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Muchacha

Me encontraba en camino a la papelería, lugar donde sacaría cinco fotocopias a un documento para entrar a la universidad; era de noche, y solo me alumbraban los focos casi apagados de la esquina; el lugar estaba desolado, solo yo, unas personas en el supermercado, y una gran bulla de chillidos que cantaban mis zapatos al caminar.

Los chillidos se hacían más notables con el eco que producía el reducido espacio de la papelería, cada vez más cerca me parecía. Al fin entré, estaba lleno, raro para mí, pero no para estudiantes comprando cartulinas, y para una señora que pedía un betún.

Aburrido y con sueño me encontraba, no me acuerdo lo que pensaba, cuando llego ella, aquella muchacha, no indiferente a mi presencia; era muy linda, demasiado bonita: tenia pelo negro, largo y reluciente, le caía en la espalda suave y lentamente, mientras pedía una carpeta de cartón… Ya confundía la situación, no sabía si sacar la fotocopia al documento o a su rostro para empalagarme de felicidad al verla de nuevo en mi techo de ángeles una y otra vez, me ilusionó con su sonrisa, me enloqueció con su belleza, ya no tenía ni prisa, se me perdió por completo la cabeza…

Se llenaba más y más la papelería, y nos arrinconábamos poco a poco a la esquina, ya había entregado el documento para que lo fotocopiaran, y ella había pedido su carpeta. El disimulo nos reinaba, los dos queríamos lo mismo, un solo besito, o quizás el teléfono en un sobrecito; já, que locura, todo estaba lleno, pero solo la sentía a ella, su perfume llenaba de gozo mi cuerpo, su piel cubría de sensaciones mis labios, y su pelo colmaba de deleite mis manos… ¡Ay, que pecado repleto de lujuria pensé!...

Había una cometa con cara de águila a nuestras cabezas, pues empezaba el mes de Julio, y se acercaba el de agosto (mes de las cometas); trataba de disimular mirando a lado y lado, a la cometa, pero ella lo notaba, y miraba donde yo miraba, hasta que la miré; así directo sin pena ni vergüenza. Frente a frente, casi nariz con nariz, sonreí y le alcancé la carpeta a sus manos, ella me miró, sonrió y me dijo gracias dándome un papel que traía en el bolsillo derecho, así tuve el descaro de verle todo el cuerpo, ¡que muchacha! Se despidió del señor de la papelería con un gesto, y conmigo con un beso; que casi termina en mi anterior deseo, porque volteé mi cabeza y me dio un ligero retoque, labio con labio, que también ella buscaba; se acerco a mi oído y me dijo con voz más que seductora su nombre, Andrea.

Me miro por ultima vez a los ojos, no quería dejar de hacerlo, y yo tampoco; pero tocaba, la llamaban, se fue entre la gente amontonada, y desde afuera me sonrió; yo también hice lo mismo. Recibí la fotocopia y me fui a casa.

Al acostarme, guarde los documentos, mire el papel que Andrea me había entregado, y sonreí otra vez como idiota, como lo hice al frente de ella, al ver su número de teléfono, su dirección y su correo, con una nota que decía: “Me conecto todos los días”

Texto agregado el 09-07-2008, y leído por 260 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
04-01-2010 jajaja muy buena Fernando Fernandez, Andrea existe?? camilowrite
27-07-2008 Felicitaciones,Iván, entretenido y bueno tu cuento. Mis saludos. rdejunio
12-07-2008 Buen cuento, me recuerda los días donde las atracciones eran tan inconscientes que nada de lo que pasara en rededor importaba, podría estar besándose desesperado con miles de transeúntes caminando al lado y uno era uno. Buen relato y un fuerte abrazo. juanjara
11-07-2008 Entretenida y divertida historia. Un saludo. Azel
10-07-2008 Juvenil anécdota de internet 5* chilenomarinero
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