Quizás esté en la naturaleza humana buscar lo diferente, lo nuevo, lo desconocido. Impulsados por ese deseo de encontrar seguimos un sueño, caminando por la orilla del río deseando saber que hay en la otra. Tropezamos con piedras. Nunca la misma, pero siempre igual tropiezo. Dejamos jirones de piel y ropa colgando de las zarzas que bordean el cauce. Siempre preguntándonos qué habrá en la otra orilla.
Cuando por casualidad o destino encontramos un lugar por donde vadear, nuestro sueño se cumple, cruzamos el río, para darnos cuenta de que en esta otra orilla, el río, es el mismo. Miramos con sonrisa sarcástica la orilla de donde venimos y esperamos que, al menos, el camino al mar sea corto y sin tantas piedras y espinas.