En el plenario se repartieron bocadillos,
la cosa fue seria.
Maderas lustrosas de árboles no registrados,
pilares veteados en gris, azul y un nuevo color desconocido,
suelos – mosaicos con figuras excéntricas,
tapices en las paredes y escenas de atardeceres impensables,
cerebros de ochocientos años de antigüedad,
olor a rancio y neblina de vicisitudes…
calor de ultratumba (un tanto frío).
En la cúpula obscura vuelan extrañas palomas retóricas,
( ruidos entre grietas).
“- ¡Señores!... relator de pie, ¡Proceda!.
- Aquí que presenta la moción trigésimo segunda:
La conquista absoluta del universo.
Que empiece el debate.”
En la arcadia necroniana,
en la bóvedas sin tiempo,
Ahí comienza un fin a-lu-ci-nan-te.