|   Bailarbajo las sombras de las palmas en el acantilado
 una tarde de verano cálido y silente
 de cuerpos que se incendian bajo el cielo
 al bostezar tras tanto trago
 Bailar
 con la húmeda camisa pegándose al pecho
 Los pies desnudos se deslizan
 por entre la espesura de la hierba
 rodeados por mesas
 de largos manteles blancos,
 que ondean el susurrar de copas al viento,
 como faldas de monjas
 que pasean soñolientas,
 como carpas de circo antiguo,
 velas de un barco
 que vuela a la deriva,
 mientras los gitanos
 fuman sobre sus coches,
 conversando en lenguas perfumadas
 que delinean el letargo,
 de soñar que anochece lentamente
 Y el baile se desvanece tras las sombras
 de ciudades lejanas, ocultas por el sol,
 de torres iluminadas por las luciérnagas,
 aromas suaves,
 de largas cabelleras ensortijadas,
 niños que musitan entre risas,
 sonrisas cómplices
 de mejillas encendidas,
 niños que pasean despreocupados en la oscuridad,
 niños que iluminados solo por sus ojos
 se besan
 por sobre los misterios del tiempo,
 por sobre Dios,
 por sobre la Eternidad.
 
 
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