El bebe camina despacito tambaleándose como borracho. Esta aprendiendo a usar sus piernas diminutas, se ríe con bastante hilaridad cada vez que falla en sus intentos por mantenerse de pie. Esta agarradito de la pared.

Esta vez aprendió que apoyándose en ella es más fácil mantener el equilibrio. Dio tres, cuatro, cinco pasos seguidos y después cayo al suelo boca abajo. El golpe lo hizo escupir un buche de tetero que había almorzado minutos antes.

Comenzó a llorar y desde atrás alguien lo alzó. Sintió fuertes manos que lo sujetaban. Era su joven padre de diecisiete años. Que lo cargaba y lo miraba con desprecio. Fue ese saco de vómitos quien destruyo su sueño de ser ingeniero petroquímico.