Rogaba que volvieras, que volvieras, que volvieras. Que no lo dejaras solo, por favor, por favor, que volvieras con él...

Era una canción bastante triste, y el ambiente era bastante triste. La ventana abierta dejaba pasar una brisa fría mientras el sol se ocultaba, sólo que en esa habitación no se podía ver el atardecer, sino que se veía el cielo cada vez más oscuro.

Unos libros amontonados decoraban el desordenado escritorio y la cama deshecha invitaba a dejarse abrazar por ella o a querer ordenarla de una vez, pero no escogí ninguna de las dos opciones, sólo continuaba ahí sentado, sin hacer nada, sin pensar en nada y pensando en tantas cosas.

A pesar de que el cielo afuera se veía bastante claro aún, dentro estaba muy oscuro, y así era como quería estar. Tomé nuevamente la botella y bebí un par de tragos desde la boca sin dosificador, sintiendo cómo bajaba el líquido, quemando mi garganta.

Siempre esperaré, siempre esperaré por ti...

No tenía fuerzas para moverme, pero no estaba en absoluto cansado, sólo deprimido. Por nada.

Simplemente deprimido.

Por fin luego de mucho fingir que haría algo, dejé la pluma sobre el papel en blanco, o que en realidad tenía sólo dos palabras. Quise ponerme de pie, pero todo lo que logré fue arrojarme hacia la cama y quedarme ahí, inmóvil, durante otro plazo de tiempo indefinido.

Me sentía infeliz por el hecho de existir. Iba todo tan bien pero me sentía tan mal, tan desesperadamente mal que no sabía qué hacer, que no sabía si podía hacer algo.

En realidad, alguien debería hacerlo por mí. Quién, no sé, aún estoy buscando.

Aún continúo sobre la cama y aún ese papel tiene sólo dos palabras escritas que no están dedicadas a nadie, y a cualquiera que quiera responder.

Te necesito,