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Por eso me gusta tanto María, porque se nota que es toda una mujer y no se ha puesto a gritar, ni histérica ni nada cuando el ascensor se ha parado. No es raro que el ascensor se pare a veces, porque el propietario ya dice mamá que es muy agarrado para con los arreglos, y no tenemos comunidad de vecinos que nadie quiso ser presidente. Ni papá quiso, tan para todo que es siempre, pero era mucho engorro, dijo, y nunca nadie te agradece el tiempo que pierdes, y así pensarían los demás porque nadie se presentó y entonces estamos sin comunidad que se encargue de cosa como reparar el ascensor debidamente, y el propietario se hace el sordo porque no vive en el edificio y así es que a veces se estropea. Pero mira María, la bonita María, como sabe aguantar el tipo y ni una voz levantó cuando quedamos encerrados y parados, se limitó a dar unos golpes con las llaves en la puerta y me dejó a mí lo de gritar llamando a ver si alguien oía cuando vimos que el timbre de emergencia tampoco funcionaba. Al menos luz había, eso estaba bien, para así poder ver a María, lo preciosa que era, que mismo en ese apuro yo no sabía dejar de mirarla aun de refilón, para que ella no se diera cuenta ni pensase mal, que al final yo soy hombre y comprendo que estuviera un poco nerviosa por estar allí sola conmigo. Ojalá pudiera decirle que no tuviese miedo, que yo nunca le haría ninguna cosa sucia como en las películas y los sucesos de los periódicos. Pero eso no se puede decir en situaciones como ésta, porque debe ser una evidencia que tienes que esperar que ella advierta, no hacer nada para que se dé cuenta, si la situación dura, de que no corre ningún peligro. Y disimula muy bien el pánico que le debe de estar entrando, allí dando golpecitos con las llaves, pero creo que hasta se le nota temblar un poco, pobrecita. Pobrecito, mira el chico de la señora Lourdes qué carita de miedo se le ve, a ver si alguien oye y así se le pasa el mal trago al muchacho, que también es faena esto de quedar encerrados, seguro que él preocupado de que su madre le diga algo, que ya es tarde, sí, muy tarde y yo que aún tengo que acabar el trabajo y mañana es el último día para entregarlo. Me va a tocar trasnochar porque sin hacerlo no puedo presentarme a los finales de Estadística, qué faena sería, ahora que iba a sacar el curso limpio. Y adiós al viaje a Marruecos, no podría porque tendría que estudiar para septiembre, qué rabia, esperemos que haya alguien fuera y escuche, por favor, que alguien escuche, que no puedo estar aquí toda la noche y seguro el chico tampoco, angelito, cómo me mira de soslayo dándome la iniciativa para que haga algo y qué impotencia no poder hacer. Y tan tarde qué va a haber nadie, ya es mala suerte estropearse tan de noche, a ver qué hora es, las doce pasadas, raro que suba alguien hasta casi el cuarto que debemos estar, que estamos si el indicador del ascensor está bien, aunque vete tú a saber si ni siquiera funciona la alarma. Si fuera el primero aún, incluso el segundo, porque ahora recuerdo que la señora Sofía saca a pasear tarde al engrudo de lanas que dice ella que es un perro, pero aquí en los pisos de arriba son todos matrimonios mayores que hará tiempo estarán durmiendo, sólo a lo mejor la madre del chico, que estará despierta preocupada porque no le llega el hijo, a ver si decide a asomarse a la puerta, pero no, porque su ventana da a la calle y mirará por ella a ver si viene, así que nada. Paula y Lidia tampoco, que siguen en la fiesta y son de las que se quedan hasta el final. Paula seguro que hasta no viene y se va con Jorge a dormir al piso de él y Lidia vete tú a saber, pero fijo que no, siempre hasta el final la jodida, mira que aguanta. Eso sí, mañana mismo hablo con los vecinos y le plantamos cara al señor Pedrosa, porque esto no es de recibo, mira que pueden llegar a ser tacañas las personas, y egoístas y despreocupadas. Tres meses con el problema del ascensor. Y no será por no llamarlo y mandarle cartas, abarrotado tendrá el buzón de nuestras cartas, bueno, seguro el cubo de la basura y no el buzón, porque ése cerdo es de los que se pasa por el forro lo de los demás, poco le importa a él mientras sigamos pagando el alquiler. Pero esto se acabó, mañana hablo con los otros y que no se le paga hasta que arregle, y si hace falta se le amenaza con ir a Sanidad que le vengan a hacer una inspección, a ver si así sigue igual de chulito y caradura. Me fastidia porque tengo que hacer el trabajo sin falta, pero es que aún encima sólo hay que mirar la cara de corderito del chico, todo asustado y seguro pensando en que su madre lo va a regañar, como me pasaba a mí hace dos años cuando vivía en casa antes de empezar la carrera aquí en Vigo. Recuerdo que me ponía mala el llegar tarde, sólo por tener que aguantar la mirada de papá y mamá. Espero no ser igual en eso cuando tenga hijos, creo que sabré darles libertad en esas cosas, que estos son otros tiempos y ya la juventud no tiene que encerrarse en casa a las nueve, digo yo. A ver qué le digo al muchacho para que se tranquilice. Me preguntó si me llamaba Pedro, ¿te llamas Pedro, verdad?, esas fueron sus palabras. Yo disimulé, aunque supiera que ella sabía ya pero lo hacía por decir algo y no estar así callados esperando a que fuera se enteraran de que estábamos encerrados. Así que le dije que sí, y le hice la misma pregunta a ella, ¿y tu María, verdad?, así le pregunté, también añadiendo lo de verdad para que no se sintiera acosada, pero creo que ya no se sentía y se había dado cuenta de que no debía tenerme miedo, porque sonreía, con esa boca tan linda que tiene, al contestar que sí que se llamaba María. Aún sigue sonriéndome, yo no sabría decirle lo feliz que me pone verla así de diosa dulce, y escucharla con esa voz tan de mujer cuando dice si nos sentamos que parece que va para rato. Yo le contesto que se siente ella que voy a ver si puedo dar unos golpes en la parte de arriba, que creo que asoma en el cuarto y a lo mejor mi madre me oye si está pendiente porque tardo. Le digo madre y no mamá, no vaya a pensar que soy todavía un niño faldero aunque viva con ella, que en dos años ya empiezo la universidad. Pero bueno, eso ya se daría cuenta, aunque mejor no decir mamá por si acaso. Entonces se sienta en el suelo del ascensor y yo doy unos toques con los nudillos arriba en la puerta y grito varias veces. Parece que no hay nadie, me doy la vuelta para decirle que parece que no hay nadie y casi se me sale el corazón por la boca, porque ella se ha sentado y va vestida de fiesta, con un top negro de mucho escote, y desde arriba le veo mucho el escote y noto como los colores se me suben a las mejillas y digo que hace calor para disimular. Creo que el hombrecito se está ruborizando, sí, como un tomate se ha puesto al mirarme el escote, qué gracia verlo tan coloradote e intentando disimular. No voy a mirarlo para no hacerle sentir vergüenza, es normal que se ponga así, está en la edad. ¡Vaya! Pues sí que está en la edad a juzgar por eso que se le está marcando en el pantalón, pobrecito, como mete la mano en el bolsillo. ¡Qué tontos los hombres! Siempre haciendo lo mismo como si pensasen que nosotras no nos damos cuenta por mucho que pongan la mano encima de su cosa por dentro del bolsillo. En fin, a hacerse la despistada. Le digo que se siente, así ya no pasa el mal trago —eso no se lo digo, claro—, y me hace mucha gracia como se baja al suelo con la mano aún en el bolsillo, y luego la saca y agarra las rodillas juntas con los brazos para tapar y que no se vea. Con un gesto indiferente, me subo el top, que no es que me de mucha vergüenza que mire con esa cara de tontito, casi que me dan ganas de enseñárselas para que aprenda de una vez lo que son, que seguro que aún no ha visto unas más que en la tele y así anda de acalorado. Pero eso sólo es un decir, que anda qué corte hacer eso, ja, ja. Así que me subo el escote con aire indiferente. Me parece que se ha dado cuenta de que le estaba mirando el escote, porque se lo ha subido y creo que le noto en la cara un gesto así como de ofendida. Qué bobo soy, ya me vale quedarme mirándola así. Pero es que tan cerquita estamos, uno frente al otro... Mira que es pequeño el ascensor, y me alegro, claro, pero por otra parte no, porque a lo mejor María piensa mal y se enfada. Sí, creo que se ha enfadado, porque ha dejado de sonreír y ha mirado a otro lado para subirse el top. Yo quisiera decirle que no se equivocase conmigo, que era muy bonita y no podía dejar de mirarla, pero que soy un caballero y nunca haría cosas raras. Menos mal que puse a tiempo la mano en el bolsillo, creo que no llegó a darse cuenta, si no a saber lo que iba a pensar. Yo esas cosas no las puedo evitar, seguro ningún hombre puede, porque la fisiología es la fisiología, y es natural que vaya por su cuenta. Pero eso no lo entienden las mujeres, porque ellas lo tienen muy fácil para que no se les note, así cualquiera. Y menos mal que llevo vaqueros, que con los de tela canta más y no hay mano que disimule. Así con los vaqueros está bien, que sujetan y queda la cosa más escondida. Menos mal, ya mira otra vez y vuelve a sonreír, parece que se le ha pasado el enfado. Ojalá tuviera valor para aprovechar el momento e invitarla a ir al cine, o a tomar un café, aunque yo nunca tomo café pero no me importaría empezar a hacerlo si fuera con ella. Lo malo es que seguro me dice que no, porque ella ya está en la universidad y esas cosas, y las mujeres siempre quieren a chicos mayores que ellas. Pero nunca se sabe. Mamá, por ejemplo, le llevaba dos años a papá e igual se habían casado y sido felices aunque papá estuviera siempre enfermo. Hasta que murió, felices, siendo el más joven. También la señora Claudia, la del 1º B, salía con el hombre aquel que a la legua se notaba que era más joven y, aunque la gente cuchicheara, se les veía la mar de contentos y enamorados. Puede que a María le gusten también los hombres jóvenes. Nunca me había fijado lo bien que ha crecido este chico, mira que le ha salido guapo a la señora Lourdes, con esa carita de ángel y esos ojos azules tan lindos. Pena fuese tan joven, que si no, aún se le aprovechaba. Ay, Jesús, qué cosas le hace a una pensar esta impaciencia de salir de aquí. Pero bueno, así en pensar, por lo menos me entretengo hasta que nos saquen, que en verdad da gusto mirarlo al mozo tan de gimnasio que debe ir, que se le notan bien los músculos de deportista. Al fin y al cabo, por decir, ¿qué le llevaré? ¿Tres, cuatro años? Ja, ja. Anda que no sabía yo que tuviera una mente tan calenturienta. Compórtese, María, ¡ja, ja, ja! Los ojos le brillan como si se estuviera riendo para ella misma, seguro que se ha dado cuenta de lo de la mano y se está riendo de mí. No creo, que me parece que disimulé bien, pero a lo mejor no se creyó lo del hace calor que le dije y supo que me había puesto colorado. ¡Qué rabia! Y es que siempre me pasa y no sé como evitarlo, es como lo de que tenga que poner la mano, igual, pero la cara no es sólo con las chicas, sino siempre que me da vergüenza alguna cosa. Se me sube el rubor y yo intento pensar en otras cosas distintas para que se me sosieguen las mejillas, pero es inútil, como un cangrejo me pongo y no puedo remediarlo. Sí, seguro que se ha fijado, no creo que en lo otro, pero en eso sí, y ahora se ríe de mí por ser tan infantil y niño de mamá. ¡Y yo pensando en invitarla a salir! Pues sí que... Qué gracia, ahora se ha puesto con morritos, como fastidiado. Seguro está harto de llevar tanto rato esperando. Qué simpático está con los pucheritos, esa carita de niño grande, así hasta es más guapete todavía. Le pregunto si es que tenía que llegar pronto a casa y me lanza la bravata de que no, que el no tiene hora para estar. No puedo más que sonreír ante su rostro de ofendido, no debí hacerle esa pregunta, ya soy mala, ya. Se levanta y dice que va a probar otra vez con los golpes arriba. De espaldas a mí, ahora me fijo en su culo. Es curioso que antes no me hubiera dado cuenta. Tiene un culito precioso, primorosamente marcado dentro de los vaqueros. Ay, mi debilidad, lo reconozco. A ver que me fije en las manos, que yo soy de traseros y manos, es lo que me atrae, qué se le va a hacer. ¡Qué bonitas! Grandes, y con los dedos largos, como a mí me gustan, y las uñas cortadas, sin morder. Perfectas, sí, requetelindas. ¿No podía tener un par de añitos más, jolín? Su voz tampoco está mal, parece la de un hombre mayor, suerte que ya pasó lo de los gallos, le quitaría toda maniobra a la imaginación. Uf, pero qué culito más mono, como para agarrarlo ahora y... Me he dado la vuelta y ella ha dado un respingo hacia atrás. No sé, pero casi diría que me estaba mirando el culo. Anda ahora con la cabeza baja pero no sé si se ha ruborizado porque lleva maquillaje. Ja, ja, bueno sería que me estuviera viendo el culo. ¿Le pareceré guapo? No, a lo mejor sólo le gusta mi trasero, o quizá ni eso y ni siquiera me estaba mirando y me lo he inventado yo y se asustó al darme la vuelta de golpe y por eso dio el saltito. ¡Buf! Otra vez el escote, voy a sentarme antes de que tenga que meter la mano en el bolsillo. Me ha sorprendido mirándole el culo, qué vergüenza, pero parece no importarle. ¡Cómo son los hombres! Siempre tan engreídos, se nota que no están tan hartos como nosotras de que nos miren con la lengua fuera. Igual que ahora, que vuelve a fijarse en mi escote, como distraídamente, pero con él no me importa, que es un chaval todavía y muy tímido, aunque bien pensado no tan chaval y mira que es guapo el cabronazo. Tranquila, María, que te van a subir los calores y no de vergüenza precisamente. Me está mirando mucho con esos ojos verdes tan preciosos que tiene y yo le devuelvo la mirada, pero la vista se me vuelve hacia el escote, es inevitable. Yo creo que algo puedo gustarle, si no, no me miraría así. Me parece que voy a pedirle una cita, tengo que atreverme o no me lo perdonaré jamás, pero seguro me dice que no y entonces no sabré dónde meterme, porque ni siquiera puedo marcharme corriendo como si estuviéramos en una cafetería, aunque cómo íbamos a estar en una cafetería si no nos conocemos para tomar un café, o ir al cine o algo así. Me da a mí que quiere decirme algo pero no se atreve el pobrecito. Desde luego yo le gusto, voy vestida para gustar, que buen dinero me costaron el top y la falda y las medias y los zapatos con tacones como para no gustar, y en la fiesta todos me miraban y allí eso me envanecía y me molestaba a la vez, pero aquí sólo me envanece, porque el chico realmente me gusta y es tímido y educado, quizás demasiado y ya podía serlo menos y besarme y hacer lo que tuviéramos que hacer que ya siento el cosquilleo y los calores que me suben pues una no es de piedra, jopé. Nada, que me llamen asaltacunas, me da igual, además no me lo van a llamar porque nadie lo tiene por qué saber y ya le diré a él que no diga nada. No es que me importe que digan, pero mejor así los dos callados y pasarlo bien ahora y luego callados sin contarlo a nadie. Yo sé que él quiere pero no se decide, habrá que darle un pequeño empujoncito. A ver, así disimuladamente, como que no me doy cuenta y me siento como él, agarrando las piernas con los brazos, pero no tan fuerte que queden totalmente juntas, y si se sube un poco la falda mejor, para que el vea, no mucho pero que algo vea. Lo que faltaba, y ella sin darse cuenta, no sabe que yo me fijo en los detalles y estoy atento, me bastó una mirada de pasada para notar que se le veía el triangulito blanco por la rendija de sus dos piernas frente a mí. Ese adorable triángulo blanco de más allá de las medias, qué suerte que no llevara pantys que quitarían toda la magia. Nuevamente la fisiología que actuaba y yo me encogí más, aunque supiera que así como estaba ya no se me notaba, pero yo me encogí igual por instinto, y de vez en cuando le miraba entre las piernas de pasada para que no se diera cuenta. Ella dijo que hacía calor, supongo que porque se acordó que yo lo había mencionado antes y se había olvidado contestar al darse cuenta que me había puesto colorado al mirarle el escote, y con la ofensa no respondió entonces y lo hacía ahora que ya no parecía enfadada. Me miraba muy fijamente a la cara, no supe por qué hasta que me acordé del grano, horror, está mañana me miré al espejo y tenía un grano en la frente. Entonces no se notaba mucho, o a mí me pareció que no, pero ahora seguro que había crecido y ella no me miraba a mí sino al grano, seguro que era espantosamente grande y yo no me acordaba del grano y es eso lo que ella mira, maldito grano. ¿Qué hace? Ahora se lleva una mano a la frente como tocando. ¡Ah! Ya veo, tiene una espinilla chiquitita, ni me había fijado. Es para decirle que tranquilo, que no se nota y todos pasamos por la edad de los granos, pero anda que estoy yo para pensar en granos o espinillas y éste que no se decide y sigue tocándose la frente. Un momento. ¿Y si es que no le gusto? Quizá para él no sea más que una vieja, pero no, porque la mano se la llevó al bolsillo y se puso colorado. A lo mejor le gustan más como él, tímidas y no tan locas como voy hoy vestida. ¿A ver si estoy haciendo la tonta y al final me lanzo y me suelta un no? ¿Y si le pido la cita y me dice que no? No, mejor será no arriesgarme y levantarme y no verle el triángulo blanco y darme la vuelta para no perderme en su escote y llamar fuerte. Está llamando, dios, está llamando. Pues queda claro que no le gusto, qué palo, y él seguro se dio cuenta de que entreabrí las piernas para enseñarle y a saber lo que pensará de mí, de fresca para arriba y seguro le dice a la madre y ésta a los vecinos. Pero no, no creo le diga a la señora Lourdes que esas cosas no se dicen de hijo a madre, espero que no le diga entonces, aunque es un chasco igual pensar que no le atraigo, si al final sólo es un mocoso pero bueno. Y ella seguro que pensando que soy un mocoso y yo con la fantasía de pedirle para salir, ¿en qué estaba pensando? En fin, oigo golpes y voces, parece que me han oído, sí, esa es la voz de don Genaro el del tercero, que dice que va a buscar ayuda. Ella se levanta y se ajusta las ropas. Es tan bonita... Ojalá tuviese yo tres años más para ser su novio. Me mira con esos ojazos cielo mientras me coloco bien la falda y el top. Qué pena saber que no le gusto. Por lo menos, si fuese tres años mayor, le invitaba a tomar un café e igual acabábamos siendo amigos.

Texto agregado el 14-08-2002, y leído por 908 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
30-11-2004 Frenético. Me ha vuelto a encantar. hemefeo
04-06-2003 Rayos!!!!cuanto me alegro de haberle robado uno a las exactas...Ingeniero, maravilla de cuento.... hache
29-11-2002 vlado, releyendo este cuento me doy cuenta de que el error ha sido mío. está muy bien así. saludos welip
16-11-2002 una vez más te felicito, valdo. excelente forma. una sola observación: tal vez debas de revisar el primer salto, porque no queda claro que es ahora ella la que piensa. por un momento pensé que habían tres personas en el elevador. luego ya caí en cuenta. excelente relato, te digo. saludos. welip
 
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