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Anillo para la mano del mar

Llevan como misión la construcción de un anillo de oro. Las cavernas en donde pueden hallar el metal se encuentran en lejanas millas náuticas que se les presentan como irrealizables. Sus barcas pescadores no son útiles para acarrear grandes cantidades de piedra, por lo tanto han construido barcas de mayor tamaño y caladura, como cestas que tan solo poseen bodegas, velámenes y un timón. Deberán navegar con grandes precauciones ya que un oleaje demasiado violento las hundiría irremediablemente.
Los encargados de darle dirección al anillo, determinaron que partiendo del Puerto de las Marías hacia el norte podrían circunvalar perfectamente el planeta, que solo faltaría conocer la cantidad de tiempo y hombres que harían falta para tamaña construcción. Mientras los hombres sabios calculaban los hombres pescadores comenzaron a acarrear el metal que haría falta para cumplir con lo prometido.
Las grandes piedras comenzaron a acumularse en las playas hasta formar un frontón de varios metros de alto. Notaron que estaban perdiendo la luz del sol. Y si perdían la luz solar se convertirían en hombres oscuros. Fundaron de ese modo un gran recinto circular en donde el metal aparecería convertido en oro. En donde solo los designados para tal fin pudieran laborar pacientemente el metal precioso y su posterior filigrana.
De toda la comunidad un solo hombre no participa de aquel gran anillo para la honra del planeta, es Teodoro Alba que acodado en el marco de la ventana de su casa, observa día a día los adelantos que aquellos hombres de la ilusión logran con su esfuerzo y su paciente andar. Para Teodoro es solo una locura más de las que ya ha visto en la aldea. No es que sea un ser racional a ultranza, sino que comprende perfectamente los motivos que llevan a los hombres a cometer tantos errores. Los ve como a criaturas despobladas de historia y que necesitan inventarse una para de ese modo tener un motivo de existencia y de trascendencia. Dejar algo más que muelles, barcas, redes, fortuna en dinero, según el propio Teodoro estos hombres buscan dejar testimonio de su paso por el planeta, que alguien dentro de mil años encuentre el anillo sepultado en el fondo del mar, cubierto por las sucesivas convulsiones, por la inestable fragilidad de las corrientes marinas, por las acechanzas de la oscuridad profunda de sus cavernas o por el extravío de las leyendas que dictan lo que sucederá pese a que ya ha sucedido.
Los primeros metros de anillo fue colocado por los hombres que poseen el don de navegar bajo las aguas sin otra ayuda que su respiración privilegiada. Tomaron como punto de partida la corriente del norte que según las cartas marinas son las favorables para el anclaje del anillo de oro para honrar al planeta.
Teodoro Alba medita sentado sobre una gran caparazón de tortuga que surgió del mar entradas las ocho de la mañana, aquel día aún no se planeaban anillos para el mar, ni grandes aventuras ni nada de eso, por aquellos tiempos se meditaba sobre la existencia de un dios marino que era el regidor de todas las acciones de los hombres del agua.
De este modo medita Teodoro sobre algunas comparaciones que ha hecho de aquellos tiempos a los actuales. Creíamos en un dios regidor y hoy creemos en el oro para exculpar nuestros errores. Si el tiempo ha pasado y ese dios no nos castigo con la muerte a este anillo lo pagaremos con la vida. Se sorprendió por su conclusión tan severa y partió hacia los hombres que construyen el anillo.
Al término del décimo año de construcción se habían perdido catorce hombres en el mar y doscientos en el transporte, doce mujeres se quitaron la vida por soledad y nueve niños abortaron su nacimiento por propia voluntad. El anillo ya se extendía por cien millas náuticas. Teodoro envejecía lentamente. El anillo también envejecía. Todos envejecían. A los hombres más jóvenes comenzó a encorvárseles las espaldas, las manos comenzaron a tornarse flácidas, la vista se les nubló, y comenzó a reproducirse un fenómeno extraño y profundamente doloroso, la muerte se instaló entre ellos.
Así fue que Teodoro vio y presenció la partida de la última nave hacia el destino de sellar y completar el anillo de oro para el mar. Una vez que zarpó, un silencio de estratagema desconocida se instaló en la aldea. Los pájaros enjaulados ya no cantaron, solo atinaron a llorar. Los perros que aún recordaban sus ancestros planetarios se refugiaron en sus cuerpos y no aullaron. Las gaviotas blancas de gran pico extendieron sus alas de varios metros de longitud y fueron las últimas en apoderarse del oxígeno que aún flotaba sin ser visto. Teodoro levantó su copa de vino y tomó, el sabor ya no era de vino, sino de un líquido que según había oído en sus años de niño era el sabor de la sangre derramada. Sangre de un cuerpo que se transforma al tomar contacto con el aire, pues dentro del cuerpo carece de sabor. Se detuvo. Miró hacia el mar que es el único paisaje que posee y observó con asombro de hombre que ha olvidado las razones de vivir, que desde donde partía el anillo hacia el norte sobre las aguas del mar y con el rostro de cada hombre muerto se erigía una construcción de cristal con tantas ventanas y torres que pensó que la edad media había vuelto a producirse.
Corrió hasta la playa abandonada. Esquivó utensilios despojados de uso, grandes vasijas con oro aún latente, andamios portentosos desde donde se cargaban las naves, ropas de hombre destrozadas por el calor de los hornos de fundición, comida imperecedera que aún flota, que una mano había olvidado, besos que buscan una boca, caricias de despedidas que miran hacia el mar, risas de pájaros que buscan su nido nupcial, poderosas estalactitas con arrugas de piel calcinada por el sol, burlados cometas que se han detenido a dar explicación a las galaxias su fe en los hombres… Teodoro corrió hacia el mar. El gran palacio de cristal siguió emergiendo hasta alcanzar la altura de los soles extraviados y se detuvo. Teodoro extasiado por lo que estaba presenciando pudo ver que sobre la torre principal en donde un escudo de armas luce sus ornamentos, un anillo de oro corona la cúpula y se pueden oír suaves melodías ejecutadas con la maestría de la ilusión.
Teodoro deja caer dos ilustres lágrimas de hombre y se arrodilla en las arenas milenarias, puede observar que también ellas han comenzado a construir su castillo de cristal y que los perros aúllan buscando a su manada originaria.
El círculo se ha desatado nuevamente….






Texto agregado el 31-07-2008, y leído por 214 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
08-03-2010 pareciera que vivimos en ciclos o circulos, como bien lo apuntas...auqne quizas ademas son espirales...buen talento. un gusto econtrarte eufemia
08-09-2008 un cuento mágico! divinaluna
04-09-2008 ME GUSTO MUCHO. loammi
31-07-2008 Me gusto el texto!!!Te dejo mis estrellitas de colores *****.Saluditos!! guadisladiva
31-07-2008 simplemente una maravilla leer esto!! lo felicito poeta... alasblancas
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