EL JUEGO 25



Por alguna razón, había algo en aquel tipo que al chico no le acababa de cuadrar, la gentileza, lo sentía hipócrita, fingido, algo en sus sentidos ocultos le decía que aquel hombre no le decía toda la verdad, y ahora ahí estaba frente a él, postrándose sarcásticamente y casi sacándole en cara todo lo que había hecho por él, donde quedaba aquello de que , incluso el tenia un recuerdo entre sueños cuando se le presentó una de las pesadillas recurrentes, en el limite entre el sueño y la vigilia, ahí en el umbral, aquel sujeto mirándolo, por un momento le pareció que era uno de los cómplices del jefe, aquel que siempre estaba a las ordenes, le secundaba y le festejaba todas las aberraciones al monstruo que había hecho padecer y termino con su familia. Esa noche cuando estuvo a punto de ahorcarlo, creyó llegar a la conclusión que la voz del protector era muy parecida a una de los secuaces.

- Bien, creo que es hora de agradecer la hospitalidad y marcharme
Se levantó y con toda calma se dirigió a la puerta de la mansión, abrió la puerta que comunicaba con el camino que llevaba hacia la puerta exterior de la misma, cargando todo el dolor que le había dejado aquella experiencia, y el hueco de una familia borrada de un solo plumazo, dirigió sus pasos hacia la caseta de vigilancia de la mansión, llevaba solo la ropa que le había regalado aquel que se dijo un día que quería ser su amigo, sus pasos rechinaban en la graba del camino, y deseó que todo aquello solo fuera un sueño, y que al llegar a la puerta se despertaría feliz en la habitación de su casa con el beso de buenos días de su madre, pero eso solo era un deseo y para su desgracia su realidad era esa…