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Faltaban pocos días para el Año nuevo y eran pesadísimos los últimos días del año en el trabajo. Yo sólo quería ir de compras, estar en casa. Me quedaban tantos pendientes para los preparativos de la cena tradicional de todos los años. Una de las pocas ocasiones en las que me dedicaba a la cocina. Hubiera sido bueno estar en cualquier otro lugar menos en la oficina en esos momentos.

Eran las siete menos un cuarto cuando me despedí de mi jefe, dispuesta a tomar un taxi que me llevara a casa. Bajé el ascensor y me encontré con Lady, que trabajaba en el área de marketing al igual que yo, también estaba por irse. Sin embargo, recibió una llamada, por la cual decidió quedarse un rato más; y yo que ya no daba, decidí no esperarla y salí sin despedirme de nadie más para no demorar la huída.

Salí de la oficina pensando en lo bien que me había ido ese año en el trabajo, y los planes para futuro con mi familia, con mi esposo e hijo. El viaje que teníamos pendiente, ya era hora de un viaje al exterior, demasiados ahorros y nada de diversión, no era justo. Este año nuevo tendría que ser mejor que el pasado. Paco y yo habíamos conversado no sólo del viaje, también estábamos por comprar una mascota para Diego, nuestro hijo.

Verdad, mi esposo…lo llamé para encontrarnos e irnos juntos, ya que la empresa donde laboraba él como ingeniero de sistemas quedaba a unas cuadras de mi trabajo. Su celular estaba apagado, ni modo…Lo esperaría en casa, como la mayoría de veces. Seguro estaba con esta tipa, la que trabajaba con él. Paco pensaba que no me daba cuenta, que después de nuestra reconciliación ya no éramos dos en la relación, siempre estaba la sombra de ella.

Mientras esperaba el taxi frente al gigantesco edificio de la empresa transnacional, para la cual prestaba servicios, situada en el Centro Empresarial de la capital, se me venían a la mente las imágenes de aquél día, cuando leí el mensaje de texto en el celular de Paco, y la cara que puso cuando lo enfrenté, negándose como buen macho.

Sólo le dije que se alejara de ella, seguro había sido una aventura, que duró el tiempo de la separación. Si él había decidido volver conmigo, debería alejarse de ella o me perdería.

Sin embargo, cuando no me contestaba el teléfono después de varios intentos esa noche, lo único que venía a mi cabeza era la imagen de ellos dos, y la mía en el paradero esperando un taxi para ir a casa a seguir trabajando esta vez como madre y esposa.

Viendo toda la imagen desde afuera, como espectador, me sentía una esposa de los años cincuenta. Como esas mujeres que leen aún a Corin Tellado, y que piensan que esta bien sufrir.

Un día más fingiría que no pasaba nada.

Me tenía sin cuidado si él estaba o no con alguien. Nuestra relación estaba demasiado desgastada. Yo lo había aceptado nuevamente por mi hijo, era el segundo intento de salvar las cosas. Sin embargo ninguno de los dos ponía de su lado.

Compartíamos un hijo, la casa, planes, deudas…nada más.

Paré un taxi que me sacó de mis pensamientos tercermundistas. Pensaba más como madre que como mujer. Le dije al taxista mi destino. El chofer muy parco me contestó sin mirarme a la cara. La tarifa era un tanto baja dada la proximidad del año nuevo en Lima. Donde todo sube al doble. Pero bueno, pensé que ya era tarde y tenía que irme de ahí cuanto antes para dejar de pensar.


Me distraje unas cuadras con los paisajes, aún las tiendas estaban decoradas de la pasada navidad. Los escaparates ofrecían descuentos increíbles. Los ómnibus atestados de gente. Lo mismo de toda la semana. No duró mucho ese trance, nuevamente intenté comunicarme con su número móvil, seguía apagado.

Me llega al carajo!

-¡Ay, Paco! que tenga pruebas de que me estas viendo la cara nomás, para tener un motivo de ponerle punto final a esta historia sin sentirme tan culpable de quitarle la oportunidad a mi hijo de vivir con su padre- me repetía lo mismo cada noche antes de llegar a casa.

Antes de seguir con un hombre al que ya no amaba desde hace mucho, pese a haber sido el gran amor de mi vida. y que de seguro estaba en brazos de otra en esos instantes.

Es increíble como puede desaparecer todo ese amor. Por la cotidianidad de los problemas, de la rutina. Nosotros no los superamos, sólo conviviamos con ellos. Y aún así seguíamos con nuestros planes a futuro. Que cosa tan contradictoria.

Seguía yo en mis conflictos internos, cuando tuve forzosamente que regresar al presente. El taxi estaba desviándose por una calle que colindaba con la parte baja de un puente.

No me dio tiempo de decir una sola palabra. Pensé en decirle al taxista que doble por otra calle, que ésa era poco iluminada y que en realidad me daba temor ir por ahí.

Más sorprendida quedé cuando el taxista me dijo que se le había acabado la gasolina y estacionó en la parte baja del puente. Mi corazón se detuvo en ese instante.

Fue fracción de segundos en que pasó todo esto, volteó el chofer, mientras decía esas palabras, sacó del bolsillo un revolver que apuntó en mi frente y sentí lo helado del metal.

En esos momentos por la puerta posterior izquierda venía un hombre robusto al que no alcancé a verle el rostro, se dispuso a abrir la puerta para sentarse junto a mi.

No logré verle el rostro pues inmediatamente el chofer me comenzó a decir cuanta lisura se le venía a la mente para amedrentarme y cogió con fuerza el bolso que llevaba sobre las piernas y se dispuso a vaciar el contenido del mismo en el asiento delantero.

Veía como caían: mi billetera, mi celular, mis cosméticos, notas con números telefónicos, mi agenda, en fin, todo.

En ese instante pensé: Qué sería lo más razonable por hacer.

En mi posición divisaba un muro que era la parte baja del puente a mi izquierda, al otro lado una hilera de casas que parecían abandonadas, o más bien pintadas, como la escenografía de una obra teatral.

No tenía salida. Aunque hubiese decidido huir, hubiese quedado en un intento y nada más. Si gritaba nadie me escucharía.

El hombre robusto que se encontraba sentado a mi lado en esos momentos me abrazó y con fuerza apoyando sus manos en mí, dirigió mi cabeza sobre mis piernas. Quedé en posición fetal. Mientras me manipulaba a su antojo me dijo que no lo mirara al rostro. Me preguntó si tenía enamorado.

Cada pregunta que me hacían me la repetía más de una vez yo misma para darle la respuesta correcta. Le respondí que estaba casada, me preguntó si tenía hijos.

-Si, tengo un niño- respondí.

-Si quieres volver a ver a tu hijo y a tu esposo, entonces es sencillo. Debes hacer todo lo que te diga.-continuó diciendo- Sabes entonces que existe una diferencia entre manosear y tocar-asentí con la cabeza.

- Yo te voy a tocar, y tú te quedarás quieta-replicó.

Comenzó a tocarme dentro de la blusa, el corpiño, luego sumergió sus manos dentro de mi pantalón, de mi ropa interior. Incluso me tocó los tobillos tratando de encontrar en cualquiera de estos lugares algo de valor.

En esos momentos no sentí asco, no sentí vergüenza. Era tan irreal todo, como un mal sueño, como una pesadilla. No podía creer que me estuviera sucediendo eso a mí.

Había escuchado este tipo de asaltos o secuestros como los llamaban por televisión. Sin embargo jamás pensé ser la protegonista de uno.

Pensé en mi hijo, en lo estúpida que sería mi muerte. Mil preguntas y algunas reiterativas rondaban en mi cabeza: ¿Volveré a ver a mi hijo?, ¿Me van a violar?, ¿me matarán?, ¿Cúanto tiempo más debo esperar para que termine todo?, ¿Qué más puedo hacer?, ¿Qué no debo hacer?

La angustia de "no saber" qué planes tenían conmigo era lo que más me desesperaba. Cada segundo que pasaba era para mí una eternidad.

El chofer seguía revisando las cosas que había vaciado de mi cartera. Me preguntaba qué tarjetas de crédito cargaba conmigo. Le ayudé a identificar las tarjetas.

Sacó una mano por la ventana del auto y apareció un tercer sujeto que esperaba en un auto que seguramente nos había seguido por todo el trayecto. Me preguntó las claves de las tarjetas de crédito, me amenazó que de no ser ciertas estas claves aparte de golpearme como a hombre, no tendría ningún remordimiento en matarme.

Estaba tan asustada. No, era más, estaba aterrada. Sin embargo, ni siquiera una lágrima.

Ellos conversaban entre si. Recuerdo que el hombre robusto sentado a mi lado decía que no me podrían dejar ir, hasta confirmar el retiro de todo el dinero de las tarjetas. Por lo pronto, tendríamos que seguir la marcha hasta recibir la llamada al celular por parte del tercer sujeto.

Mientras tanto debían seguir manejando, me dio instrucciones de apoyar mi cabeza en su hombro como “enamorados” para no levantar sospechas.

Durante esa media hora que es el tiempo que calculaba hasta ese entonces, no tenía la menor idea de la ruta que estaban tomando.


El chofer se desesperaba, no le confirmaban el retiro del dinero, seguía pasando el tiempo. Hasta que lo llamaron, una vez conforme con el retiro de todo lo que poseían mis tarjetas. Me dieron las últimas instrucciones.


-Vamos a bajar juntos-dijo el hombre robusto sin rostro-me vas a dar la mano, y caminaremos aproximadamente media cuadra, en ese momento me voy acercar a ti, sin mirarme a la cara te vas a despedir dándome un beso en la mejilla y seguirás tu camino hacía adelante-presionó fuertemente mi cuello.

-Si se te ocurre pedir ayuda a quien esté en la calle, mi amigo no tiene ningún problema en matarte a ti y a quien tú decidas que muera contigo.

-Por favor, sólo les pido que no me dejen en un lugar solitario- les supliqué.

-No te preocupes, te has portado bien. ¿Qué tienes sujeto en las manos?-me dijo el hombre robusto, mientras miraba mis manos juntas sobre mis piernas.

-Es el dinero con el que pensaba pagar el taxi-le dije, extendiendo las manos para que lo tomaran.

-Para que veas que somos buena gente, te vamos a dejar ese dinero para que puedas tomar otro taxi e ir a tu casa- dijo irónicamente.

-Gracias- respondí con un suspiro. En realidad hasta ese momento a pesar de lo sucedido estaba agradecida, y aún temerosa de que no fuera cierto que me dejaran ir así de fácil.

-Aquí esta bien, bajen- dijo el chofer.

-Ya sabes que hacer-recalcó el segundo hombre agarrándome de la mano para poder bajar mientras él lo hacía.

Seguí al pie de la letra las instrucciones, y antes de llegar a la mitad de la cuadra, como estaba previsto para terminar toda la travesía.

Un hombre colocaba las llaves en la cerradura de la puerta de una casa. No sé qué cara tendría yo en esos momentos.

Si reflejaba el pánico que vivía en mi semblante, pués se me quedó mirando como tratando de encontrar una respuesta o un gesto de mi parte.

Intenté cambiar de actitud, hasta ese momento todo estaba saliendo bien, casi ya respiraba aliviada. Ignoré a este hombre que se habría ganado un serio problema seguramente de darse cuenta lo que realmente me sucedía.

Besé a mi secuestrador en la mejilla, tal cual quedamos. Me dijo muy despacio que siguiera el paso media cuadra más mientras se iba.

Cuando me soltó la mano, mis piernas temblaban. Caminé. Sin saber dónde me encontraba realmente. Estaba todo tan oscuro, a lo lejos divisaba unas luces, una autopista y me dirigí hacía ahí. Tratando de encontrar algo familiar en esas calles. Apreté fuertemente el dinero que me habían “regalado” estos hombres y simplemente no daba crédito a lo ocurrido y no dejé de dar gracias a Dios. Seguía viva.

Encontré una tienda, pregunté el nombre del distrito dónde me ubicaba. Cogí un teléfono público y llamé a Paco, su celular seguía apagado. Llamé a una amiga del trabajo para que me recogiera.

Mientras conversaba con ella, lloraba como una niña. Mi amiga me rogó que me quedara ahí, que enseguida vendría a recogerme, no quería colgar el auricular. Necesitaba seguir escuchando su voz.

Pregunté la hora mientras le contaba entre sollozos lo sucedido. Me pareció increíble sacar la cuenta del tiempo transcurrido. Había pasado dos horas y media en ese taxi.

Miriam y su novio aparcaron en la tienda a la que hice referencia de mi ubicación. Me abrazó fuertemente y me preguntó por Paco. Mentí una vez más, se encontraba aún en el trabajo y no lo ubicaban. Miriam como buena amiga, había avisado a su madre lo ocurrido para que se comunicara con mi familia y estén al tanto de mi paradero.

Cuando llegué a casa, Paco estaba esperándome en la entrada, me miró entre asustado y culpable. Lo conocía tan bien que no era necesario deducir dónde había estado todo ese tiempo. Me preguntó si me habían hecho algo aparte de robarme dinero, si estaba bien.Moví la cabeza indicando un no.

Ingresé a casa, estaba ahí la madre de Paco con mi hijo, mi padre también los acompañaba. Escuchaba a Diego, conversar con su abuela. No recuerdo las cosas que decía, solo escuchar su vocecita y verlo en esos momentos me pareció increíble. Lo abracé fuertemente, y me puse a llorar de nuevo. Nunca entenderá mi pequeño lo que significó para mí poder escucharlo, tocarlo.

Luego de contar lo ocurrido a todos en casa.Mientras me alistaba para dormir, cuando mis familiares se habían retirado.

Recordé todo y volví a vivir cada instante, di gracias a mi reacción tardía, pues en esas circunstancias me ayudó a pensar, a mantener la calma y poder asi llegar intacta a casa.

Me habían dado una segunda oportunidad de seguir viva, recordaba cuántas veces en los medios había leído y escuchado casos en los que las victimas de este tipo de atracos,asaltos, terminan en acequias. Muertas, ultrajadas.

Quizás por un impulso nervioso, la reacción de estas personas habría sido diferente. Habrían gritado, tratado de huir, de golpear a sus atacantes. Qué se yo…No tienes idea de cómo puedes reaccionar hasta que te sucedan este tipo de cosas.

Le di un beso a Diego antes ir a mi habitación. Una vez ahi, viendo a Paco en nuestra cama con el control remoto en las manos. Pensé que si tenía una segunda oportunidad para vivir y hacer las cosas bien, lo más justo era darle a él también una segunda oportunidad de ser feliz.

Si, aún lo quería, ya no lo amaba. Entonces porqué retenerlo a mi lado. Porqué retenerme él a mí.

Estábamos viviendo una farsa, para quedar bien ante su familia, ante la mía. Fingíamos seguir siendo los mismos ante nuestros amigos. Quizás por miedo a enfrentar una vida más allá de la que ya teníamos planeada. A enfrentar cosas cada uno por su lado, y que éstas sean más difíciles de lo que sería enfrentándolas juntos. Pero no éramos felices.


Me dolería que Paco fuese feliz con otra persona, me dolería en el alma, que encontrara a alguien que lo amara por el resto de la vida. Pero tenía que aceptar que lo nuestro había acabado hace mucho, y que por el amor que quedaba aún o los recuerdos vividos, era necesario dejar ir todos esos sueños a futuro.

Ambos nos merecíamos una segunda oportunidad, como la oportunidad que me dieron esos sujetos. Como la oportunidad que me dio Dios.

Por última vez dormimos juntos.Por última vez me sentí protegida a su lado.

A partir del día siguiente me tendría que enfrentar a una vida sola. Nuevos retos.Un futuro diferente al que habia planeado.

Si seré feliz más adelante, no lo sé. Lo único que me queda claro es que le estaba dando esa oportunidad de serlo a Paco, lejos de mí con alguien más.

Después de todo, es el padre de mi hijo, mi mejor amigo, el gran amor de mi vida. Es lo menos que podía hacer por tantos años de vida juntos.

Esta vez,lejos de él, intentaría hacer mejor las cosas, con más cautela.

Para empezar, no tomaría al azar un taxi en adelante.

No creo que pueda correr la misma suerte por segunda vez.


En ambos casos...



Texto agregado el 17-09-2008, y leído por 189 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
26-07-2009 la verdad qe no se xq esta historia tiene 4 votos y 2 estrellas es F A B U L O S A te ocurrio de verdad?? AGUILADETRUENO
11-06-2009 Narración fluída, concentrada, cuidadosa. La historia se pega desde el principio. Hay que seguir leyendo... lindero
 
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