y, en menos de lo que se los cuento, ya estaba ahí diciéndole.
—Vaca, Vaquita, regálame una jarra de leche para llevársela al señor Gato y que me regrese mi colita.
—Mmmmmuuuy buenos días, —contestó la señora Vaca con su voz ronca y pausada, alargando la sílaba “mu” como acostumbraba— claro que te la regalo, ratita Lola, pero haz de saber que para que yo produzca leche debo de comer y no tengo alfalfa. Tráeme una ración de alfalfa y te regalo la leche con muuuuucho gusto.
—Desde luego, vaquita —contestó la ratita Lola— voy a traerte la alfalfa que me pides, no te muevas de aquí, regreso en seguida.
Y se fue corriendo, corriendo, corriendo a ver al señor Forrajero.
—Señor Forrajero, señor Forrajero—le dijo en cuanto llegó frente a él—regáleme un poquito de alfalfa para llevársela a la señora Vaca. Ella me va a dar leche y la leche se la voy a llevar al señor Gato para que me regrese mi colita.
—Con todo gusto ratita, no faltaba más —le contestó el señor Forrajero, con su característico acento de norteño chihuahuense grande, fuerte y colorado— te regalo toda la que quieras, pero se me perdió la llave de la puerta de la troje en la que guardo el trébol, la alfalfa y todo el alimento para el ganado; tráeme una llave para abrir esa puerta y te regalo toda la alfalfa que quieras, por vida de Dios, no faltaba más.
—Desde luego que le traeré una llave —dijo la ratita— voy por ella y se la traigo en seguida.
Y se fue corriendo, corriendo, corriendo hasta llegar al taller del señor Cerrajero.
—Señor Cerrajero —dijo la ratita, con la respiración entrecortada por la agitación de la carrera— regáleme, por favor una llave, la llave se la voy a llevar al señor Forrajero para que me de alfalfa, la alfalfa se la voy a llevar a la señora Vaca para que me regale leche, y la leche se la voy a llevar al señor Gato para que me regrese mi colita.
—De-de-desde luego, ra-ra-ratita —afirmó el señor Cerrajero, que era un poquito tartamudo— te-te-te te-haré una llave ma-ma-maestra co-co con la que se pueda abrir cua-cua cualquier puerta, na-na-na nada más que pa-pa para hacer la-la la llave necesito ca-ca, necesito ca-ca calentar el hierro y así fo-fo forjar la llave y ¿qué-qué qué crees? No-no no tengo ca-ca carbón; necesito po-po poquito carbón y te-te-te te regalo la llave.
—Se lo traigo en seguida, señor Cerrajero, no tardo.
Y se fue corriendo, corriendo, corriendo a los hornos donde el señor Carbonero convertía la leña en carbón.
—Señor Carbonero, —dijo, en cuanto lo vio parado junto a sus hornos— regáleme un poco de carbón, el carbón se lo voy a llevar al señor Cerrajero para que me haga una llave, la llave se la voy a llevar al señor Forrajero para que me regale alfalfa, la alfalfa se la voy a llevar a la señora Vaca para que me de leche y la leche se la voy a llevar al señor Gato para que me regrese mi colita.
—Pero ¿qué e’ lo que tú me cuenta’, mulatica? —preguntó el Carbonero, un costeño moreno, de labios gruesos y pelo rizado— ¿Cómo e’ que ese gato bribón te ha roba’o tu rabico? Un trompón entre ceja, oreja y esa bemba de malandrín que tiene, es lo que le debemo’ de dar, y no leche, pero bueno, solo por ayudarte a ti chiquitica, yo te daré todo el carbón que tu me pida’ —y agregó— sólo que no tengo leña para hace’ el carbón. El seño’ Leñadol no me ha traído leña. Búcalo tú, por favor, y dile que me traiga la leña para hace’ el carbón y regalarte todo el que tú necesite’, mi linda ratica.
—Voy en seguida, señor Carbonero —dijo la ratita— buscaré al señor Leñador y yo misma le traigo la leña. No se vaya de aquí, que no me tardo.
Y se fue corriendo, corriendo, corriendo a buscar al señor Leñador.
Lo encontró sentado, a la entrada del bosque, muy triste y pensativo, cebando un mate, costumbre que había traído de su país.
—Señor Leñador, señor Leñador —le dijo— regáleme un poco de leña para llevársela al señor Carbonero y que me haga un poco de carbón, el carbón se lo voy a llevar al señor Cerrajero para que me haga una llave, la llave se la voy a llevar al señor Forrajero para que me de alfalfa, la alfalfa se la voy a llevar a la señora Vaca para que me regale leche y la leche se la voy a llevar al señor Gato para que me regrese mi colita.
—Pero mirá ¡qué tipo tan atorrante, ratita! —exclamó el señor Leñador, con el acento característico de su tierra natal— mirá que tratarte así a vos que sos una linda pebeta. yo te daría con mucho gusto toda la leña que vos quisieras, pero no tengo hacha. esta mañana, intenté hacer leña de un árbol caído que estaba seco, porque yo sólo hago leña con los árboles secos, tu sabes y mirá que mi hacha se desprendió y fue a dar contra una roca partiéndose en dos, así que no he podido empezar a trabajar, pero si vos me conseguís el hacha, yo te juro que te doy toda la leña que quieras para que se la lleves a ese boludo gato y te regrese tu colita.
—Se la traeré en seguida, señor Leñador, no se mueva de aquí que, en menos que canta un gallo, tendrá su hacha.
Y se fue corriendo, corriendo, corriendo a la tienda del señor Ferretero, estaba muy cansada y tenía sus patitas adoloridas de tanto correr, pero el deseo de recuperar su colita le daba ánimos para seguir adelante.
Cuando llegó, el señor Ferretero acababa de cerrar el negocio para ir a comer, pero volvió a abrir con gusto para atender a la ratita que, casi sin aliento, le pidió:
—Señor Ferretero, señor Ferretero, por favor regáleme un hacha, el hacha se la voy a llevar al señor Leñador para que me regale leña, la leña se la voy a llevar al señor Carbonero que me dará carbón, el carbón se lo llevaré al señor Cerrajero que me hará una llave, la llave se la llevaré al señor Forrajero que me dará alfalfa, la alfalfa se la llevaré a la señora Vaca que me dará leche y la leche se la llevaré al señor Gato para que me regrese mi colita.
— Vamos, chavala — le contestó el señor Ferretero ajustándose la gorra vasca y sin quitarse el puro de la boca— la existencia de hachas que tenía se me ha “agotao”, pero hoy vino un agente de una nueva fábrica y, como le hice un buen pedido, el tío me ha “obsequiao” una de muestra y esa te la voy a dar a ti, guapa. Vale, aquí está, llévatela.
La ratita, radiante de alegría, aceptó el hacha, dio las gracias y se fue corriendo, corriendo, corriendo a llevársela al señor Leñador; éste cortó la leña y se la dio, la ratita se fue corriendo, corriendo, corriendo a llevársela al señor Carbonero; el señor Carbonero hizo el carbón y la ratita se fue corriendo, corriendo, corriendo a llevárselo al señor Cerrajero que le hizo una flamante llave maestra con la que se podía abrir no solo la puerta de la troje, sino cualquier puerta; ya con la llave en su poder, la ratita se fue corriendo, corriendo, corriendo a llevársela al señor Forrajero que le dio una generosa ración de alfalfa; de ahí se fue corriendo, corriendo, corriendo a llevarle la alfalfa a la señora Vaca la cual, al sentirse muuuuuuuy satisfecha, le dio una grandísima jarra de leche; luego se fue corriendo, corriendo, corriendo a llevarle la leche al gato quien, de inmediato, le devolvió su colita.
Antes de llegar a su casa, la ratita pasó por la tienda de la esquina, donde compró una bolita de chicle de yerbabuena y, con ella, pegó cuidadosa y firmemente su colita.
Justo a tiempo, porque en ese momento tocó a la puerta el ratoncito aquel, tan galán, que venía a invitarla a pasear y a una rica cena, con deliciosos trocitos de toda clase de quesos, importados y del país, y salieron los dos, del brazo, muy contentos.
¿Y el gato?
Ah, el gato tardó varios días sin poder salir a la calle pues tomó tanta leche que tuvo una fuerte indigestión que no le permitía alejarse a mucha distancia del retrete.
La ratita Lola, desde ese día, se volvió muy precavida y nunca volvió a salir de casa sin asomarse antes hacia un lado y otro de la calle para revisar cuidadosamente y asegurarse de que no hubiera ningún gato goloso a la vista.
Y aprendió también el significado de dos palabras:
“Perseverancia” para no desistir sin haber logrado un objetivo.
Y “Solidaridad” que es lo que une a las buenas personas para resolver unidos cualquier problema.
Y, a partir de ese día, vivieron todos muy felices.

Texto agregado el 03-06-2008, y leído por 1039 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
15-06-2008 muy buen cuento. me encanto. fantastico para leerselos a los mas pequenos. me imagino a tus nietos disfrutando de el. carolina52
12-06-2008 Un texto con Juego de palabras, fluido, y muchos mensajes. Aparentemente este cuento es infantil pero encierra mucha sabiduría. Uno de los mensajes que tiene tu texto es "enfrentar el miedo", que es una tarea diaria y permanente. Te dejo mis cinco estrellas. ***** fabiangs
08-06-2008 Hago enfasis en el desarrollo del tema, lo has escrito con una sencillez bella, tan, tan que los niños sonrien y me dicen que si... un abrazo y felicidades por su talento adulto e infantil sendero
07-06-2008 Sabe Sr, Este genero infantil. me gusta mucho cuando viene de tì, es bello leerte en el, pues tiene un toque encantador a la vista de uno como adulto...******gracias por dejar disfrutarlo... tuga
06-06-2008 lo volví a leer por sugerencia de Flop, y mas me gustó todavía! divinaluna
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