Literatura no es:
- Ajustar cuentas con la vida...
- Justificar juicios sobre nuestro éxito o fracaso en la ídem...
- La televisión del alma de los pobres de espíritu...
- El fruto logorreico de la rumba...
- La emoción filtrada por el alcohol, derramada sobre el oído del amigo o la amiga...
- El mapamundi espiritual que construye el solitario de parque o de bar, en soliloquio trascendental con su ombligo...
- La efervescencia de polvo de estrellas y relámpagos momentáneos, cuando la evocación de la palabra confluye sobre el taller literario del maestro...
- El ejercicio onanista dominical de un grafómano Colombiano, Espectador del Tiempo en el Espacio...
- La rienda suelta, la pluma sin reservas ni pudor de la nadería, del opinadero ilustrado en las revistas que compiten entre sí por tener columnistas como helados, cada vez más “light”, más potables, más sabrosos y digeribles...
- El alma fatua enamorada del espejo, hinchada con los pedos de su propia pedantería, inflada de su propia importancia y futilidad personal...
- La contaminación espiritual de los ingenuos que leen, creen y confunden esa basura con literatura...
- La pose con un habano entre manos y boca, caminando por La Playa...
- La voz elevada, el dedo levantado, el rictus desdeñoso, que separa al escritor del rebaño y lo convierte, por arte de birlibirloque y postura intelectual, en miembro selecto del mundo inefable de los elegidos que traducen la vida de acuerdo con sus palabras que engolan de nadería sus opiniones petrificadas, su pensamiento tumefacto.

¿Cómo se aferra la llama a la vida? ¿Cómo se agarra la vida a la llama? Cuando la palabra no llama a la vida, mata la llama…