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Los grifos son seres mitológicos mitad leones, mitad águilas que viven en los mundos fantásticos y tienen la cualidad de hablar como los demás seres. Al igual que los humanos, todos los grifos son diferentes; algunos tienen la cabeza de águila y las patas de león, otros tienen la cabeza de león y las patas de águila. Y los hay tan raros que pueden tener pico de águila, orejas de león, patas delanteras de león y traseras de águila, etc. Lo que nunca cambia en ellos son las alas, que obviamente son de águila, aunque de diferentes tamaños y colores.
Sucedió que en el Preuniverso, lugar fantástico donde viven las almas de los niños antes de nacer y donde se encontraba Paty Pao y su amigo el duende Kilmo, vivía un joven grifo llamado Argos. Nuestro grifo tenía hocico de león, ojos de águila, orejas de león así como una desordenada cabellera color marrón. Tenía garras de águila en cada pata, las cuales eran largas como el felino y cola larga. Estaba emplumado de la mitad para abajo y tenía unas enormes alas oscuras que acababan de crecerle.
Vivía en el Reino del Hada de los Mitos, era un grifo solitario que le gustaba curiosear e investigar por su cuenta.
Una vez nuestro grifo se dio cuenta de que sus alas le estorbaban y pesaban mucho últimamente. Se sacudía con frecuencia como queriendo desembarazarse de ellas, lo que no conseguía. Caminaba con dificultad arrastrando encima sus enormes alas como una inevitable y lastimera carga. Todos los que lo veían pasar se daban cuenta inmediatamente de que Argos nunca estaba de buen humor y prefería evitar las conversaciones.
Sin embargo, llegó un día en que se topó con la inquieta Paty, una chica humana que no podía dejar pasar detalle de nada sin intervenir.
Paty Pao se entretenía remando contra la corriente de un arroyo color púrpura. Le acompañaba su amigo Kilmo, quien tenía una cara de vértigo ante tanto bamboleo. Vieron en eso al grifo Argos pasar con sus grandes y pesadas alas a la espalda y la cabeza tan baja que semejaba un buitre desplumado.
- ¿Qué le pasa a ése?- preguntó Paty
- ¿Qué importa ahora?- chilló el duende -¡Pon atención a los remos o nos vamos a caer!
- ¡Ah, qué bonito! Toma tú los remos y déjame ver qué le acongoja tanto a ese tipo.
Kilmo apenas si podía con los remos, lo levantaban en vilo y no le era posible controlar la canoa.
- ¿Por qué no nos bajamos de aquí y le preguntamos ya en tierra firme?- sugirió tartamudeando entre tanto bamboleo.
- Buena idea- aplaudió Paty, y los dos brincaron tanto como pudieron a la orilla, mientras la canoa se perdía en la vertiginosa corriente.
Argos seguía caminando cabizbajo cuando escuchó un griterío detrás de él. Le costó trabajo voltear, lo que no hizo de muy buen grado.
- ¡Eh, tú! ¡Eh!
- ¿Qué quieren?
- ¿Estás enfadado?
- ¡Sí! ¿Qué no lo ven?
- ¿Y se puede saber por qué?
- ¿Para qué quieren saber?
- Pues para echarte una mano
Argos se les quedó viendo muy extrañado. Kilmo se aclaró la garganta e intervino.
- Ella es Paty Pao, es una niña humana y a veces usa términos humanos como lo que acabas de oír.
- Ah, ya...
- Yo soy Kilmo, un duende. Nos encantaría ayudarte, si podemos...
- Tú eres un grifo ¿eh?- interrumpió Paty
- Así es, me llamo Argos. Y no creo que puedan ayudarme, así que si me lo permiten seguiré mi camino.
- No, no creo que podamos si ni siquiera nos dices que te pasa- refunfuñó Paty.
Argos los miró de reojo y con cierta gana de esfumarse.
- Si fueran observadores lo notarían, mis alas han crecido muchísimo y son muy pesadas de llevar.
- ¿Eso es todo?
- ¡Es suficiente! Tu no llevas nada encima, no puedes saber cómo me siento.
- Sí se las ve pesadas- observó Kilmo.
- Pero si están creciendo es obvio que están listas para que las uses. ¿No vuelas?
Argos carraspeó. Hasta ahora había evitado volar, pues le temía a las alturas.
- No, no tengo necesidad.
- Alguien que tiene alas debiera volar- observó Paty mientras Kilmo la codeaba.
- ¿Y si no me da la gana?- replicó molesto Argos –nadie me va a obligar a hacerlo.
- Tiene razón Argos, es su decisión ;apoyó Kilmo ;dejemos que siga su camino.
- Yo creo que eres un miedoso- dijo Paty con cara burlona ;tienes miedo de caerte y mejor te arrastras como un tonto todo el tiempo.
- ¡Paty! No seas tan grosera- le chilló Kilmo a la oreja de un salto.
- ¡No es verdad! ;exclamó Argos colérico.
- ¡Pues demuéstralo, chico! Cualquiera estaría orgulloso de llevar alas, excepto los que no saben usarlas.
Argos se puso tan colorado que no pudo hablar en un buen rato. Paty se encogió de hombros y se volvió a Kilmo.
- Vámonos. Este pobre grifo se arrastra todo el tiempo por que no sabe volar y no lo va a intentar nunca.
Y ya se iban cuando escucharon a Argos gritar a sus espaldas.
- Con que nunca ¿eh? ¡Ahora verán!
Se había subido a una gran peña y agitaba pesadamente sus alas. Como nunca las extendía le costaba trabajo airearlas y la espalda le dolía como nunca. Las agitaba con tanta fuerza que las plumas se le caían a montones.
- Bueno ¿qué esperas?- le gritó Paty ;Antes de que vueles te vas a quedar desplumado.
En eso vieron a Argos saltar y una enorme sombra pasó por encima para ir a desplomarse en un montón de matorrales a unos pocos metros de allí. Argos cayó pesadamente sin haber logrado levantar el vuelo.
Fue así como el Hada de los Mitos vio venir al joven grifo en compañía de Paty Pao y el duende Kilmo. Y le alegró verlo, pues hacía mucho tiempo que no platicaba con él.
- Enhorabuena Argos, veo que tus alas han crecido.
- Así es- contestó Paty por el grifo ;Y venimos a que le diga cómo puede volar.
- No entiendo por qué me dieron estas alas tan pesadas, -se quejó Argos ;es imposible levantar el vuelo con ellas.
- Esas enormes alas pueden llevarte muy alto –le dijo el Hada ;más alto aún que los demás grifos. Pero tienes qué perder el miedo a volar.
- No le tengo miedo a volar sino a caerme ;replicó el grifo.
- ¿Estás seguro? ¿Cuántas veces te has caído?
Argos titubeó ante la mirada de todos los que estaban allí.
-Creo que una- dijo Paty con fastidio.
El Hada sonrió y miró con indulgencia a Argos.
- Dime, ¿de verdad quieres volar?
- Sí... ¿qué tengo qué hacer?
- Ir a la Barranca de las Ánimas Pendientes. Debes atravesar esa hondonada sin caer al precipicio. Una vez que llegues a la orilla habrás pasado la prueba y entonces podrás volar.
Argos miró al Hada con reticencia,
- ¿Por qué tiene qué ser todo tan difícil para mí? Se supone que tener alas más grandes debería darme ventaja pero por el contrario sólo vivo abrumado por ellas.
- No sé trata de ventajas, Argos. Tus grandes alas son un don mayor que conlleva retos mayores. De ti depende vivir oculto y abrumado o... decidirte a llegar a los confines más altos del reino.
Fue de este modo que el grifo Argos se encaminó a la Barranca de las Ánimas Pendientes en compañía de Paty y Kilmo, quienes estaban dispuestos a ayudarlo para que vuele.
El problema fue que al llegar allí, se dieron cuenta de que sólo Argos iba a pasar ese precipicio, pues ellos no tenían alas.
- ¡Brrrr!- protestó Paty, quien solía ponerse de malas cuando no había modo de salirse con la suya ;Kilmo, deberías saber de magia para poder volar.
- ¿Y por qué yo?- chilló Kilmo enojado.
- No se apuren, hay un puente- les dijo el grifo.
- ¿Dónde?
- Allí, atraviesa justamente la barranca. Hay que ir con cuidado, pues se ve viejo.
Pero Paty y Kilmo no veían ningún puente en aquel barranco.
- Creo que las Ánimas están haciendo de las suyas- le cuchicheó Kilmo a Paty ;suelen crear ilusiones falsas para engañar a los demás.
Pero cuando había terminado de hablar, ya Argos se había adelantado un buen trecho, caminando sobre el aire como si lo sostuviera algo invisible.
- ¿No vienen?- les preguntó.
- ¡Es una trampa!- le gritó Kilmo.
Acto seguido, Argos sintió que zozobraba y caía, por lo que abrió sus enormes alas casi sin darse cuenta y aleteó furiosamente. Pero de pronto, vió surgir de las profundidades del barranco extrañas formas fantasmales y horripilantes que se prendaban de él y lo atraían hacia abajo.
El pobre Argos aleteaba desesperadamente, luchando por librarse de aquellos seres y mantenerse en el aire.
- ¡Debemos ayudarlo!- gritó Paty
- ¡Pero no podemos! No nos es posible llegar hasta dónde él está- replicó Kilmo.
- Préstame tu cerbatana- le urgió Paty a Kilmo. Y empezó a soplar y a lanzar pequeñas centellas, que cuando daban en el blanco ahuyentaban a las ánimas del grifo. Pero apenas se libraba de unas cuando llegaban otras, e iba avanzando muy lentamente, siempre apunto de caer.
- ¡Vamos, Argos! Tú puedes llegar-le animaban Paty y Kilmo mientras continuaban bombardeando con centellas.
Cada vez que Argos veía una de esos espantosos seres arrastrarlo, sentía que su ánimo decaía notablemente.
Aleteaba con pesadez hasta que una centella lo libraba de aquella pesada carga y entonces se apresuraba a llegar a la otra orilla. Esto se repitió muchísimas veces, hasta que ya no tuvo fuerzas para continuar.
- Esto es el fin- dijo jadeando ;al menos lo intenté...-
- ¡Argooooos!
- ¡Adiós, chicos! Me he dado por vencido y moriré.
- ¡No seas tan dramático! ¡Ya estás en la otra orilla!
Apenas podía creerlo. Abrió los ojos y se vió a sus amigos en la orilla contraria saltando de gusto. Había logrado cruzar la Barranca de las Ánimas Pendientes.
- Pero ¿cómo lo hice?- exclamó sorprendido.
Y en eso se dio cuenta de algo más. Las alas ya no le pesaban, se desplazaban a ambos lados y podría moverlas con ligereza.
Entonces voló y se elevó cada vez más. Al principio con cierto temor, pero después no pudo reprimir la alegría y les gritó a Paty y Kilmo.
- ¡Puedo volaaaaaar! ¡Mírenme!
Esta vez, al atravesar la barranca, iba a una altura tal que las terribles ánimas nunca pudieron alcanzarlo. De vuelta con Paty y Kilmo, se dedicó a dar saltos como ellos de gusto y a reír sin parar hasta que le dio hipo. Y es que hacía mucho tiempo que no reía.
Fue así como termina la historia de Argos, el grifo. Además de aprender una gran lección, ganó dos buenos amigos. Siempre les estuvo agradecido por haberlo animado a volar y a cruzar la barranca.
Paty, por su parte, ganó transporte gratis.

FIN

Texto agregado el 16-07-2008, y leído por 2380 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
20-11-2010 me gusta el tono mitológico, me recordó mis lecturas de tolkien y todo lo que aluciné en el hobbit con esa moraleja que sostiene la historia, entre el bien y el mal. ¿por qué este tipo de historias siempre pareciera que son para niños? de grandes hemos perdido tanta imaginación... quilapan
24-07-2009 Hermoso... tienes un don para escribir... gracias por compartirlo con nosotros mis***** LIUTHY
16-07-2008 ...magico... un abrazo darknesshbt
 
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