| Esa mañana legué más tarde al edificio donde está la oficina en que trabajo, estaba ansioso pensé que iba a tener un día especial: mis compañeros estaban enterados de que cumplía años, y supuse que me dirían algo.Subí los escalones de la entrada y cuando voy a  agarrar el picaporte para abrir la puerta,  en ese instante se abrió de golpe y uno de los chicos que trabaja allí salió corriendo cómo si se le estuvieran quemando los fundillos del pantalón, alcancé a hacerme a un lado  y decirle, hola, hola. Pero fue como si no me hubiese visto.
 Entré a la  recepción, no había nadie, me pareció raro porque siempre hay alguien: la mayoría de las veces está la señora  que sirve el café hablando con la recepcionista.  Pero   en ese momento no ví a nadie, tampoco escuché nada, había un silencio absoluto, me extrañó,  y tuve la certeza de que esta no sería una mañana  como cualquier otra, pero  nada podía  hacer.
 Me dirigí a mi oficina y entorné la puerta,  me senté en mi escritorio y comencé a trabajar, revisé los mail que me habían llegado, de pronto ví una nota debajo de una carpeta, tenía un número telefónico, se me ocurrió llamar,  atendió alguien con una voz qué parecía de ultra tumba. Me asusté y corté enseguida, pero quedé impresionado, temblando. Llamé a la señora que sirve el café pensando que vendría  cómo lo hacía siempre pero no contestó,  no vino.
 Seguí concentrado en mi trabajo, cuando desde las escaleras escuche pasos, me dije, qué extraño, esos son pasos que pesan ¿de quien serán? Empecé a pensar, acá no trabaja nadie que pise de esa manera.  Porque  eran  pasos pausados, pensados, pisados con cautela, pasos penosos, que me dieron  la sensación de que presagiaban algo que no sería bueno.  ¿Qué estará por  pasar? Me dije. Y  Sentí  temor, porque también me dí cuenta de que estaba solo en el edificio, no oía nada,  ni un solo ruido,  lo único que  había escuchado eran los pasos, y ya tampoco los escuchaba más, era como si  hubieran desaparecido. No podía dejar de pensar, estaba nervioso. De pronto la luz parpadeó y se apagó, pero por suerte retornó enseguida. Me pregunté si el dueño de los pasos estaría esperando que yo saliera ¿qué hago? pensé ¿cómo salgo?, ¿hago lo mismo que el pibe de la puerta?, correr desesperado, ¿o averiguo de quién son los pasos y qué pasó,  qué  hago? mm esto no me gusta nada pensé, estaba transpirando.  Me dí cuenta de que ni siquiera sonaba el teléfono, que siempre está jodiendo; levanté el tuvo para sentir si tenía  tono, y no, no tenía. ¿Lo habrán cortado para que no me comunique?, me decía y me preguntaba una y otra vez ¿Y si están robando y no me vieron?, ¿estarán todos encerrados en el baño, y si voy y me dan un tiro?  Mejor espero un rato, no, no mejor que vaya,  pero no voy a salir desarmado, ya sé, voy a salir con el corta papeles que parece un cuchillo. Y así lo hice. Salí  con sigilo, arrodillado, llegué a la puerta, que estaba entornada, la abrí un poco más y avancé aún  de rodillas, despacio tratando de no hacer ruido, ya había hecho unos metros cuando desde las escaleras me llegó un estruendo,  se me paralizo el corazón,  no quería mirar, pero junté coraje me dí vuelta ¿y que ví?: estaban todos mis compañeros, uno tenía en sus manos una bolsa de papel rota, con la cual creo que hicieron el estruendo y mientras todos se reían, aplaudían y me cantaban  feliz cumpleaños.
 
 Botalon  6/2008
 
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