Del tiempo y la crítica.
Un amigo, angustiado ante el bombardeo mediático que disponen los músicos populares en la actualidad, me interrogaba sobre nuestras reales posibilidades de reconocer la pseudo calidad de algunos de nuestros artistas. Para graficar lo anterior me preguntaba ¿Cuántas veces te has sorprendido cantando una canción que odias? Fue tan cierto lo que mi amigo decía, a pesar de sus abstrusas argumentaciones, que di con la idea de hacer un parámetro de reconocimiento de la calidad de las canciones cebollas, que fuera igualmente aplicable al sound o al hip hop, según el real entendimiento y conveniencia del escucha. Esta tarea titánica que nos permitiría detectar la efectiva calidad de una música cualquiera, excede por cierto el ámbito de esta crónica; pero pensando en lo anterior descubrí un sistema de infalibilidad cierta, simple y acotado, con la sola limitante que el reconocimiento es “post- engaño” no evitando ni su repetición, ni creando una destreza en el escucha, solo permitiendo que en perspectiva nos demos cuenta de cuan errados estuvimos.
¿Cuál será el bendito método se preguntará mi bienintencionado lector? Y la respuesta, no por simple deja de ser verdadera: “dejad pasar el tiempo”. Esta sola circunstancia hará que usted descubra el engaño o la nostalgia. Más simple aun: si usted se dice ¿Cuánto recuerdos de (intercale su recuerdo personal) me trae esta canción? estaremos ante una música que dentro de las limitaciones del caso merece ser salvado del fuego del olvido. Si por el contrario la pregunta que le surge es ¿Cómo (intercale su imprecación preferida) se pudo escuchar alguna vez esto? el tiempo aquí también habrá cumplido su rol crítico.
Mi sagaz lector ya habrá notado una semejanza: este método también sirve para diferenciar los verdaderos amores de las cambiantes y no siempre certeras variaciones de nuestras preferencias. Las preguntas cómo sus posibles respuestas reafirman el valor crítico del tiempo.
Razonable es la molestia del lector si maldice la lectura anterior por obvia y aun por errada. Pero nunca está demás recordar que el tiempo es el gran juez de todas nuestras obras, y que ante el, todas las mentiras mediáticas caen, como caen los encantos de la vana rosa.