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Ese día iba caminando con la felicidad que uno siempre lleva cuando deja de llover. Después de cuatro días de lluvia, se disfruta de la vereda con un gusto particular. Pisaba cada baldosa con la alegría de no ver saltar el agua por los costados. El camino hacia el subte de ida al trabajo siempre es un tanto monótono. A veces repaso algún que otro tema de la facultad, otras canto en voz media, o más alta cuando pasa alguien cerca para ver la cara que suele poner la gente cuando lo escuchan a uno cantar por la calle. Así fue como la vi caminando primero delante de mí. Supe que era ella ya que el color rojo del cabello era bastante llamativo y poco común. Era el color no de tintura, sino de papel crepé. Me recordaba un poco a mi hermana. El olor del papel, el agua teñida.
La recordé enseguida. Ella iba adelante. Siempre me caractericé por el paso rápido, por lo que no tardé en pasar a su lado. Algo, quizá curiosidad o simplemente nada, me llevó a mirarla de reojo. Su gesto me produjo escalofríos como solo me lo producen los episodios ilógicos, ridículos o la estereotipia de algunas caras. Tenía una sonrisa de oreja a oreja. Caminaba sola y mantenía la mueca casi perversamente y sin mirarme pero notando que la miraba. Me sentí compulsivamente obligada a seguir mirando hasta que me adelanté y quedó tras de mí. Caminar delante fue aun peor. Sentí miedo de verdad. Frío en la piel como pocas veces. Quería alejarme, o no haberla visto nunca o mirarla para siempre, constantemente a la cara.
De solo recordar aquel episodio fue que esta vez ya con solo verla se me erizó la piel. Aun estaba atrás. Demoré el paso para pensar qué debía hacer. Comencé a repasar las posibilidades. Si me quedaba atrás, era probable que sintiera mi presencia y se diera vuelta siempre con su sonrisa. Eso sería lo peor. Me descubriría entre el miedo y el horror. Siempre me dijeron que los perros olfateaban el miedo. Esto era lo mismo. Yo lo sentía igual. Ella seguía caminando normal. No se veía la cara. Caminé mas despacio todavía. No quería que sintiera mis pasos tras de ella. Entró en un kiosco. Pensé que esa era mi oportunidad para acelerar y llegar a la esquina. Allí doblaría e iría por la avenida ya habiéndola perdido. Sí, eso era lo mejor.
Caminé entonces casi trotando hasta que hube pasado ya el local. Luego empecé a caminar más tranquila. Aún faltaban unos cuarenta metros para doblar. Quería darme vuelta con disimulo para ver si estaba. Pero no podía. Si estaba allí atrás con su risa volvería a sentirlo. Prefería no saber. Aunque las ganas de ver otra vez la mueca eran casi irresistibles. Pero no.
Ya en la esquina, doblé bien pegada a la pared cosa de no tener siquiera la posibilidad de que aparezca en mi campo visual.
Había pasado el susto. Me reí sola de tanta estupidez. Pobre chica... Pensé. ¡Si supiera del novelón que está siendo protagonista!
Faltaba una cuadra y media para el subte. El horario era el normal. En media hora estaría en el centro. Siempre me aburrió caminar sola. Entonces, los juegos de palabras y entregarse a la pura metonimia. Semáforo, luces, rojo, colores primarios, la escuela primaria, la tabla del nueve, las tablas, el teatro, canal nueve, la palomita, tirarse de palomita...
Bajé las escaleras del subte, y me demoré comprando el boleto. Una sola ventanilla abierta, cola de cuatro o cinco personas... Había quedado en... Tirarse a la pileta, Parque Norte, puntos cardinales, el gallito ciego...
Crucé el molinete. Esperé un rato. Fue un instante nada más. La vi en el mismo momento en que aparecían las primeras luces y los primeros ruidos. Estaba muy cerca. No llegué a ver si estaba sonriendo. Después, sólo un movimiento, un grito y ya. Una vez en el hueco, ya no pude ver más su sonrisa.

Texto agregado el 10-07-2008, y leído por 381 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
19-09-2008 que buena historia, que bien narrada, me encantó. un saludo entresuelos
22-07-2008 Qué buena historia. Mantiene la atención y atrapa. Eso es lo que define a un buen escritor: mantener el interés hasta el final. Mis estrellas. albaclara
10-07-2008 Suspenso y el terror latente. Me gustó. ggg
 
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