Extremas la agudeza de tus sentidos.
Comienzas a acertar cada segundo de inspiración junto al silencio.
Tus manos ya no transpiran.
Tu mente en blanco.
El objetivo entre tres puntas blancas.
Solo trescientos metros.
Solo una distancia que te la sabes, tal como el viento que sopla, el terreno y la parábola que hará tu proyectil.

En este momento te recuerdo,
Y me miro a mí…lleno de sangre, y ningún orgullo estúpido que me haya enseñado esta vida.
Me contengo al expirar.
Aprieto fuerte mis dedos.
Cierro más aún mi alma.
Mi mente volando por todo lo que se vio, y se vivió…o se me relató.
Entonces, ¿te enorgulleces de haber sido mi alumno?
Entonces, ¿tus padres que pensaban?

Claro era “bueno” lo que hacías…eras bueno en lo que hacías.

Me limpiaré esas sangres de todo mi cuerpo, bien al fondo hasta donde llegue…
No creo tan profundo, pero lo intentaré.

Partiré a la chacra de mi amigo Marcelo, y entre vinos nos dejaremos llevar por toda las malditas cosas que tuvimos que hacer, pero no regresaríamos nunca más. De seguro nunca, nunca más.