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No entendía como había llegado ahí.

Caminaba plácidamente absorta en sus pensamientos… la vida, los sueños… y esa melancolía que por ser tan suya ya era hermana.

Un segundo.

Un abrir y cerrar de ojos y de pronto se vio como sumergida en el sueño.

Algo la llevaba a pasos suspendidos y prontamente el movimiento sin pasos...
Movíase rápidamente sin sostenerse en sus pies.

Sin saberlo comenzó a entrelazarse protagonizando múltiples razonamientos lógicos dentro de una ilógica sensación.

Llegó a la a conclusión que lejos estaba la creencia popular sobre lo asexual de los ángeles, los había de ambos sexos!. Hombre y mujer.

Tan físicamente humanos que le resultó gracioso comprobar que los ángeles, al igual que los seres terrenales, llevaban masculinos mudos y femeninas conversadoras.

Recordó a sus amigas cotorreando y a sus compañeros tan silenciosos como si el único idioma practicable fuera las miradas y su adivinación.

Y si, se repetía en el cielo lo que fuera en la tierra. Mujer contenedora, comprensiva y hombre silencioso y protector.

Le gustaba esa sensación de levitancia.

Se sentía alivianada, casi feliz, a nos ser por esa sensación de que nada era controlable desde su centro. El universo perdió su circunscripta realidad.

Sin saber cómo, se vio a sí misma caminando hacia no sé dónde; pero segura.

Su interior se lleno de una mezcla de sensaciones... temor, dudas, amor, odio, rencor, culpa… todo danzando desenfrenadamente como en aquel carnaval en Río que había decidido olvidar por tantos excesos inconfesables.

Sabía que allí debía llegar, como una profecía concebida de antemano… y llegó.

Una tumba aun sin lápida bajo su pie… Entonces comprendió.

Su padre había muerto.

Hacia años que no sabía de él. Tanto que había olvidado como decir su nombre y no lo hacía ni siquiera en voz baja.

Cómo llegué hasta allí?

Qué hacia?

Su vida nunca necesitó un padre, y menos uno ausente. Ya lo había superado, si es que alguna vez hubo algo que superarse.

Pero allí estaba… en el silencio.

Ya sin ángeles, ni femeninos ni masculinos. Ni ruidos. Ni luces. Ni sombras. Sólo ella y una tumba recién cubierta.

Corrió entonces -y la sintió tan real como su vida- aquella lágrima que uno no sabe si mostrar u ocultar, por desconocer si son buenos o malos sentimientos quienes la dibujan. Sólo una. Como un Nombre. Como una respuesta.

Y la nada...

Se suspendió el tiempo, se perdió la visión y empezó el terror...

Desde la inconsciencia escuchaba voces; se esforzaba por seguir los diálogos que se entrecortaban y luego volvían agudos, histéricos...

No sabía si buscaba escapar de aquel sueño al que llego sin proponérselo ni propósito o si el ruido exterior no la dejaba continuar.

Por lo que lograba entender, si es que el raciocinio entrara a jugar algo en este estado, parecía que aquellos ángeles no lograban ponerse de acuerdo.

Imaginó que se discutía su entrada al cielo o al infierno. Que estos ángeles en particular eran guardianes y se disputaban si debía o no estar y en dónde.
Logró decodificar unos pocos fragmentos de diálogos:
- No todavía no, todavía le falta...
- No! debemos hacer algo ya! sino no vivirá...
- No creo que esté preparada, puede que no lo resista...
- Ella es fuerte y joven, comprenderá...

Y todo fue silencio.

Ya no había nada más... ni siquiera conciencia de si misma.

Todo término, se dijo para sí... y se dejo llevar.

Y este es el final de la existencia?

Tantas charlas con amigos sobre la muerte, tantas horas gastadas, tanta poesía romántica y la heroica parca y finalmente es esto?.

No tuvo conciencia de cuánto tiempo pasó desde aquel abrir y cerrar de ojos.
Fue un segundo, fue una vida... fue su vida tal vez.

Lo primero que divisó fue un rostro de infinita ternura... una sonrisa que bien podría haber sido la de su madre. Estaré en el cielo? Existía después de todo?.

Sin embargo todo volvió a tener forma y sustancia. Su cuerpo, el espacio, el mundo...
Movió su mano hacia el vientre... estaba vacío!!!

El pánico seguido de la asfixia se instaló hasta en el más pequeño de sus poros. Tanto y tan agudo fue su dolor que no podía articular una palabra aunque las tenía todas juntas en la boca, histéricas, descontroladas.

Todo se le agolpaba peleando por salir, atropellándose. Sintió unas terribles ganas de vomitar.

En un segundo y ante el desgarro se encontró sola en la habitación. Como por arte de una siniestra magia entendió el mobiliario, la sobra de calor, el olor a desinfectante mezclado con caldo de verduras rebajado, de pocas verduras y mucha agua.

Estaba en un hospital! Qué hacia allí? Cómo y porqué llegó?

La sonrisa maternal que vio al despertar, a la que sintió ganas de abrazar y decirle: "mami" traían en sus brazos a un niño.

No podía creerlo!!! Faltaban más de tres meses para verlo, para tenerlo, para seguir soñándolo... cómo estaba allí?

Le enfermera, interrumpiendo su cuestionario sin fin, dijo:

Es una luchadora... vino para quedarse...

Y mediando una pausa acompañada por el movimiento agregó: te presento a tu hija.

Nada más.

Estira los brazos para entregarle a la pequeña, mientras la acunaba con ternura infinita y la velaba con una sonrisa sin fin... era un puente extendido de la niña hacia su madre.

No podía creerlo!! Ahí estaba... su hija.

Estaba atónita, la tenía entre sus brazos... si... había llegado.

Y empezó peleando por su vida, como ella, como tantos otros.

Recorrió su cuerpecito delicado, diminuto y comprobó que no le faltara nada. Su cuerpo estaba íntegro, inmaculado… Su mirada subía y bajaba, una y otra vez. Entonces se detuvo atónita.

La niña tenía los mismos ojos de su abuelo. Ese padre tantas veces negado, omitido, cuestionado y finalmente olvidado… la miraba justo a sus ojos… allí estaba él…

Sintió correr por su mejilla esa lágrima, la misma de su ensueño y comprendió la magnitud de ese Dios tantas veces negado por padecer sordera ante sus ruegos de niña, de mujer ...

A través del amor a su hija amo a su padre, como nunca se lo había permitido, como siempre lo había negado y como ahora comprendía siempre necesito hacer... ese momento en nuestra vida que sabemos será por la eternidad.

Y su padre estuvo allí... sosteniendo la vida de su hijita, respirando de su aliento, dándole la entrega que no pudo darle a ella; distrayéndola mientras el sufrimiento de su cuerpo explotaba en esa guerra que no pudo dimensionar y que la tuvo como campo de batalla.

Tal vez, solo tal vez, la abrazo y la llevo alzada contra su pecho para acunar su dolor…

Tal vez, solo tal vez … como para pedirle el perdón que nunca llegó a oír de sus labios.

A b r i l_ML

Texto agregado el 11-09-2008, y leído por 179 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
14-02-2010 me gusto mucho ojala sigasescribiendo cosas como esta eiposita
12-09-2008 que historia mas linda... plapla
 
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